domingo, 18 de diciembre de 2022

En lo profundo Cap 6: Pérdida

 



“-Lo trataremos como un embarazo convencional entonces-.”


Eso era lo que Flug había dicho, pero aquel proceso de normal no tenía nada, en un par de días el vientre de Black Hat creció un poco, durante ese tiempo su comportamiento fue de lo más extraño, se portaba distante con Flug, concentrado en armar algo que, claramente, era alguna clase de nido. Lo armó sobre la cama, compuesto de suaves telas y cojines. A Flug le parecía adorable y, por supuesto, estaba feliz, pero no le hacía gracia tener que dormir en el sofá, alejado de su esposo.

Y luego, asi de repente, el demonio desapareció por horas, solo para volver con algo en brazos. 

Flug, que había estado todos esos días de lo más preocupado, sintió la urgencia de gritarle por irse sin avisar, pero al verlo llegar cargando algo, su enojo se transformó en ansiedad. 


Lo que Black Hat sostenía no era un bebé, si no un huevo muy grande, su cáscara era negra, semi transparente y, en su centro, algo rojo y luminoso titilaba. 


-¿Por que no me dijo nada?-le reclamó, acercándose con cierta cautela, el huevo lucia fragil, le daba la impresión de que solo mirarlo demasiado lo iba a romper. 

-No lo sé, solo seguí mi instinto-suspiró, se lo veía cansado- Y fue muy desagradable, no me hubiera gustado que lo vieras-. 

-¿Se encuentra bien? ¿Necesita algo?-Flug temblaba en su sitio.

-No estés tan ansioso- lo miró con diversión-Estoy bien, solo necesito dormir un poco-.

-¿Y qué hacemos con...?-Flug atentó a tocar el huevo, pero Black Hat se lo impidió, retrocediendo y apegándolo más a su cuerpo.

-Es mio...-le siseó con furia-Si lo tocas te quedas sin manos, Doctor-lo amenazó, salivando como un animal rabioso. 

-Ok, ok ... Instinto sobreprotector, entendido-suspiró.

-Preparamé un baño y más te vale no haber desarmado mi nido-le gruñó.

-No, claro que no, no me atrevería-sonrió. 


Entraron a la casa y Black Hat dejó su huevo con cuidado sobre el nido que había armado, lo miró y sintió una profunda inquietud. 


-No creo poder tener otro-le confesó a su pareja, rodeandose el vientre con sus propios brazos. 

-Black Hat...-.

-Si no resulta, no podré darte otro-.

-E-eso no lo sabemos, quiero decir, todo saldrá bien-lo abrazó con suavidad, asustado de  verlo tan...Frágil.

-No...Me esforcé demasiado- se acurrucó en sus brazos y sollozó ligeramente, su cuerpo adolorido, demasiado agotado para reprimir sus emociones-Tuve que usar mucho de mi poder para que siquiera pasara, si no sobrevive, ya no podré volver a intentarlo-. 

-Todo va a estar bien-le acarició la espalda, suave y con cariño-Lo cuidaremos y todo saldrá bien-. 


Tras darse un largo baño caliente, Black Hat se acostó junto a su huevo, abrazándolo con suavidad, Flug se acostó de lado contrario e hizo lo mismo, el huevo quedando entre ambos. 


-Es muy hermoso-Flug acarició la cáscara, prefiriendo ignorar que Black Hat estaba viéndolo con mala cara, era suave como cristal, el rojo del centro titilo un poco más rápido. 

-Lo es...-asintió-Y es muy delicado-.

-Se nota-asintió también.


Black Hat sentía miedo, si algo le pasaba a ese huevo, si lo que crecía dentro no nacía... Ya no podría volver a intentarlo, ya no podría hacer a Flug feliz. 

Le preocupaba también la criatura en sí, nunca había siquiera considerado crear algo tan frágil, algo que era suyo y de alguien más, ya la amaba y eso lo sorprendió porque creía que era sólo capaz de amar a Flug, pero amaba a la delicada cría de ambos también. 


-Espero que sea niña- el demonio sonrió.

-Yeah, eso sería genial-acordó Flug, aunque en realidad le era indiferente, la sola idea de tener una familia lo hacía sentir en las nubes. 


A partir de ese día Black Hat dedicó cada segundo a proteger su huevo, era para él más valioso que cualquier tesoro, negocio o alma que pudiese devorar, solo Flug lo superaba y era obvio para ambos quien debía ser prioridad primero en esos momentos. 


Flug era feliz, aunque no podía evitar preocuparse y sentir incertidumbre, pero solo acompañaba a su esposo tanto como podía, se dedicó a hacer su vida lo más cómoda posible, a servirlo en todo para que no tuviera que apartarse del huevo un minuto más de lo necesario. Amaba verlo, era adorable y solo lo hacía sentir más enamorado que nunca. 


El ser dentro del huevo creció y creció, su luz aumentando dentro del huevo. Cuando Black Hat acariciaba la cáscara, latía con fuerza, cuando Flug le cantaba con suavidad se movía de un lado a otro, alegre. 


-¿Cuánto cree que le falte?-.

-No lo sé, un par de semanas más, quizás-Black Hat estaba, como siempre, en su nido, sosteniendo el huevo entre sus brazos y piernas, protegiéndolo como lo haría una serpiente. 

-Deberíamos pensar nombres, comprar algunas cosas-se sentó detrás suyo y lo abrazó, rodeandolo tambien.

-Si, supongo que deberíamos-ronroneó, apegándose a él-Pero nada demasiado lindo-.

-Las cosas de bebé son típicamente lindas, Jefecito-.

-Mmm...-suspiró-Pues no me gusta-. 

-Caprichoso- le besó el cuello-Sabe, desde que tenemos nuestro huevo, usted se siente más cálido-sonrió.

-Bueno, es que necesita calor ¿No?-.


Se quedaron en silencio, contemplando el delicado fruto de su union, se escuchaba un leve latido. 


-¿Eres feliz? Flug-.

-Mucho ¿Usted?-.

-Demasiado-. 


Y, por un tiempo, todo fue dicha. La idea de esa pequeña familia los hacía tan auténticamente felices, era como un sueño.

Sabían ambos, muy en el fondo, que no merecían felicidad, ellos dos siendo quienes eran y haciendo lo que hacían, no traían más que desgracias a aquel mundo y aun así, ahí estaban, en ese pedacito de paraíso, esperando a que su familia fuese completa. 

Fue una mañana particularmente fría en la que todo se derrumbó, así de repente y sin aviso previo. 


El huevo ya no tenía su luz. 


Black Hat dio un grito desgarrador y su repentina pena provocó una furiosa tormenta, truenos, relámpagos, granizo, un remolino formándose en las aguas... 


Flug lo dejó desahogar su dolor y se permitió llorar también, habían esperado y deseado tanto, le habían dedicado tanto cariño y esfuerzo, pero parecía que el destino no estaba a su favor. 


-¡No puedo hacerte feliz!-exclamó el demonio de repente, entre sus llantos agónicos-¡No puedo darte lo que necesitas para ser feliz!-se llevó las manos al rostro y se clavó las garras, haciéndose daño-¡Roto! ¡Incompleto! ¡No te sirvo!


Flug, que hasta ese momento había estado en la cama, sosteniendo el huevo vacío, se bajó y se apresuró a detenerlo.


-Basta, no diga eso...- se quitó la bolsa, arruinada de tanto llanto-No es verdad y lo sabe-.

-Ya no puedo darte hijos, nunca pude...-le tomó el rostro entre las manos-Quería una niña, que se viera como tú, con tu cabello y tus ojos, ahora siempre nos faltara algo, algo que por mucho que me esfuerce nunca podré darte-. 


Flug lo miró, lágrimas aún fluyendo, no sabia que decirle. 


-Los mortales siempre quieren lo que no pueden tener-continuó-Siempre vas a desear algo que no puedo concederte-.

-Black Hat...-.

-¿Qué haré si dejas de amarme? ¿Qué haré si prefieres a alguien que pueda darte lo que yo no?-se lamentó, intentando ahogar su llanto. 

-No haré nada como eso-negó-Estaremos bien, solo los dos-lo abrazó con fuerza, acariciando su espalda como siempre que hacia cuando el otro necesitaba confort-Quizás, esto siempre va a doler, pero estaremos bien, con el tiempo-. 


Black Hat tembló en sus brazos y se largó a llorar de nuevo, pero esta vez en un silencio lleno de angustia. 


-Mi niña, mi niña...-murmuró entre sollozos. 


Flug nada más lo sostuvo y lloró en silencio también. 


Enterraron el huevo tras la casa, donde Black Hat había cultivado un pequeño jardín, realmente no tenían un nombre que poner en la improvisada lápida, asi que en cambio escribieron algo más. 


Nuestra Niña


Black Hat no dijo nada, pero estaba seguro de que si su hija había estado realmente viva en algún momento, debía de estar en el Infierno ahora mismo. Hija de un demonio y un no muerto, hija de pecadores, su pequeña alma condenada desde el inicio.

Era cruel, incluso para alguien como él, aquello era cruel. 


Ambos cayeron en su propia versión de duelo y depresión, Flug se enfrascó en su trabajo, en mantener su mente ocupada y descargar sus frustraciones en sus sujetos de estudio.

Black Hat decidió ahogar su pena en una botella, o varias, se sentía miserable e inadecuado, sentía que su padre había tenido razón todos esos milenios, que no era más que una decepción, no era justo, eran cosas que salían de su control, odiaba eso, que algo no estuviese a lo que era su voluntad, pero ni siquiera él podía ir en contra de lo que estaba escrito en piedra. 


Con el tiempo volvieron a sus vidas normales, se amaban y eran consuelo el uno para el otro, pero siempre estaba ahí ese vacío, era algo que simplemente nunca podrían saciar.


Habían considerado adoptar, pero Black Hat no tenía interés en niños que no fuesen de Flug y que este tuviese hijos con alguien más no era una opción viable, el demonio era demasiado celoso para ello. 


A veces, cuando no podía dormir, Black Hat pasaba la noche bebiendo, aterrado del futuro. No podía darle a Flug una felicidad completa y temía, cada día que pasaba, que buscara esa felicidad en alguien más y entonces él sería arrastrado de vuelta al mar para ser el juguete de August. 


Flug no tenía tales planes porque, a pesar de todo, era feliz con él, pero Black Hat no sabía eso e, inconscientemente, no se permitía ser feliz y tener paz. 


Todo esto era observado por August, había permanecido paciente y observante todos esos años, quizá ya era buen momento para interferir, había entre ambos una herida a medio sanar, había inseguridades, deseos inconclusos, mentes fáciles de manipular. 


Sin embargo, necesitaba ayuda. 


En aquel pueblo costero cercano a la isla del faro, vivía una ninfa, una criatura de agua dulce, prima de las sirenas, pero que a simple vista lucia como una mujer normal. 

Era una chica seductora que gustaba de la atención de otros, presumía de su belleza, buscaba constantemente halagos y adoración. Sin embargo había alguien que no le hacía caso y eso hería su orgullo. 


Ese doctor rarito, ni siquiera la miraba, ella realmente no entendía porque le molestaba, quizás ese hombre le gustaba de verdad o solo estaba celosa no más porque sí. 


Lo conocía desde hacía un tiempo, eran amigos podría decirse, lo había conocido cuando él era mucho más joven, recién llegado al pueblo y ella, como siempre queriendo ser el centro de atención, se había encargado de entablar una amistad, además nunca le sobraba alguien que llevara sus cosas cuando iba de compras o que le hiciera algún favor. 


Pero cuando el doctor conoció a esa ... Cosa, empezó a ignorarla por completo y ya ni siquiera se hablaban. 


Para Cecilia Amanda Kelly aquello era inaceptable. 


Su naturaleza de ninfa era un secreto y eso era bueno, hombres y mujeres eran fácilmente manipulados por sus encantos sobrenaturales, su esencia nublaba la mente y los convencía de seguirla hasta el fin del mundo. 

Ciertamente, era algo que el Nephilim podía aprovechar a su favor.