miércoles, 25 de enero de 2023

PaperPunk Cap 7: The Judge



Si existía una criatura genuinamente incapaz de amar, ese era el Nephilim. Su corazón estaba hecho de fría plata, su sangre era una sustancia dorada y tan fría que congelaba al tacto. Literal y metafóricamente, era frío e insensible. 

Solo lo movían su fanatismo religioso, su propio narcisismo y la hipocresía de su lujuria. Eso era lo único que le daba un poco de calidez, los placeres carnales que tomaba a la fuerza, a sus ojos otros eran meros objetos de placer. 


Black Hat era su juguete favorito, bella criatura hecha de pura maldad, podía jugar con él todo lo que quisiera sin romperlo, la agonía del demonio y su propio placer podían ser eternos.

Nunca antes, o después, encontró otro que le gustara tanto, que lo satisficiera de tal manera, a quien encontrara tan delicioso y tentador. 


Pero...Pues Hatfield se le acercaba bastante, se parecía un poco a Black Hat, su cuerpo y alma estaban manchados con su oscura esencia. Le gustaba lo desafiante que era, como le hacía frente a pesar de ser un simple humano. 

No le temía como Black Hat, no era dócil en lo absoluto en su presencia, era un insolente que quizás merecía un buen castigo, pero le era más útil vivo, así que mantenía su distancia. 


De todas formas, realmente se le antojaba besarlo y arrancarle esa lengua venenosa e irreverente. 


Lo observó ahí sentado, la puntiaguda nariz bastante metida en un libro de magia negra. Lucia de unos ¿Cuarenta años? Aunque en realidad tenía un par de siglos, pero la maldición había detenido su envejecimiento y lo había hecho inmortal. 

August siempre había preferido sus víctimas más jóvenes y tiernas, ese hombre de seguro tenía la carne dura, pero aun podía sacarle unos buenos gritos ¿No es así?


-¿Qué tanto miras?-Hatfield le habló sin levantar la vista del libro, llevaba todo el rato sintiendo la mirada del otro encima suyo.

-Nada ¿Que tanto haces?-.

-No tiene importancia-cerró el libro-Necesito aire-se puso de pie y se marchó, no molestandose en disimular que estaba apurado. 


Hatfield bajó a los calabozos y no se detuvo hasta llegar a una celda que poseía un único prisionero, un lobo enorme, gruñía y babeaba como un perro rabioso. La escena lo hacía sonreír, había logrado capturar a un dios, nada podía detenerlo, pero entonces...Entonces ¿Que era esa incertidumbre?


-Jajaja ¿Que pasa Lucian?-Shisui habló, sonaba desquiciado, lucia como un lobo, pero ciertamente su voz en ese momento recordaba a una hiena-¿Algo en tu negro corazoncito te molesta?-rió más, para luego vomitar una madeja de hilos rojos mezcladas con bichos. 

-Callate, luces miserable ¿Lo sabías?-.

-Si bueno, no eres tú el que está infectado de parásitos...-se echó, respirando agitadamente-Aunque, supongo que te infecta algo peor-. 


Hatfield lo miró en silencio, ese dios entrometido que ahora no hacía más que jadear y vomitar y que ya ni siquiera podía mantener su forma humana. 


-Quizás te sorprenda, dios de la luna, pero no todos somos esclavos de los caprichos del corazón-.

-Tienes muy mal gusto, Lucian-le sonrió, la enorme boca llena de colmillos, la baba sanguinolenta-Pero, haz lo que quieras, ya veremos qué dice el destino-.


Hatfield se giró, dispuesto a marcharse, cuando estaba a mitad del pasillo, la voz del lobo llegó nuevamente a sus oídos.


-Lo sabes ¿No es así? Lucian, con el Nephilim es cosa de una sola vez, vas a morir y el devorara completos tu cuerpo y alma, ya no podrás volver-.

-¿Insinuas que siquiera puedo volver? Si muriera ahora mismo ¿Voy a reencarnar?-cuestionó, sin mirarlo.

-Puede ser, quizas seria un buen castigo para ti, mi bendición-.


Shisui se largó a reír como un desquiciado y Hatfield prefirió dejarlo solo. 


El plan era, en esencia, bastante simple. Black Hat tomaría el trono del Diablo, Hatfield estaría detrás moviendo los hilos. 

Estaban juntos ante una amplia mesa, repleta de papeles y libros.


-En este momento no tienes mucho poder, My Dear, sin mencionar que a tu creador no le interesas en lo más mínimo...-.

-Gracias por recordarmelo-.

-Pero eso es algo bueno, porque no se espera nada de ti y no te tiene vigilado-continuó, ignorando la interrupción-Con mi guia, te harás de aliados y seguidores, un ejército con el cual derrocar a tu padre-.

-¿Quieres armar un culto como la última vez?-.

-¿Te acuerdas?-le sonrió.

-Un poco...-suspiró-Realmente pensaba relajarme esta vez, Mr Hatfield-dijo, su voz cargada de veneno, odiaba tener que ser sumiso y sonar tan respetuoso.

-Pues no puedes-lo tomó de la nuca, acercando mucho sus rostros-Vas a ocupar ese trono, My Dear, quieras o no-.


Black Hat intentó alejarse, pero las manos de Hatfield se sentían pesadas sobre él, simplemente asintió, ligeramente resignado. 


-No entiendo para que quieres al Nephilim-intentó mirar los planes sobre la mesa, en vez de al hombre enfrente suyo. 

-Habrá demonios muy difíciles de matar ¿No es así? Los que no se nos unan, serán comida de Nephilim, así de simple-sonrió, los dientes blancos, los colmillos prominentes.


De no saber mejor, Black Hat habría pensado que el sujeto era un vampiro, ciertamente era del tipo, un noble ambicioso, predatorio y clasista. A decir verdad, al demonio ese humano le recordaba a sí mismo, eso le molestaba en sobremanera, recordaba vagamente que Hatfield alguna vez le había gustado, en esos momentos le parecía de lo más ilógico, quizás en el pasado había tenido peor gusto, sin duda había sido más narcisista, buscando alguien que se le parecía. Quizás había algo de inseguridad también, si...Lo recordaba, había seguido fielmente a ese hombre, porque tenía buenas ideas, porque le atraía y quería su aprobación. 


Se parecían el uno al otro en manerismos, en ambición, incluso en sus formas de vestir. Quien había imitado a quién, era difícil saber, quizas habian sacado un poco cada uno sin darse cuenta. 


-¿Por qué no quieres? ¿Es solo porque debes obedecerme? No veo razón para que le seas leal a ese hombre-.


Hatfield lo miraba con intriga, era una pregunta extrañamente sincera de su parte.


-No le soy leal a Seto, es solo que...No quiero...-suspiró-Si esto no resulta, el que terminará afectado será Flug, no yo-.

-¿No lo protege ese dios?-.

-¿Cuál? ¿El que tienes encerrado en el calabozo?-resopló-Mr Hatfield, no es que no me intrigue su plan y, ciertamente, tengo que obedecerle, pero no crea, ni por un instante, que hago esto por mi propia voluntad, mientras eso se sepa, mientras él sepa que es idea suya y no mía, el alma de Flug estará a salvo, así de simple-. 

-Hn...Haz cambiado, My dear-se apartó de él, lucía molesto.

-Un poco, por él al menos-admitió-No tengo compasión por otros, si eso es lo que le preocupa-.

-Me da igual-negó-Solo me sorprende, que seas capaz de cambiar en lo absoluto-. 

-¿Y usted no lo es? Mr Hatfield-lo miró fijo, con suspicacia.

-No-.


Cuando terminaron con su estudio de los planes futuros, Hatfield escoltó a Black Hat de vuelta a su cuarto. Lo habían mudado a él y a su doctor a aposentos más cómodos. 


Flug estaba ahí, esperando, tenía un tobillo encadenado, no era una cadena visible, si no un artefacto mágico que lo mantenía sujeto a las inmediaciones de aquella habitación. No podía cruzar la puerta. 


Hatfield abrió la puerta, viendo con desprecio como a ambos se les iluminaba el rostro al verse. 


-Nos vemos más tarde, My Dear-le robó un agresivo beso y se marchó, relamiéndose. 


Black Hat se limpió la boca con asco y cerró la puerta. No perdieron tiempo en abrazarse, enlazandose con cariño, compartiendo un tierno beso. 


-¿Se encuentra bien?-.

-Estoy bien, Hatfield mantiene sus manos para sí mismo, mayormente, y no deja que August se me acerque-.

-Bien...-le acarició una mejilla, la idea de que estuviesen tocandolo sin permiso le hacía hervir la sangre.

-Y todo va a de acuerdo al plan, Doctor~-.

-Perfecto-sonrió.


Hatfield iba caminando por los pasillos, de vuelta a su estudio, cuando la alta figura del Nephilim se interpuso en su camino. 


-¿Necesitas algo? August-no le gustaba cuando se le aparecía así de repente.


August no le dijo nada, se inclinó, lo tomó de los hombros y lo besó sin más, conteniendose de darle un buen mordisco.

Lucian se tensó completo, los ojos muy abiertos, completamente anonadado y sin saber que hacer, no fue hasta que el rubio lo dejo ir que fue capaz de reaccionar. 


-¡Cómo te atreves!-le gritó, golpeándolo con su bastón en las costillas, se sentía como golpear una pared de cemento. 

-Sabes a Ragna...-se saboreó con deleite-No es justo ¿Sabes? que puedas tenerlo y yo no-.

-Te he dicho que seas paciente-se limpió la boca con un pañuelo-No vuelvas a hacer eso-.

-Como si no te hubiese gustado-sonrió, burlón y cruel.


Hatfield, sin saber qué más hacer, lo evadió como pudo y se marchó rápidamente. 

Cuando estuvo lejos se apoyó contra una pared, hiperventilando. 


¡No, no no! ¡NO ÉL! ¡Una cosa era que le gustara Black Hat! ¿¡Pero...Pero ÉL!?


Hatfield ya lo sabía desde hacía un tiempo, las palabras del lobo lo confirmaban, ese temblor en todo su cuerpo y el corazón latiendo deprisa lo confirmaban. 


-Estoy jodido-se lamentó con una leve, lastimera, risa


¿Por que tenía que ser él? August Richter, el juez y ejecutor de todo lo corrupto, de personas como él. 


Hatfield lanzó un suspiró y empujó esos sentimientos absurdos atrás, muy atrás, en su mente y su corazón. Tenía cosas más importantes que hacer. 

 

Lucian era un excelente estratega, un conocedor de las artes demoníacas, un warlock y un hombre de negocios, si alguien podía usurpar el trono infernal era él, simplemente necesitaba la herramienta adecuada y ese era Black Hat.


Convenientemente el, ahora, joven demonio, carecía de poder y status, nadie en el Infierno le prestaba atención, así que podían confabular en paz, sin levantar sospechas. 


Poco a poco, amazo poder, un culto, riquezas. Mientras más contratos hacía firmar con el demonio, más crecía el poder del mismo, lo forzó a volver a Infierno, a involucrarse en asuntos políticos, a cambiar su imagen para que lo tomaran enserio y así conseguir aliados y colegas.


Hatfield formó un culto que adoraba a Black Hat como a un dios y Black Hat formó un clan de demonios del que era cabecilla, admirandolo por lo rápido que había crecido, por su poder, ansiosos de escalar ellos mismos en la sociedad infernal. 


No tardó en recibir título de noble, su padre era un burócrata y un firme creyente en la meritocracia, así que si su creación se merecía un título, se lo iba a dar, incluso si no tenía la mejor opinión de él. 


Primero Barón, luego Conde, Marqués, Duque... Y entonces..


Lord Black Hat Primer Duque del Infierno.


El máximo título después de los Príncipes y Princesas que representaban los pecados capitales, el siguiente en línea para ocupar cualquiera de sus puestos. Tercero debajo del Príncipe de la Avaricia y el Orgullo, el Rey, su padre, Seto. 


Todo eso se llevó en relativa paz, un calmado proceso donde no se levantaron sospechas, todos pensaban que simplemente Black Hat había decidido dejar los juegos y volver a ser el demonio ambicioso de siempre. 


Habían pasado un par de siglos.


Black Hat se sentía conflictuado, por un lado era esclavo de la voluntad de Hatfield y sobre él pesaba la constante amenaza del Nephilim, nunca se sentía tranquilo ni en paz, era constante paranoia, pero por otro le gustaba su nuevo estatus, sabía que alguna vez había sido suyo, pero había renunciado, una y otra vez, para seguir a Flug en su mortalidad, lo recordaba vagamente y alguno demonios viejos se lo habían mencionado.

No se arrepentía de ello, pero le gustaba estar recuperando un poco de su viejo yo, aunque no fuese bajo sus propios términos. Sabía, internamente, que su plan para aquella vida no había sido ese, quería tomarse unas vacaciones, por así decirlo, pero Lucian y August habían interferido.

Mayormente, le molestaba no poder disfrutar plenamente de su tiempo con Flug, los siglos pasaban y la vida de su doctor se hacía más corta y él estaba obligado a perder tiempo en aburridas reuniones políticas. 


Flug no decia nada, jamás se quejaba. Cuando estaban juntos, lo apretaba bien fuerte entre sus brazos, temeroso de que de un momento a otro se lo iban a quitar, de que iban a hacerle daño y que no iba a verlo nunca más. 


Sentía que lo amaba y ese sentimiento aun lo asustaba un poco, no por sí mismo, sabía que no iba a ser rechazado, pero sabía que su vida llegaría a su fin tarde o temprano y odiaba la idea de romperle el corazón, de dejarlo solo con esos dos. 


-Te amo...-le murmuró, sin pensar, en el calor del momento, tan íntimamente enlazados que se sentían como uno solo.

-Jeje, mira cuando se te ocurre decirlo-Ah...También te amo-dijo entre jadeos-Y...Lo siento mucho-.


Flug se apartó solo lo suficiente como para poder mirarlo a los ojos, intrigado.


-Te he arrastrado a todo esto conmigo, lo siento-.

-No, no tiene importancia, sería mucho peor no tenerlo en lo absoluto-.

-Oh, mi Doctor-ronroneó, complacido-Nos esperan cosas difíciles y estos siglos no han sido fáciles tampoco-lo abrazó con cariño y desesperación-Gracias, por quedarte-.

-Siempre, Jefecito, no lo dude-.


Serían tiempos difíciles porque, ahora que tenía poder y estatus, solo quedaba la guerra.