domingo, 6 de noviembre de 2022

Admirandote Cap 1: Mr Hatfield

 


-Oh~ Mr Hatfield- pronunció el joven demonio con un estremecimiento, como siempre que hacía cuando ese hombre le tomaba una mano y se la besaba con galanura. 

-My dear, te estremeces como una hoja, eres adorable- se burló él, cuarenta años, elegante hombre de negocios. Todo un galán y aún más, todo un granuja. 

-No juegue conmigo por favor- el demonio se apartó y se acomodó la ropa, indignado, siempre le hacía lo mismo.

-Oh, solo bromeo ¿Si?- Hatfield le sonrió- Ahora, a los que nos concierne, my dear Black Hat-.


Hatfield se sentó ante su escritorio y observó al demonio ante él con interés. Eran colegas en negocios bastante particulares y parecía que su compañero le venía con buenas noticias, pero nunca iba a perder oportunidad de molestarlo un poco, le hacía gracia ese niño infernal y su adorable crush. 

Criatura peculiar era aquella, era hermoso y Hatfield lo hubiera considerado seriamente de haber sido una mujer, pero no lo era, así que estaba fuera de discusión.

Incluso si otros hombres estaban dentro de sus caprichosos, estaba demasiado ocupado seduciendo viudas, con su soledad y la suntuosa herencia de sus maridos, como para interesarse en ese demonio flacucho que lo miraba con ojitos de cachorro.

Pero le divertían sus reacciones y darle esperanzas hacia que se comportara y fuese leal. 


Black Hat lo miró también y no pudo evitar suspirar ¡Oh, su querido Mr Hatfield! Tan guapo, tan listo y astuto, cruel hombre sin escrúpulos e inmensurable ambición. Tenían cosas en común y eso le gustaba, sentía que no podría haber pedido por mejor compañero de negocios. 

Se habían conocido en un baile de la nobleza londinense, no la gran cosa, uno de esos supuestos bailes de caridad donde los ricos y corruptos iban a hacer negocios y lavar dinero. 

Black Hat se había encontrado inmediatamente embelesado por Lucian B. Hatfield, alto, delgado y misterioso. La tez oscura, ojos felinos, un firme semblante de noble a pesar de que no lo era, era solo un hombre con buen ojo para los negocios, había amasado su fortuna de la nada. 


Hatfield no había necesitado mucho para envolverlo, una danza y unas palabras bonitas, un falso cortejo para llamar su atención. Era el plan después de todo, ya había oído hablar de aquel demonio, dueño de gran poder y un Lord allá de donde venía. Sabía que tenían ideas en común y el mismo sentido moral, o sea ninguno, así que lo embeleso, aprovechándose de su obvio gusto por él y de su juventud. Era adorable en realidad, como ese demonio aún tenía algo de inocencia, de ingenuidad, a veces lo encontraba de lo más tentador y le regalaba un beso en la comisura de los labios que hacía al ser infernal estremecer. 

¡Oh, en momentos como ese Mr Hatfield lamentaba que Black Hat no era una damita! 


Pero en fin, ese día como tantos otros era sobre negocios, no placer.


-Encontré lo que buscamos, o quien buscamos más bien-le dejó unos papeles sobre la mesa.

-Ah, ese científico del que hablamos- Lucian tomó los papeles y leyó rápidamente pero con atención- ¿Estás seguro? Ya llevamos tres my dear-.

-Estoy seguro con este, no tiene nada que perder así que nos será leal y su ingenio, pues es excepcional debo admitir- le aseguro, serio y con las manos tras la espalda.

-Esta bien, tráelo entonces... Es bastante joven ¿No? Espero que sepa lo que hace-.

-Te aseguro que sí- suspiró- Bueno, en todo caso me hago responsable, así como tu te hiciste responsable por el último que trajimos y que, debo recordarte, fue todo un fiasco-le sonrió, burlón y no sin cierta amenaza.

-Lo sé, lo sé, no se volverá a repetir-rió, nervioso. 


Ambos sabían que fallar era inaceptable, quizás Hatfield lo tenía envuelto en sus encantos, pero eran colegas, si uno fallaba el otro tenía todo su derecho a abandonar aquella alianza y buscar a alguien más competente. 


-¿Vamos a verlo? Nos espera en los laboratorios-.

-Con gusto, my dear-.


Lucian se puso de pie nuevamente y le ofreció su brazo. Black Hat lo aceptó con gusto, su único ojo brillante de admiración y  juvenil apego. 

Quizás, pensaba el joven demonio, si le daba a ese humano todo lo que deseaba entonces iba a quererlo por fin, solo debía ser paciente y complacer sus ambiciones. 


Los laboratorios eran subterráneos, conveniente considerando lo que planeaban hacer ahí abajo, por ahora no eran la gran cosa, recién empezaban su pequeña aventura financiera.

Su negocio iba a ser... Peculiar, nunca se había hecho antes, pero tenían las herramientas necesarias.

Hatfield tenía el dinero, Black Hat los contactos, con suerte ese científico tendría las ideas y el talento para ejecutarlas.


Una empresa, una organización, un culto. 


Hatfield quería fama y poder, Black Hat adoradores y almas que consumir. Ambos querían expandir la maldad e inmoralidad por el mundo, deseaban crear un mundo en el que pudieran hacer los que se les antojara y donde otros pudieran hacer lo mismo, por el precio justo, por supuesto. 


Se pasearon por las entrañas del, por fuera, inocente edificio. Por dentro había oficinas, lo normal, un salón de fiestas, no tan normal, un sótano donde estaban los laboratorios y talleres, aún más sospechoso, y aún más bajo tierra la sala de rituales, peculiar sin duda, aunque aún no la habían usado para nada. 


Black Hat aprovechó el silencio de su pequeño paseo para admirar a su acompañante. Tenía la tez morena y el rostro aguileño, atractivo de esa forma que resulta difícil de explicar, del lado del que estaba no podía ver sus ojos, solo un monóculo opaco, justo como el suyo propio.

Cabello negro se asomaba con gracia de debajo del alto sombrero de copa, vestia casi completamente de negro y se movia con elegancia y firmeza.


Se parecían mucho, el humano y el demonio.


Black Hat lo admiraba, le parecía digno de imitación en su forma de vestir, de moverse y hablar, había llegado a ese mundo sin saber mucho de los humanos, entendía de nobles y su etiqueta, pero le faltaba la experiencia y el encanto necesarios para desenvolverse correctamente. Hatfield le había enseñado como, sus métodos agudizados por el encanto natural propio de los demonios. Así había conseguido todo tipo de alianzas y contactos, le debía mucho a su querido Mr Hatfield, quería ser como él y serle útil.

Estaba enamorado de él, de sus ideas y de sus métodos. Amaba su falta de escrúpulos y su crueldad, amaba sus ideas sobre cultos, los negocios y todo lo demás.

Mr Hatfield habría sido un excelente demonio, ciertamente. 


Acordaban en muchas cosas y deseaban fines similares, Black Hat creía haber encontrado su compañero ideal, en los negocios y en la vida, aunque fuese un mortal y fuese bastante mayor que él, pero eso no le importaba. 


Estaba embelesado, enamorado de esa forma en que se ama cuando se es demasiado joven, idealizado y dulce, como un sueño perfecto donde no hay fallas ni problemas, porque la belleza ciega y el corazón hace demasiado ruido y no deja ver ni oír la cruda realidad. 


-Oh~ Mr Hatfield- apoyó la cabeza en su hombro y se restregó suavemente, como un minino, pasear con él en ese lugar frío y lúgubre que olía a maldad lo hacía sentirse en las nubes. 

-My dear- le dijo, nada más para darle capricho, mantenerlo contento era fácil y beneficioso después de todo, sabía que si jugaba bien sus cartas, ese demonio era capaz de hacer el mundo arder por él y pensaba aprovecharlo. 


En el laboratorio se oían ruidos, parecía que alguien estaba teniendo problemas.

En efecto, cuando abrieron la puerta se encontraron con un joven científico batallando con una torre de cosas, todo a punto de caer. Claramente se había metido en ese aprieto el solo. 


-Ah... hola, bienvenidos- los saludo, asomándose de detrás de su pila de objetos varios.

-¿Tiene una bolsa en la cabeza?- inquirió Lucian, alzando una ceja.

-Es...Excéntrico- Black Hat se chasqueo los dedos y todo se acomodó en su sitio, justo a tiempo porque habían estado a punto de caer.

-Ay... Gracias Jefecito- le sonrió con timidez- Oh y usted debe ser Mr Hatfield, un placer, soy el Dr Flug- se le acercó y le ofreció su mano.


Hatfield la estrechó con firmeza, ese chico no podía ser mucho mayor que Black Hat.


-¿De que se conocen?-.

-Bueno, no tengo contactos solo entre nobles, Flug tiene un poco de fama en el bajo mundo-.

-Supongo que no me ve con mucha confianza ¿Verdad?- rió- No debe preocuparse por mi eficiencia, Mr Hatfield, se lo aseguro- Flug los miró, ahí tomados del brazo y se apartó a su mesa de trabajo- Aunque, debo decir que solo respondo a Lord Black Hat-.

-Tiene deudas conmigo- le aclaró el demonio a su compañero- Pero no es nada de lo que debas preocuparte-.

-Ni me interesa- negó-Esta bien, es tu responsabilidad, My dear- lo tomó del mentón- Te dejo a ello, tengo otras cosas que atender-.

-Por supuesto, Mr Hatfield-.


Hatfield le sonrió con galanura y se marchó, dejando al demonio suspirando con anhelo. 


-Así que ese el Mr Hatfield del que habla todo el tiempo-.

-¿No es maravillosamente deplorable? -suspiró.

-Es como, el doble de su edad, Jefecito- frunció el ceño.

-Si bueno, no me importa- se encogió de hombros y lo miró- Tu haz lo que te dicen y no opines, Flug-.

-Lo se, lo se-. 


Flug era un joven de gran intelecto y una igualmente gran inseguridad, no tenía mucho, de hecho no tenía nada. Solo su cabeza y la fortuna de haber conocido a ese demonio una noche fatídica. 

Le debía la vida, le debía tener un lugar en el mundo, por él ahora tenía un trabajo y propósito por el cual despertar todos los días. 

Sentía...Cosas por él, no estaba seguro de si era amor porque el demonio lo aterraba bastante, pero las constantes charlas sobre el dichoso Mr Hatfield le habían dejado bastante claro que no tenía ninguna posibilidad si eso era lo que sentía, no le importaba, era leal y devoto, era si mismo todo lo que tenía para ofrecerle a Black Hat y se entregaba gustoso con tal de que el demonio lo dejara ser parte de su vida, aunque fuese solo un poco. 


Si lo pensaba en realidad no lo conocía, cuando habían hablado había sido sobre trabajo y sobre Hatfield, se habían encontrado hacía unos meses, cosas del destino quizás, pero quería conocerlo. Quería serle útil y poder acompañarlo a donde sea que fuese. 


-Y más le vale no avergonzarme, Flug, se lo advierto- le gruñó, tomándolo de una muñeca y apretando con fuerza.

-Haré lo que me pida, Jefecito-le aseguró-No se preocupe por eso- forcejeo apenas, aterrado.

-Bien...- lo soltó- ¿Le gustan las instalaciones? Doctor-.

-Son maravillosas- el científico se animó un poco, juntando sus manos con ojos brillantes- Perfectas para mi trabajo-.

-Excelente...No haga explotar nada-.

-Uh...-.

-Lo conozco- se le acercó y lo miró con interés- Le gusta jugar con tus químicos y ver que tan buenas explosiones provocan, me gusta un buen incendio como a cualquiera, Doctor, pero quizás el laboratorio está fuera de los límites ¿Ok?-.

-O-ok ...- apartó la mirada, estaba demasiado cerca.


El demonio sonrió, complacido, él sabía que el doctor gustaba de él. Quizás sin Hatfield de por medio no le sería indiferente, pero lamentablemente Flug debería conformarse con lo que tenía. 


-Vamos a tomar el té cuando termine de acomodarse, Doctor~-.

-Oh, ok- le sonrió- ¿Por qué la invitación? Si se puede saber- aprovechó para apartarse y terminar de ordenar.

-Bueno, quiero discutir algunas cosas con usted, además vamos a trabajar juntos y es mejor si nos conocemos mejor usted y yo ¿No le parece?-.

-Si, por supuesto-. 


Flug no podía estar más feliz, eso era justo lo que había estado deseando. Quizás hasta podrían ser amigos, quién sabía. 


Black Hat se quedó ahí con él, viéndolo trabajar en silencio, la verdad es que el doctor le resultaba interesante, de alguna forma nunca se aburría con él, al menos eso había notado el poco tiempo que se conocían. Flug siempre tenía muchas energías, pero a la vez estaba dispuesto a callar y escucharlo atentamente, él mismo tenía cosas interesantes para decir de vez en cuando, ciertamente parecía alguien decente con quien pasar una tarde. 


-Todo listo, Jefecito- Flug se sacudió las manos.

-Muy bien, aunque luce desastroso- se le acercó y le acomodó la ropa-Cuando salga conmigo, debe verse como un doctor decente ¿Entendido? Lo primero que hará es comprarse ropa que esté a la altura, Doctor-.

-S-si, entiendo...- agradeció tener una bolsa cubriéndole la cabeza, le ardía el rostro.

-También discutiremos su vivienda- se apartó, lo miró y aprobó lo que veía- Vamos- le ofreció su brazo. 


Flug aceptó la invitación y salieron juntos de allí. 

Hatfield los miro salir a la calle desde la ventana de su oficina, sintiéndose ligeramente celoso. Black Hat no necesitaba alguien más en su vida, solo él y los negocios, realmente esperaba que ese doctorcito no fuese una distracción.  Bueno, si lo era siempre podía deshacerse de él, no era que su querido Black Hat lo fuese a extrañar. 

Lucian sonrió, su boca amplia y de prominentes caninos, tan inusualmente blancos, le daba un aspecto predatorio. 

Ese demonio era suyo y lo iba a ayudar a obtener fama y gloria, quería su nombre y rostro siendo recordado por la eternidad, su alma poco le importaba, enamorar a ese mocoso era lo de menos, era fácil manipularlo, no era diferente de las desesperadas viudas y de las jóvenes damitas que acostumbraba a seducir hasta dejar sus billeteras vacías. 

Lo encontraba patético en realidad, un ser con tanto poder y sin embargo tan ingenuo y desesperado por su aprobación y cariño, debía resistir el no reír en su cara. Era adorable, patético y maleable, justo como lo necesitaba.


-Oh, My dear...- habló entre dientes-Por el bien del doctorcito espero que te comportes-.