sábado, 4 de febrero de 2023

PaperPunk Cap 9: The Throne (The Emperor)

 


“Tap, tap, tap”

Resonaba suavemente, uñas afiladas sobre el cráneo metálico que decoraba los apoya brazos del trono. El amplio vacío de la sala hacía eco.

Una corona había reemplazado el sombrero, al menos por el momento, molestaba en sus siempre delicados cuernos, pero no podía quejarse. 


Detrás suyo, oculto entre las sombras, estaba Hatfield, sonriendo de oreja a oreja. 


-Bien hecho, My Dear-dijo, casi ronroneando-Ahora, moldeemos este lugar a mi gusto ¿Que te parece?-.

-Como si me pudiera negar-gruñó suavemente.

-¡No seas insolente!- lo tomó de los cuernos y lo arrojó al suelo-Estoy harto de tu actitud, My Dear-le dijo, sonriente, sosteniendolo contra el frío suelo.


Black Hat no le dijo nada, solo ladeo el rostro. 


-Te he tratado demasiado bien ¿No es así? Quizás debería darte un castigo o, mejor aún, dejar que August juegue contigo un rato-. 

-Eso no...-.

-Entonces háblame con respeto-. 

-...-el demonio lo miró con profundo desprecio-Estoy harto de ti, haz lo que quieras, Hatfield-.


El hombre torció el gesto con disgusto y le dio un bofetada, de nuevo el sonido hizo eco en la sala vacía.


-Solo estás frustrado porque no puedes tenerme sin forzarme y no puedes tener a August sin morirte-le espetó, siseando y retorciéndose, intentando escapar de su agarre-E, incluso si sobrevivieras a él, solo le interesas porque te pareces a mi-. 


Hatfield se mordió el labio con tanta fuerza que se hizo sangrar, las palabras del demonio y el sabor de su propia sangre lo hicieron ver rojo.

Pasó los siguiente minutos abofeteando a Black Hat, que no podía alejarse ni defenderse de él, no era que le doliera realmente, pero era humillante y solo quería que terminara pronto. 


Lucian se apartó por fin de él, agitado, las manos heridas. Al menos no había usado los puños o tendría los dedos rotos. 


Black Hat se puso de pie con lentitud, sentía la piel del rostro arder.


-¿Satisfecho? Mr Hatfield-.

-Bastante-suspiró, acomodándose la ropa-Tendrás una junta en un rato-.

-Lo se ¿Por que mejor no se retira? Mr Hatfield-le siseó con odio-Se perfectamente lo que tengo que hacer-.

-Más te vale-Hatfield se marchó sin más. 


Black Hat recobró la compostura y se sentó de vuelta en su trono, el rostro serio. 

Se creía mucho, ese Lucian B Hatfield ¿No es así? Y era cierto que Black Hat estaba, hasta cierto punto, bajo su merced. No podía desobedecerle, no podía mentirle, pero otros a su alrededor podían...


Miss Heed tenía influencia y, mientras Black Hat fingía obedecer, ella secretamente trabajaba para él, moviendo sus propios hilos, formando sus propias alianzas. 

Era útil que, para los demonios, los súcubos eran poca cosa y que, para Hatfield, una mujer no era algo de cuidado. Así que la chica podía trabajar en paz junto a Lilith, su séquito de súcubos y cualquier otro demonio que se les uniera. 


Era fácil, su talento natural, el susurrar al oído de otros y poner su influencia en ellos, así que poco a poco se hizo con todo el consejo de nobles, la corte real que seguía fielmente al nuevo gobernante y así, calladamente, todo mundo tenía un cuchillo en la espalda de Hatfield y él no estaba enterado en lo más mínimo. 


Esos nobles, de los que Black Hat se había ganado su confianza, fingían no saber de Hatfield, llevaban sus reuniones con naturalidad, aceptando lo que Black Hat decía sin rechistar y Lucian sonreía, creyendo que el Infierno era todo suyo. 


Hatfield era muy listo, pero tendía a confiarse demasiado, ya había cometido ese error una vez y parecía cosa del destino el cometerlo de nuevo. 


-Le das demasiada libertad, Lucian, dámelo antes de que haga algo de lo que te arrepientas-.


Lucian miró al Nephilim, ahí parado, ese gigante insolente que no hacía más que exigir. 


-Aún tiene cosas que hacer antes de que te lo folles hasta la inconsciencia, August-.

-Lucian...-.

-¡Callate! ¡Está fuera de discusión! ¡Este plan es mío, no tendrías nada sin mi! ¡Así que deja de discutirme!-.

-...-August lo miró, ojos de frio acero-Estas celoso-.

-¿Celoso?-.

-Celoso de que lo prefiero-sonrió con crueldad-Celoso de que puedo hacerlo mío cuando quiera, sin trucos como haces tú, celoso de que siempre hay alguien antes que tú, sin importar en quien decidas fijarte ¿No es así?-.

-Callate, August ¿Tu que sabes? Si no sientes nada en lo absoluto-. 

-Incluso estas celoso del doctorcito, porque es el único que tiene el corazón de ese demonio, eres un humano vil que debe tomar todo a la fuerza, excepto por lo que realmente quiere, eso eso-le tomó el rostro con fuerza, una sola mano le alcanzaba para sujetar su rostro completo-No tengo sentimientos, eso es verdad, pero se de lo que hace turbios los corazones mortales, eso es de lo que me alimento, después de todo, tu corazón es oscuro, triste y delicioso, envenenado de pecados y odio-se saboreó-Es una lastima que seas humano, no más que un bocadillo-.


Hatfield lo golpeó con el bastón, quebrándolo, el Nephilim no se movió en lo absoluto.


-Y para ser alguien que fue capaz de encarcelar un dios, realmente no has aprendido a ser precavido-.


Lo miró con intriga, incredulidad y algo de miedo. No podía liberarse de su agarre. 


-¿A qué te refieres?-. 

-No te dire nada, estos asuntos entre demonios, humanos y dioses herejes realmente no me incumben, un dia me los comeré a todos, mientras pueden hacer lo que quieran-rió-Pero, ha sido divertido trabajar contigo, hasta ahora-. 

-¿Qué...?-.

-Nos vemos, Lucian-lo besó con inusual ternura y se esfumó, dejando a Hatfield completamente solo. 


En otra parte, lejos del anonadado Warlock, había un asunto que era, en efecto, entre demonios y dioses herejes. 


-Ya es hora de que te quite mis bichitos-Miss Heed sonrió con burla-Supongo que ya sufriste bastante y te necesitamos para el plan-.


Shisui le gruñó, llevaba todo ese tiempo encerrado, su inestable forma de lobo apenas caía en la jaula, no hacía más que lamentarse y vomitar madejas de hilos rojos y bichos retorciéndose, su mente era un lío, aunque a decir verdad siempre había estado un poco loco.


-Oh, no te enojes conmigo-rió-Era todo parte del plan, eso lo sabías ¿No es así?-.

-Aun así, Cecilia-le dijo con despreció-Mejor apurate, que aun me queda compasión, al menos que quieras que te trague viva-. 

-Si, si...-.


No era la primera vez que Hatfield veía su mundo derrumbarse como un castillo de cartas, esas que había acomodado tan cuidadosamente. 


-¡Es tu culpa!-le gritó al demonio, golpeándolo con su bastón-¡Es tu culpa que él se fuera!-.


Black Hat se protegía con los brazos sin protestar ni quejarse en lo absoluto, estaban solos en la sala del trono, o al menos eso pensaba Hatfield. 


-¿Qué pasa? Lucian ¿Te abandono tu querido?-.


Hatfield se quedó con el bastón alzado a medio camino, esa voz ¡No podía ser! Se giró a ver y...


¡Era ese dios! ¡¿Pero cómo?!


Se lo veía delgado y pálido, pero era él sin duda. 


-¿Que...Que haces aqui?-.

-Nada, Lucian, vine a ver el espectáculo-sonrió con dulzura y se sentó en el trono vacío-Lo que va a pasar, tiene toda mi aprobación-la sonrisa dulce se había vuelto cruel. 


Hatfield entonces notó que esa chica, esa súcubo, también estaba ahí.


-Vengan por él mis amores~-dijo con sonrisa triunfante, una mano en la cadera y otra señalando a Hatfield. 

-¿Qué...?-.


No tuvo más tiempo de decir nada, una horda de demonios entró de repente y lo subdujo sin esfuerzo, era más que él, más fuertes que él. 


-Veras, Mr Hatfield-Black Hat estaba ante él, postura firme, manos tras la espalda-No puedo romper mi contrato contigo, pero contratos entre demonios sobreescriben contratos con mortales-sonrió.


Hatfield abrió grandes sus ojos felinos, cayendo en cuenta de lo que pasaba.


-Hiciste un trato con ella-.

-En efecto-asintió-Ha estado trabajando para mi desde que nos dejaste juntos en ese calabozo-.

-Maldito...-.

-Este trono, es mío, Hatfield-siseó-Estos súbditos, son mios-lo miró con profunda crueldad y desprecio-Y vas a romper nuestro contrato si no quieres que te arranquen cada extremidad por el resto de la eternidad-. 

-No puedes...No te dejaré-se debatió entre todas las manos que lo sujetaban, en pánico. 

-Ellos me obedecen a mi, no a un simple humano, y mi orden fue que ignoraran todo lo que sale de tu sucia boca, incluyendo órdenes que impongas en mi, por más que les diga que se detengan, no lo van a hacer, al menos que rompas el contrato-. 


Lucian forcejeó vanamente un poco más, antes de agachar la cabeza ¡¿Por que tenia que estar pasando de nuevo?! ¡Había hecho todo a la perfección!


-Te libero-masculló- ¡Y te maldigo! ¡Te maldigo para que crezcan espinas en tu corazón! ¡Te maldigo! ¡Te maldigo! ¡Te maldigo!-.


Un demonio que le sujetaba la cabeza se la azotó contra el suelo, haciéndolo callar.

Black Hat, rostro serio, no comentó nada sobre sus últimas palabras, en cambio miró a Shisui.


-Haz lo que quieras con él, no me interesa-.


Shisui, furioso, se puso de pie, se transformó en un lobo enorme y se tragó a Hatfield de un bocado.