jueves, 9 de febrero de 2023

Cursed Cap 1: The Beauty




 En aquella mansión solitaria vive una bestia, de afiladas garras y colmillos, puede tragarte entero como una serpiente, tiene la sangre y el corazón fríos, solo conoce crueldad y si te portas mal, vendrá en las noches ¡Y te comerá! 


Esa era la historia que le contaban a los niños del pueblo, aunque estaba a medias y su único propósito era forzarlos a portarse bien. 


Pero en un niño nervioso y de imaginación activa como el pequeño Kenning, solo lograba impedirle dormir por las noches, tras hacer travesuras todo el día, ansioso de ver si dicha bestia era de verdad o no. 

Nunca nada ni nadie había aparecido en su cuarto, aunque ciertamente había una vieja mansión en el pueblo y podía verla desde la ventana de su cuarto, una curiosa edificación con forma de sombrero de copa, aunque uno muy torcido. 

A su alrededor crecían frondosos arbustos de rosas, incluso en pleno invierno, así que alguien debía de vivir ahí ¿No es así? Al menos un jardinero que se encargaba de cuidar del jardín del amo de la mansión, sea quien fuese. 

El niño pasaba largas horas observando la mansión y, a veces, creía ver una fina silueta en las ventanas o paseándose en los jardines, pero estaba demasiado lejos para saber si era verdad o solo un truco de su mente. 


Con los años su curiosidad se convirtió en obsesión, el acercarse a la mansión estaba prohibido, bestia o no, el lugar era vigilado día y noche para que nadie se atreviera a subir la colina y traspasara los terrenos de la mansión sin permiso. 

Kenning, o Flug como se hacía llamar, estaba fascinado por ello, esa leyenda, esa curiosa edificación, lo único destacable en ese pueblito miserable de gente retrograda. 


Flug había crecido para ser un bicho raro, siempre lo había sido, de niño había sido solitario, de adolescente el preferido de los bullys, de adulto un recluso que pasaba los días enteros con la nariz metida en libros extraños. 

Si no había intentado nunca satisfacer su curiosidad por esa mansión y su supuesto habitante, era porque tenía otra prioridad y esa era sobrevivir. No era fácil ser el paria del pueblo. 

Para tener el pan de cada dia creo un pequeño taller donde reparaba todo tipo de cosas, su intelecto y sus manos hábiles eran todo lo que tenía a su favor, así se hizo útil para la gente del pueblo, quienes usaban sus servicios y le pagaban bien, aunque fuese de mala gana. 

Secretamente, Flug era un inventor, pero sus creaciones se mantenían guardadas, esperando ser de utilidad, por el momento no lo eran en lo absoluto. 


No era como si no hubiese intentado irse, se había marchado por un par de años para estudiar, pero había vuelto, había una fuerza ahí que lo llamaba a permanecer, quizás era la mansión, su propia obsesión o simplemente estaba loco y algo en su cabeza no funcionaba bien. 


Estaba solo, sin padres, hermanos o amigos. Largas eran las noches en las que contemplaba la mansión sobre la colina, eternamente intrigado. 


Su vida era difícil, en ese pueblo o a donde fuese era un paria, condenado por una maldición por su propia mano, incluso en aquel mundo poblado de muchas otras criaturas curiosas él, un Nachzehrer, un no muerto, un caníbal, era considerado algo indeseable. 

Así que ese pequeño misterio en ese pueblucho miserable era su único escape de la realidad, quizás esa supuesta bestia se sentía tan sola como él. 


-Espero que sea un hombre guapo-bromeó para si, estirándose y haciendo sonar su espalda, llevaba horas encorvado sobre la mesa, trabajando. 


Se puso de pie y se frotó el cuello, adolorido, necesitaba algo de aire fresco. Solo esperaba no encontrarse con él

No todo el pueblo lo odiaba, había una excepción, una desagradable, bruta y musculosa excepción. 


Black Hot era...algo. Nadie estaba seguro de que y no les importaba, lo importante es que era el más grande y bruto entre los grandes y brutos, podía levantar una casa y atravesar roca como si fuese papel. El pueblo lo seguía con estúpida admiración. 


Decir que Flug le tenía asco era poco, verlo flexionar sus músculos le daba nauseas y, sin embargo, Black Hot estaba completamente decidido en conquistarlo por alguna razón. Justamente como no sabían lo que Black Hot era, tampoco sabían porque le interesaba tanto el rarito del pueblo, pero no se lo cuestionaban, quizás era algo bueno, Black Hot podía mantener al otro bajo control.


Así que Flug salió a dar una vuelta, tal vez compraría un libro o dos, rogando no encontrarse con su nada deseado pretendiente. 


La pequeña librería no tenía mucho que ofrecer, pero Flug encargaba libros con regularidad, ese día afortunadamente había llegado un tomo que llevaba un tiempo esperando. 

Salió muy feliz, leyendo e ignorando las miradas como siempre. Cuando se concentraba en algo que le interesaba podía pasar un desfile de elefantes y él no se iba a enterar. 


De repente un brazo enorme lo sujetó y lo separo rápidamente del suelo, al pobre casi se le sale el corazón del susto. 


-¡Bajeme!-exigió, encontrándose repentinamente sentado en los bíceps del condenado Black Hot. 

-Buenos días Doctor Flug-le sonrió, flexionando sus músculos, haciéndole dar pequeños brincos sobre su brazo.

-¡Que me baje! ¡Pero ya!-. 


Black Hot lo dejó en el suelo de mala gana, Flug se tambaleó ligeramente, para después recobrar la compostura y mirar al otro con reproche. 


-¿Qué es lo que quiere?-suspiró con fastidio, recogiendo su libro del suelo, había salido volando en algún momento. 

-Ya sabes lo que quiero-le tomó una mano y la besó. 

-Ugh...-Flug no intentó liberarse, si lo hacía iba a terminar con un brazo menos, pero rodó los ojos sin disimulo-Y yo ya le he dicho incontables veces que no-. 

-Pero doctor, seríamos perfectos...-flexionó sus músculos, haciendo poses exageradas-Juntos-.

-No se que le hace pensar eso-Flug intentaba buscar por donde huir, retrocedió ligeramente, sin ser notado. 

-Tu ingenio y mi fuerza, creo que nos complementariamos perfectamente-le sonrió, intentando acorralarlo contra una pared cercana. 


Flug realmente no quería saber nada con él, no quería trabajar para él ni mucho menos tener ninguna clase de relación más personal ¿Por qué no podía entender y dejarlo en paz?


-Si bueno, me halaga, pero tengo cosas que hacer-disimuladamente, Flug metió la mano en su bolsillo y sacó una pequeña esfera, la dejó caer, haciéndola rodar unos metros más allá.


¡Boom! 


El diminuto explosivo estalló con fuerza, llamando la atención de todo el pueblo, incluyendo Black Hot. 


Flug aprovechó para huir. 


El doctor pasó la tarde viendo las llamas, sin querer había provocado un incendió, era otoño y las hojas secas habían resultado buen combustible, no era tan grave, el viento alejaba las llamas del pueblo hacia...


¡Hacia las colinas! ¡Hacia la mansión!


Todo mundo miró, con horror, como el fuego avanzaba, subiendo la colina como si tuviera conciencia propia y, rápidamente, se tragaba los frondosos arbustos de rosas más cercanos a las torcidas rejas de la mansión. 


El fuego ardió, naranja e intenso, toda la noche, el crujido del fuego y las hojas era acompañado por un rugido, un furioso lamento.


El amo de la casa estaba furioso. 


Cuando llegó la mañana y el fuego se convirtió en humo, las puertas de la mansión se abrieron por primera vez en siglos, junto a la entrada los arbustos de rosas no eran más que montículos carbonizados. 


Todo el pueblo miraba, horrorizado.


Ahí estaba, la bestia. 


-¿Quien?-fue todo lo que pronunció, un gruñido gutural acompañando la áspera voz. 

Flug no tenía a donde huir, fue rápida y fácilmente capturado. La turba enfurecida lo llevó a rastras ante el amo de la mansión y lo arrojó a sus pies.


-¡Fue él!-señaló uno de ellos-¡Fue él quien inició el fuego!-.


Flug miró hacia arriba con temor, no muy seguro de que se iba a encontrar, había soñado tantas veces con conocer a aquella leyenda viviente, pero aun así, de seguro era aterrador, algo pesadillesco, algo...


¡Era hermoso! ¡El hombre más guapo que hubiese visto nunca!


Para el pobre doctor fue un flechazo inmediato, sintió su corazón dar un brinco en una mezcla de repentino amor y absoluto pavor. Entendía porqué lo llamaban bestia, monstruo, demonio y tantas otras cosas. 


Alto y delgado, de tenso y elegante porte. Piel negra de serpiente. Afilados colmillos de un verde tan peculiar que parecía brillar por sí mismo. Un único ojo, felino y amenazante, el otro era solo un cristal opaco, un monóculo que dejaba en claro que, detrás, no había nada que ver más que horrores. 


Cosa inhumana, monstruo de pesadillas, criatura nacida de alguna imaginación torcida y febril. Era tan aterrador y tan...


Tan hermoso. 


-Ay no...-se lamentó, consciente de que había caído en algo terrible, en algo que nunca podría ser.


Se había enamorado. 


¡Así de repente! ¡A primera vista! ¡Vaya locura!


El demonio lo jaló de la ropa, obligándolo a ponerse de pie y a mirarlo directamente.


-Me la vas a pagar-siseó, furioso, una lengua de serpiente asomándose con cada palabra.

-¿C-como e-exactamente?-se atrevió a preguntar, temblando como una hoja.

-¡¿Cómo crees?!-lo sacudió.

-N-no, por favor, p-puedo tra-trabajar para u-usted-rió, nervioso y aterrado-Se ha-hacer todo tipo de c-cosas ¿Si? Haré lo que me pida-. 


El hombre pareció considerarlo unos momentos, lo arrojó de vuelta al suelo y sonrió.


-Siempre me viene bien un esclavo~-se giró de vuelta a la mansión y avanzó-Sígueme-.


Flug obedeció sin rechistar, de alguna forma prefería eso a la multitud detrás suyo, que lo miraba con desprecio y claramente había esperado que el dueño de la mansión lo destripara ahí mismo. 


Lo siguió en silencio al interior de la mansión, lo siguió por lúgubres pasillos, a través de pesadas puertas.


La mansión era elegante, pero había algo torcido en su estructura, las grandes ventanas estaban semi oscurecidas por las lianas de los rosales, se podía oler en el aire una combinación al perfume de las flores y a un largo encierro, esas ventanas nunca se abrían. 

Flug podía sentir, por puro instinto, como que algo respiraba en esa casa. La mansión misma quizás, era una cosa viva y siniestra y él ahora estaba en sus entrañas. 


-D-disculpe...-.

-¿Hn?-el demonio, sin dejar de caminar, giró la cabeza como un búho para poder verlo, sonriente, claramente intentando asustarlo.


Flug se encogió su sitio, pero no detuvo sus pasos.


-Podría decirme su nombre, por favor-pidió con timidez.

-Black Hat...-contestó, girando su cabeza de vuelta al frente-¿Y tu? No es que me interese, pero si vas a ser mi sirviente supongo que debo saber a quien le estoy gritando-.

-Kenning Flugslys, p-pero me dicen Doctor Flug o solo Flug-.

-Así que, Doctor~-dijo con cierta burla-¿En que pensaba quemando mis queridas rosas? ¿Acaso quiere morir?...Aunque supongo que eso ya lo intentó una vez ¿No?-rió cruelmente.

-Uh... Yo...-suspiró, realmente no quería hablar de ello-El incendio, fue un accidente, se lo aseguro-.

-Bueno, no importa, el resultado para ti es el mismo-se detuvo y abrió una última puerta.


Flug observó, con interés, la sala de estar ante él. Era acogedora, en el hogar ardía un fuego, ante el mismo un grupo de mullidos sofás y una mesita, alrededor, decorando las paredes, enormes estanterías repletas de libros, cuadros antiguos, cabezas de animales bellamente disecadas. Todo en tonos rojos y negros, tenia un aire melancolico. 


Ahi parado, esperandolos, habia un joven de largo cabello negro. Vestía como un mayordomo.


-Bienvenidos-sonrió con dulzura. 

-Vayamos al grano- Black Hat tomó asiento en un sofá de respaldo alto, apoyó los codos y juntó los dedos, mirando a Flug con seriedad-A partir de ahora, eres mi sirviente ¿Entendido?-.

-Entendido-.

-Y si fallas, de la forma que sea, te matare ¿Entendido?-.

-Entendido-repitió, mirando el suelo.

-Sin embargo, tenerte aquí para siempre no es de mi interés, demasiado tengo con este sujeto-señaló a su mayordomo-.

-¡Oye!-.

-Así que vas a servirme tanto tiempo como tarden mis rosas en volver a toda su gloria ¿Qué te parece?-.

-Oh, m-me parece perfecto...Uh... ¿Amo? ¿Jefe? ¿Jefecito?-soltó de nuevo esa risita nerviosa, esperando ser reprendido, en cambio escucho al demonio reír también.

-Dime como quieras, no hablaremos mucho de todas formas-. 


El mayordomo a su lado suspiró con algo que parecía fastidio.


-Te enseñaré lo que necesites saber, Flug-le sonrió-Soy Shisui, por cierto, un placer-.

-Igualmente-.


Estrecharon las manos y, por un momento, hubo silencio, hasta que a Flug se le ocurrió preguntar.


-¿Cuánto tiempo tardarán las rosas en crecer?-.

-Hn...-Black Hat pareció contar mentalmente-Treinta años, diría yo-. 

Flug no dijo nada, recordaba que cuando era pequeño esos arbustos recién habían empezado a crecer, así que tenían la misma edad. 


Tras eso, Shisui se llevó a Flug a su nuevo cuarto. No estaba nada mal, no era espacioso, pero tenía una cama cómoda y podía ver todo el pueblo a través de la ventana. 


-En la tarde iré por tus cosas, es temprano, así que aprovecha de dormir un poco, vendré en un par de horas para enseñarte las reglas de la casa y todo lo demás-. 

-Ok-.


Shisui le sonrió y se fue, dejándolo completamente solo.


Flug se dejó caer en su nueva cama, respiró muy hondo y, en vez de llorar o lamentarse, sonrió ampliamente.