viernes, 28 de julio de 2023

The Lover's Cult

 



Eric y Adelaide


Eric no quería casarse, no con Sara al menos. 


Él quería a su dulce Adelaide. Eran amigos de la infancia, habían crecido juntos y, cuando llegaron los dolores de la adolescencia, también llegó la dulzura del primer, y único, amor. 


Pero lo suyo no podía ser. Sus padres lo habían comprometido con Sara, porque era conveniente, porque era más socialmente aceptable. 


Sara, la damita de sociedad de rubios rizos y manos suaves contra Adelaide, la hija del panadero, el cabello oscuro y las manos curtidas. La elección era obvia, pero no era la elección de su corazón. 


Eric era un joven sensible, le gustaba estar en su propio mundo la mayor parte del tiempo. Los libros y Adelaide, esos eran su verdadero amor. 


Una noche, tras pasar horas dando vueltas en la cama, su corazón acongojado, Eric logró dormirse, solo para soñar con alguien...Algo. 


Soñó con un libro, la portada sin título, solo un par de ojos. Nunca había visto tal cosa. Lucia antiguo, hecho de un material irreconocible y esos ojos...


Al despertar Eric sintió la urgencia de encontrar ese libro. Se volvió obsesión, dibujaba ojos por todas partes sin siquiera notarlo, siempre buscando en cada librería, en cada rincón de cada biblioteca, ese condenado tomo. 


Empezó a ver ojos en todas partes, en las nubes, en el caudal del río, en los troncos de los árboles, en el pelaje de los animales... 


Se estaba volviendo loco, esa cosa lo llamaba y consumía su cordura. 


Sus padres decidieron entonces enviarlo a un hospital para gente con sus afecciones, allí podía gritar, patalear y dibujar ojos en las paredes tanto como quisiera. 


Pero Adelaide ¡Oh, su dulce Adelaide! Ella llegó la noche anterior a su partida y lo sacó de su cuarto. Huyeron juntos en la oscuridad de la noche, internándose en el bosque. 


-Yo también los veo, los ojos-le dijo ella-Y también veo la luna-.

-¿La luna?-.

-Si-asintió-Está en todas partes, justo como esos ojos, siento que me llaman a lo profundo del bosque ¿No lo oyes?-. 


Eric escuchó, atento, allí a lo lejos se oía un cántico, como el coro de una iglesia. 


-Si, lo oigo-dijo, apretando la mano de su amada. 


Natasha y Marina


¡Natasha iba a arder en la hoguera! ¡Por bruja! ¡Por blasfema y hereje! ¡Por amar a quien no debía!


Natasha no se arrepentía de nada. Allí, en aquella celda sucia y húmeda, su corazón solo sentía felicidad, porque su amada Marina estaba a salvo. 


Marina era la esposa del alcalde y pastor de ese pueblito miserable. 


¡Hombre horrible! 


Todo mundo sabía que la golpeaba y la engañaba con cada mujer que cruzaba su camino. 


Pero Marina era prisionera, no podía hacer nada, las mujeres debían ser obedientes a sus maridos, nada más. 


Sin embargo Marina no quería darle a ese hombre hijos, no quería crear vida solo para ver como él la corrompía y dañaba sin poder hacer nada al respecto. 


Así que la pobre Marina visitó a la bruja del pueblo. Natasha. 


Natasha, la bruja, eso decía el rumor. 

La verdad era que Natasha era una herbologista, tenía los remedios justos para cada aflicción, incluyendo aquello indeseado que crecía en el vientre. 


Marina visitaba con regularidad y, pronto, ambas mujeres se hicieron amigas y, con los años, esa amistad floreció en algo más. 


¡Oh, dulce era el pecado! 


Para Marina en la prisión de su matrimonio y Natasha, en la soledad de su profesión, por fin encontraron la felicidad. 


-Huye conmigo, Mari-le rogó una tarde, sosteniendo sus manos con fuerza-Por favor, temo por ti, va a matarte un dia-.

-Oh, Tasha, sabes que no puedo...-sollozó, una lágrima brotando de su ojo morado- Nunca va a dejarme ir-.

-Entonces...Entonces hay que deshacernos de él-.

-¿Como? Tasha...Eso es...-.

-Mari, por favor, te lo ruego-.


Se miraron largamente a los ojos y, finalmente, Marina asintió. 


Era muy simple, unas pocas hierbas en el té de la noche y ese bruto ya no volvería a despertar.


Tal era el plan. 


Pero la fortuna no estaba del lado de las amantes. 


Fueron descubiertas, intentaron huir pero...


-¡Vete! ¡Largo! ¡Huye sin mi!-Natasha se bajó del caballo, dejando allí solo a Marina. 


Ella solo negó, incrédula.


-Les diré que fue todo idea mía, que te hechice, no buscaran por ti ¡Vete!-.

-¡Tasha, espera...!-antes de que pudiera hacer nada, Natasha palmeo al cabello en los cuartos traseros y este salió disparado hacia el bosque, perdiéndose en la penumbra de la noche. 


Ahora Natasha estaba en prisión, esperando juicio y ejecución, pero no importaba. Su amada Mari era libre. 


Miró a las paredes, alguien había dibujado ojos. Miró a la luna, llena y brillante. 


-Oh, solo quisiera verla una última vez- dijo, antes de quedarse dormida. 


Natasha despertó en el bosque, ante ella Marina y una capilla negra. 



Black Hat y Flug


Black Hat era el heredero de una importante, poderosa familia. Sin embargo, desde el momento de su creación, no había traído a su padre nada más que decepciones. 


Por naturaleza era una criatura rebelde.


Su poder era desconocido e ilimitado.


Su cuerpo, enfermizo y frágil. 


Nadie sabía realmente la razón de ello. Había sido creado perfecto, moldeado de cosas viles por las propias manos de su padre, como Dios creando a Adán de barro. 


Pero Black Hat siempre enfermaba, no podía dejar su hogar, a veces ni siquiera podía dejar su cuarto.


Su cuerpo era de forma flexible y versátil. Podía sufrir heridas y sanarlas en segundos, podía cambiar su forma a su antojo y conveniencia.


¿Pero de que le servía si pasaba semanas enteras en cama? 


Sufría constantes fiebres. Sentía que su corazón iba a estallar, no podía respirar. 


¿Por qué? ¿Por qué no hacía más que sufrir? 


Ni en sus sueños podía descansar, soñaba con ojos, con algo que lo llamaba sin cesar, con una luna sangrienta, con sombras inquietas...


Nadie, ni médicos ni brujos, podía descifrar esa enfermedad misteriosa. 


Su padre crecía en su desesperación y decepción. 


Cuando Black Hat alcanzó cierta edad, y viendo que aquello no tenía solución, decidió arreglar un matrimonio para él.


Prometió su mano a un hombre convenientemente rico. Quizás Black Hat podría darle herederos a ambas casas, pero su padre dudaba de ello. 


En cualquier caso, ese viejo noble estaba más que feliz con el acuerdo. Tenía riquezas, con ese matrimonio ganaría prestigio y un esposo de lo más exquisito. 


Black Hat era, después de todo, hermoso e inusual para su especie, virgen e inexperto. 


El viejo se saboreaba de solo pensarlo y Black Hat... A Black Hat no le quedó más que llorar en la soledad de su cuarto, aterrado de la idea de pasar sus noches con ese hombre horrible que no veía más valor en él que su cuerpo y su apellido. 


Toda esa angustia empeoró su enfermedad. Su padre sabía que ese terco hijo suyo no iba a morir, pero al menos necesitaba aliviar sus síntomas, de lo contrario no habría boda. 


Así que llamo a un doctor de renombre. Un tal Dr Flug. 


Aquello fue un encuentro fatídico para el joven doctor y ese demonio prisionero. Se amaron desde el primer instante, atraídos de forma irremediable. 


Por su enfermedad Flug poco podía hacer, pero por su corazón... 


¡Oh, Black Hat nunca había sido tan feliz! 


Sentía como si hubiese esperado por él toda su vida. Se daba cuenta que había llevado toda su existencia sediento por algo, como un hombre perdido en el desierto, y Flug era su oasis. 


Y Flug... Flug era dichoso y, a la vez, sentía que ese amor lo consumía completo. Se sentía perdido en sus brazos, en su voz, en el sabor de su boca. Sentía que perdía la cordura poco a poco. 

Comenzó a tomar hábitos extraños. En su cuaderno de notas donde mantenía el historial de sus pacientes, garabateaba ojos y lunas, ojos y lunas por todas partes ¿Por qué? ¿Que tenía que ver con nada? Era una compulsión de lo más extraña.


Pero poco importaba todo eso. Porque juntos eran dichosos. 


Se encontraban en secreto y compartían tiernas caricias. Nunca iban muy lejos, les aterraba ser descubiertos, además Flug no se sentía digno de ello. 


No. No era apropiado el tomar, allí ocultos, tirados en el suelo sucio del bosque, algo que su demonio consideraba valioso. 


-Casemonos primero, Jefecito- así le decía, medio burlándose de lo mandón y caprichoso que era, pero lo pronunciaba con amor y ternura.

-Sabes que estoy prometido a alguien más-se lamentó.

-Huyamos lejos entonces, tendremos una boda, lo haremos en una cama de verdad-rió con picardía. 

-¿Te arriesgarías tanto por mi?-.

-Sin dudarlo nunca-asintió. 


Así que una noche, tras preparar todo cuidadosamente, huyeron juntos sin rumbo fijo. 


Se adentraron al bosque, caminaron sin parar por días, poniendo la mayor distancia posible entre Black Hat y su padre. 


Era curioso, alejado de esa casa, en compañía de Flug, Black Hat ya no se sentía débil en lo absoluto. 


Fue cuando comenzaron a flaquear las fuerzas de ambos, exhaustos por el viaje, que encontraron algo curioso, allí en mitad del bosque frondoso. 


Una pequeña capilla, completamente pintada de negro.


Se erguía, solemne, en un claro iluminado por la luna llena. 


-Qué extraño- Black Hat saboreó el aire con su lengua de serpiente-No huele a santidad-. 

-Parece que hay misa-señaló Flug. 


Ambos, ocultos tras unos arbustos, se quedaron a observar. Tenían una buena vista a través de una de las amplias ventanas. 


Allí, en el púlpito, estaba el Padre. 


¡Vaya cosa más curiosa!


Era una marioneta, cuerpo pequeño, piel amarilla, cabello azul. Ojos tan negros como el abismo del mar. 


Ante él, su congregación. Todos sentados en pares en las largas bancas de madera. 


-Regocíjense...-dijo, elevando su manos-Porque ha pasado otro ciclo y la luna está llena de nuevo-.


La congregación hizo sonidos de algarabía. 


-Es hora de que vuelva nuestro querido sacristán-el Padre reforzó su sonrisa, ladeando la cabeza. 


Procedió a tomar un cáliz y se lo entregó a la pareja más cercana. Se cortaron las palmas de las manos, dejaron caer un chorro de sangre dentro del cáliz y lo pasaron a la siguiente pareja. 


Esto se repitió hasta que todos hicieron su parte y cayó de vuelta en manos del Padre. 


-Apurese Padre Wally- dijo alguien. 

-Ya queremos verlo-dijo alguien más. 

-Oh, bueno, no sean impacientes, mis queridos vecinos-la marioneta, sin dejar de sonreír, cortó su propia mano y dejó caer su sangre en el cáliz. 


Estaba lleno hasta el borde. Sobre el púlpito yacía, abierto, un libro. Con mucho cuidado Wally vertió aquella mezcla de sangre sobre sus páginas, viendo como el papel la absorbía toda. 


Entonces se apartó y el libro fue iluminado por la luz de la luna llena. 


Algo emergió. Por un momento Flug y Black Hat pensaron que era la sangre, pero no. La sangre se había convertido en hilos, incontables hilos rojos que salieron de las páginas del libro, agitándose como tentáculos, expandiéndose como lianas. 


Se aglomeraron hasta tomar forma. Una forma humana, un cuerpo alto y esbelto. 


Formó huesos, órganos, piel, cabello... Incluso ropa. 


Alli parado, con una dulce sonrisa, habia un joven con orejas y colas de lobo, piel palida, largo cabello negro y peculiares ojos bicolor, uno rojo y otro azul. 


Era indescriptiblemente hermoso y perfectamente androgino.


-Es un dios...-murmuró el demonio, ocultándose un poco más entre los arbustos-Esto es un culto-. 


Flug no dijo nada, solo siguió mirando. 


Wally se subió al púlpito, la única forma en que podía estar a la altura del otro, y él y ese dios se dieron un beso. 


-¿Será de esos cultos sexuales?-bromeó el doctor. 


La congregación aplaudió y las parejas se besaron también. 


-Bienvenido de vuelta, Shisui-dijo Wally con un suspiro. 


Shisui sonrió de nuevo, claramente feliz.


-Hoy es un día muy especial-miró de reojo a las ventanas-Porque hoy se unen nuevos miembros a nuestra querida congregación-.

-¡Nuevos vecinos! Eso es motivo de festejo-Wally lucía feliz con la noticia. 


Antes de pudieran decir “oh oh” e intentar huir, ya estaban rodeados de gente. 


Por puro instinto no se resistieron, los escoltaron pacíficamente al interior de la iglesia. 


Black Hat entró con cautela, como suponía, ese lugar de santo no tenía nada, de lo contrario le habría ardido el cuerpo entero. 


Así que era un culto a un dios hereje. 


-El dios de la luna...-siseó ligeramente.


Había oído historias, pero eran cosas antiguas, rumores. Al parecer ese dios era tan mundano y hereje, que los otros dioses le habían prohibido volver a nacer entre los mortales, pero ese culto había logrado encontrar la forma de invocarlo. 


Al dios, tal vez juguetonamente, lo llamaban sacristán, el ayudante del Padre. Tal vez era, de hecho, adecuado. 


Les tomó pocos días notar como Wally Darling era el líder de aquel culto extraño, el peculiar muñeco tenía el poder del encanto y la palabra. 


Tenía un poder en los ojos y en su presencia. 


Ojos, ojos por todas partes. 


Esos eran sus ojos, con los que observaba omnisciente a sus posibles seguidores. 


Shisui Sadamoto, el dios, lo asistía en los rituales. Un dios brujo que llamaba a esas almas perdidas desde la luna. 


Y los miembros de aquel culto en medio del bosque, seguidores de un sacerdote de fieltro, adoradores de un dios hereje....


Eran todos parejas furtivas. 


Un hombre que había caído en locura por no poder casarse con su amada y, su amada, quien lo había ayudado a huir del confinamiento. 


Un par de mujeres que habían matado al marido de una, la otra había escapado ejecución con un, literal, milagro. 


Ellos dos, que también habían huido de las circunstancias de sus vidas y posición social. 


-No estamos aquí por casualidad-Black Hat suspiró, tras oír todo tipo de historias. 


Historias de amor, locura y muerte nada menos. 


-¿Quiere quedarse?-.

-No lo sé-.

-Me quedaré donde usted esté, Jefecito-.


Tal era el dilema, podían irse y seguir su camino o, quedarse, y vivir en esa comunidad extraña. 


-Puedo unirlos en matrimonio-dijo Wally, viendo sus dudas.

-Es lo que querían ¿No?-Shisui sonrió con dulzura-Tan adorable~-. 


Era una oferta irrefutable ¿Quién más iba a casarlos de todas formas? 


Así que, en ceremonia pagana, unieron sus vidas, pasaron una noche de tierna y muy esperada pasión y decidieron quedarse en ese culto de amor y sombras.