jueves, 24 de noviembre de 2022

Admirandote Cap 6: Olvido

             


             -¿C-como el de Sherlock Holmes?-.

-Ese mismo-.

-¡Pero si eso es ficción!- Flug hasta parecía ofendido por la idea, exclamando haciendo uso de sus brazos.

-Lo es para ti-el lobo rió-Él es bastante real y es mi esposo-.

-¿Qué?...-.

-No lo pienses mucho, Flug-Black Hat le restó importancia y se acercó a la ventana a observar.

-P-pero...¿Que?-Flug se dejó caer en una silla cercana.

-Ay, si supieras lo que es ficción y lo que no- Shisui sonrió como si nada, con dulzura-¿Té?-.



En otra parte, Hatfield tamborileaba nerviosamente sobre un mapa ¡¿Dónde estaba?! ¡¿Dónde diablos se había metido ese niño?!

Él y ese condenado doctor habían huido juntos ¡Vaya atrevimiento! ¡Si solo pudiera dar con ellos, les enseñaría a no desafiarlo nunca más!

Lucian tenía colegas dentro de la propia organización, hombres dispuestos a apuñalar a cualquiera por la espalda por él, incluyendo al demonio al que supuestamente servían. 

Estaban trabajando arduamente para encontrar a los fugitivos, pero no tenía caso, era como si se los hubiera tragado la tierra. 


Hatfield se encontraba extrañando a su exotico juguete, haberlo perdido era inadmisible. 


Al principio había creído no tener interés en otros hombres, ni mucho menos en esa criatura infernal de peculiar apariencia, esa cosa inhumana que a su vez parecía intentar imitar algo humano, sus extrañas proporciones de maniqui, su piel de serpiente, su falta de nariz y orejas, la boca que se extendía más de lo necesario, los dientes como dagas...

Pero tambien tenia ese cuerpo grácil, delgado con sus curvas justo donde las necesitaba, una delicadeza y una fragilidad sutiles, Hatfield a veces se encontraba mirándolo, deseando sujetarlo y apretarlo tanto como pudiera, a ver si se rompía, de seguro se volvería a armar sin problemas, sin importar que le hiciera a ese lindo cuerpo suyo. 


El mocoso lo había seducido con la idea de placeres fuera de este mundo, con las promesas de poder y gloria.


Hatfield había descubierto que en verdad lo deseaba, específicamente deseaba dominarlo, usarlo a su antojo. Lo hacía sentir poderoso, intocable, invulnerable. El chico, con todo su poder, con lo temible que era, era también maleable, ingenuo y desesperado por un mínimo de aprobación y afecto. Lucian se había divertido manipulandolo, llenando su mente y cuerpo de venenos, aislandolo del mundo para que fuese solo suyo, su invaluable tesoro, su avecilla exótica en su jaula de oro. 


Pero el doctor había abierto la jaula y dejado a su ave escapar.


Quizás, la próxima vez, le cortaría del todo sus alas. Conocía los métodos, nadie sabía más de lo oculto que él, sabía exactamente qué hacer para mantener a un demonio bien sujeto. 


-Tsk, condenado niño- Hatfield miró el mapa con odio-¿Dónde te metiste? My Dear-.


Quizás Hatfield había hecho a Black Hat adicto al alcohol y las drogas, pero Black Hat había hecho a Hatfield adicto a él. Ansiaba cada vez más volver a tenerlo a su merced, extrañaba su presencia, sus ruegos y sus gemidos ¿Por que no podía haberse portado bien? Solo tenía que ser obediente y quedarse donde le decían, pero nooo, tenía ese capricho con aquel doctor patético. Ahora tendría que tenerlo sujeto con cadenas y hacerlo sufrir de verdad.


Lucian se saboreó con anhelo. Solo era cosa de encontrarlo.


Era extraño, en el fondo Hatfield estaba enamorado de él, pero su amor era retorcido y posesivo, subyugado por su ambición, lo quería todo para él como quería fortuna, fama y gloria, un tesoro más en su colección. Lo quería todo para sí mismo, su atención, su poder, su adoración...


¡Oh, si solo pudiera ponerle las garras encima de nuevo!


Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, parecía imposible dar con Black Hat. Pasaron las semanas y, una noche especialmente fría, mientras Hatfield contemplaba el fuego del hogar con puro desdén, furioso con el mundo y consigo mismo, una figura figura esbelta se hizo presente de entre las sombras.


Hatfield se lo quedó mirando y casi se le cayó el vaso que tenía en la mano.


-¿My Dear?-.

-Mr Hatfield~- el demonio ronroneo, sonaba profundo, como un gruñido.


Lucian lo vio avanzar de entre la oscuridad, primero los brillantes zapatos con sus spats blancos, las largas piernas, la delicada figura envuelta en negro, finalmente el rostro sonriente de colmillos que parecian brillar en la oscuridad, el ojo felino, el monoculo que recordaba a la luna, el sombrero de copa...


-¡My Dear!-Hatfield se puso de pie, intentando parecer seguro, pero la verdad es que le temblaban las piernas, por alguna razón estaba aterrado-¿Dónde te habías metido? Ven...- le ofreció un abrazo.


Black Hat avanzó hacia él, aceptando el gesto. Se abrazaron y Lucian se olvidó de su repentino temor. 


-Has sido travieso, My Dear, te advertí que te comportaras- lo abrazó con firmeza, en aquella penumbra y en la posición en la que estaban, no podía verle el rostro. 

-Mr Hatfield...-.

-¿Si?-.

-Sabe, Mr Hatfield, todo lo que usted tenía que hacer era tratarme bien-le dijo con calma, clavándole las garras en la espalda, solo apenas. 

-...-.

-Solo debía tratarme bien, quererme, ser gentil-.


Mientras hablaba, detrás de su voz se escuchaba el bufido de un reptil, las sombras a su alrededor tomaban formas siniestras y las afiladas garras se clavaban más y más en aquella espalda.


-My Dear, sueltame- exigió, intentando apartarlo, pero se sentía como intentar empujar una pared. 

-Ya no me llames así, Hatfield-siseó, mirándolo, su ojo un espiral de locura, el monóculo rojo como la sangre- Solo debías quererme, Hatfield, habría hecho el mundo arder por ti solo me hubieses tratado bien-.


Lucian lo miró con puro pavor, pero al mismo tiempo le hacía gracia que ese niño le reclamara el no ser querido, así que sonrió torcidamente.


-Oh, My Dear, hablas como si tuvieses corazón y todo-.

-Tengo un corazón...- su voz se quebró ligeramente-Y te lo ofrecí y jugaste con él- lo apartó de un empujón y, en cambio, le puso una única mano en el rostro, haciendo fuerza y obligandolo a hincarse. 


Hatfield sintió terror nuevamente, ahí de rodillas en la alfombra, esa mano helada en su rostro, la oscuridad y ese demonio su única compañía. 


Black Hat lo miraba fríamente, su mano cubriendole la mayor parte del rostro, aun podía ver sus ojos a través de sus dedos. 


-Solo debías amarme, Hatfield- le reclamó, herido. 


Lucian lo miró, aterrado e incrédulo, sabiéndose muerto, y rió.


-¡Como si alguien pudiera amar a un monstruo como tu! ¡¿Qué vas a hacer?! ¡¿Matarme?! ¡No te tengo miedo!-. 


Black Hat resopló, viéndolo desesperar y escupir saliva, no entendía que había visto en ese hombre patético, pero al menos ahora le serviría de algo. 


-No voy a matarte, Hatfield, haré un ejemplo de ti-.


Y como si eso fuese una esperada señal, Shisui y Flug entraron a la habitación, llevando a los aliados de Hatfield bien sujetos con cadenas, uno a uno los obligaron a hincarse en el suelo, a observar. 


-Voy a usarte como ejemplo de lo que pasa con aquellos que osan jugar conmigo, oponerse o confabular en mi contra, etc, etc...- hizo un ademán de desdén con su mano libre-Se entiende la idea-. 


Hatfield tragó duro, sospechaba que le esperaba algo peor que la muerte.


-Te maldigo Lucian B Hatfield- pronunció, frío y solemne-Te maldigo para que tu nombre sea una nota al pie de una página, te maldigo para que nadie recuerde tu rostro, ni tu persona-.


A medida que hablaba, algo negro surgia de su mano e iba extendiendose por el rostro de Hatfield, consumiendolo. El hombre estaba en agonía, pero no podía moverse ni gritar, se sentía como si miles de agujas le atravesaran la piel, era algo helado y horrible que llegaba profundo, adhiriéndose a él. 


-Te maldigo para que nunca puedas morir, te maldigo para que cada foto y retrato tuyo sea una ventana por la que puedas verme, me veras triunfar, crecer y expandirme sin ti, me veras amar a otro y veras todo lo que perdiste por atreverte a jugar con mi corazón- sonrió, siniestro-Te maldigo para que nunca obtengas gloria, ni poder, ni fama, te maldigo para que siempre estés en pena, sin descanso, te maldigo para que no puedas hablar tus sucias ideas y envenenar a los que te rodean, te maldigo a una eternidad deseando cosas que no puedes obtener, tu rostro oscurecido por siempre, un ejemplo para el resto del mundo-.


Lo soltó, empujándolo y limpiándose la mano con asco.


Hatfield gritaba, pero era inaudible, su rostro estaba completamente negro, sin facciones, nada distintivo aparte del monóculo. Era como si una máscara negra se hubiese fusionado con su piel. El hombre intentaba arrancarse aquello, pero solo logró hacerse sangrar y dichas heridas se cerraron de inmediato, prueba de que había sido condenado a una cruel inmortalidad. 


-¿Alguno de ustedes quiere este mismo destino? Porque podemos arreglarlo-le sonrió a los otros prisioneros.


Los hombres miraron a Hatfield, aún arañandose la piel, revolcándose en la alfombra con desesperación, todos negaron al unísono. 


-Excelente, Shisui ¿Por qué no llevas a los prisioneros a un sitio más...Cómodo?- siseó con malicia.

-Con gusto- Shisui sonrió con su dulzura habitual y se los llevó a todos de ahí, menos a Hatfield. 


Flug, que había estado callado todo el rato, se acercó a su jefe y lo besó con suavidad.


-¿Se encuentra bien? Jefecito-preguntó, rodeandole la cintura con un solo brazo. 

-Perfectamente...- miró a Hatfield retorcerse y sonrió-¿Quieres hacer algo con él? Puedes torturarlo tanto como quieras y no se va a morir-rió.

-Oh, ya se me ocurrirá algo- Flug miró al otro hombre con asco y lo pateó en las costillas, haciéndolo rodar bastante lejos-Aunque, no es tan divertido si no puedo oír sus gritos-. 

-Oh, mi sádico Doctor~- ronroneó, ocultando el rostro entre el cuello y el hombro de Flug-Te amo-.


Flug suspiró ante eso, feliz y aliviado, lo abrazó con fuerza y sonrió.


-Yo también lo amo, Jefecito-. 


Pasaron los siglos, el mundo cambió, el culto y la organización progresaron. 

Black Hat y Flug seguían ahí, juntos, inseparables. 


A veces, cuando se encontraba solo, Black Hat le hablaba al retrato de Hatfield, sabiendo que el otro estaba en alguna parte, escuchándolo.

Le contaba de sus logros, de Flug, de muchas cosas que sabía lo pondría furioso. 


-Vamos a casarnos, Mr Hatfield ¿Que le parece? A los humanos por fin se les ocurrió hacerlo legal-rió con inusual alegría- Supongo que a usted no le hace gracia ¿No es así? Si le sirve de consuelo, Mr Hatfield, un día mi querido doctor va a partir y me quedare solo...-sonrió con burla-Pero, entonces va a reencarnar y usted nos verá enamorarnos de nuevo ¿Qué tal?-.


Se deleitaba hablándole en ese tono de antaño, mientras le decía cosas horribles y lo tentaba con placeres que no podía obtener. 


-Jefecito- Flug llamó su atención- Sinceramente, no se porque sigue hablándole siquiera-.

-No seas celoso, Flug, solo lo atormento-.

-Aun así, un día de estos vendré con un lanzallamas-.


Hatfield, en alguna parte, observaba. Consumido por los celos, el paso de los años irrelevante, pero era inutil ser inmortal si no podía hacer nada con ello más que ver a quién debía ser suyo con alguien más. 

Sin embargo era incapaz de arrepentirse, solo sentía rencor y odio, la venganza inalcanzable, atormentandolo por siempre. 


FIN







Admirandote Cap 5: Hambre

 




Era una cabaña acogedora en medio del bosque, de las montañas nevadas. Frente a la misma un lago congelado. Todo era blanco hasta donde alcanzaba la vista. Pacifico silencio, perfecta solitud. 


Black Hat estaba en la cama más blandita del mundo, calentito y cómodo, por el momento no había preocupaciones, solo esa comodidad. 

Flug lo abrazaba, protector. 


El demonio soñaba con cosas vagas, sueños difusos, viejas memorias mezcladas unas con otras. 

Había vivido tanto y tan poco, prácticamente un niño para su especie, criatura antigua para los mortales, pero eso era solo en edad, mentalmente tenía esa ingenuidad de los veintes, ese orgullo que le decía que podía pasarle al mundo por encima y nada malo iba a sucederle. 


Había aprendido su lección. 


Los humanos eran despreciables, al menos los demonios eran conscientes de su propia naturaleza, eran malos y punto. Los humanos fingían bondad, dulzura y cariño, decían hacer cosas por el bien de otros cuando era solo por su beneficio.

Incluso un hombre sin escrúpulos ni vergüenza como Hatfield, que admitía abiertamente ser corrupto y vil, había decidido manipularlo con efectos para obtener lo que quería de él. Black Hat se lo había permitido, ingenuo y creyéndose enamorado y correspondido. 


Flug en cambio...


Flug, que alguna vez había sido humano pero ahora era un ser semi inmortal, él era diferente. Había maldad y una inmensa crueldad en él, frío y calculador cuando se trataba de ciencia, sin compasión por aquellos por quienes sentía rencor, pero también era genuinamente dulce y cariñoso, sincero y leal. 


Quizás Black Hat estaba siendo ingenuo de nuevo, ansioso de ser querido, o quizás eso era amor de verdad. No lo sabía, nuevamente solo quedaba ver qué pasaba. 


Abrió su ojo y se encontró con el rostro durmiente de su doctor. Despeinado cabello rojo, pálida piel llena de cicatrices, bajo los párpados de espesas pestañas, ojos de esclera negra e iris y pupila de brillante blanco.

Le gustaba mucho. 


Flug estaba apretando los dientes, llevaba unos días así, rechinando los afilados colmillos mientras dormía. Black Hat sospechaba que tenía hambre. 

La especie de Flug era peculiar, necesitaba alimentarse de los vivos, simples animales no eran suficiente para saciarlo, pero no había más personas alrededor y parecía que incluso los venados habían aprendido a no acercarse a la cabaña. 


Ya llevaban allí varios días, aunque el tiempo parecía haberse detenido de alguna forma, la quietud del lugar daba la ilusión de que los días pasaban lentos y que estaban atascados en un eterno invierno.

Bueno, quizás no era una ilusión, todo ese territorio pertenecía a Shisui y a ninguno de los dos le habría sorprendido si realmente era el caso que allí el tiempo no transcurría con normalidad. 


Black Hat lo sacudió para que despertara y dejará de rechinar los dientes, Flug despertó con un ligero sobresalto.


-Mmm Jefecito...-bostezó-Soñaba que comía un delicioso hígado-suspiró.

-Especialmente fresco, me imagino-sonrió.

-Yeah, aún estaba gritando el pobre infeliz-se frotó un ojo y se sentó en la cama-¿Desayuno?-le sonrió.


Black Hat negó.


-Tiene que comer, se adelgazó bastante y ya de por si era flaco-rió.

-Esta bien...- rodó su ojo-Pero algo liviano-.

-Bien...- le dio un beso y salió de la cama, claramente bastante animado. 


Black Hat lo miró marchar y suspiró, temía que si su doctor seguía pasando hambre iba a perder la cordura, eso sería una lástima, su mente era muy valiosa y la pérdida de su personalidad sería una verdadera tragedia.

Pero, si no había personas, ni mucho menos humanos alrededor ¿Entonces que?


El demonio se sentó y se miró a sí mismo. Era cierto que estaba un poco más delgado de lo que debería, podía sentir sus costillas, pero aun tenía carne y tripas y podía regenerarse tantas veces como fuese necesario. 

Si ¿Por qué no? No era tan nutritivo como un humano, pero tenía que servir ¿Verdad?


Flug regresó con el desayuno, pero antes de que pudiera acomodarse, Black Hat se lo quitó de las manos y lo dejó sobre el velador.


-Comeme~ -. 


Flug no dudó un segundo, prácticamente se le tiró encima, aprisionandolo contra la cama, y le clavó los dientes en el cuello con premura. 

Había saboreado su sangre antes, exquisita y espesa, pero nunca había tenido permiso de comer su carne


Black Hat gimió y lo apretó con sus piernas, se sentía bien ser mordido. Era dolor y placer. 


Flug bebió un poco de su sangre y se apartó.


-Dígame si quiere que me detenga ¿Si?-.


Black Hat nada más asintió. 


Flug volvió a morderle el cuello mientras lo sostenía gentilmente de las muñecas, le clavó los dientes profundo y con cuidado, Black Hat emitía leves sonidos debajo suyo, podía sentir su cuerpo debatirse entre esa mezcla de dolor y placer, el doctor nada más sonrió para sí y le arrancó un trozo. 


¡Oh, nunca había probado nada más exquisito! Su carne era suave, entre dulce y amarga, había ahí un leve sabor a algo peligroso, algún tipo de toxina o veneno, pero el doctor prefirió ignorarlo y tragó con deleite. 


Black Hat lo apretó con sus piernas con más fuerza que antes y lo miró, pidiendo por más. Le gustaba la intimidad del momento, el placer, el dolor, lo mucho que confiaba en él, como sabía que Flug iba a parar si se lo pedía, que iba a darle tanto placer o dolor como deseara. 


Flug le lamió la herida y observó, fascinado, cómo se cerraba de inmediato. Dejó un camino de besos, que hicieron al demonio retorcerse de gusto, hasta llegar al plano vientre, lo mordió allí con fuerza, ansioso por saborear las tiernas entrañas. 


-Mi Doctor~...- se le escapó decir, entre gemidos y ronroneos- Te extrañe- admitió, viendo como el otro le devoraba los órganos.

-¿Me extrañó? Jefecito- Flug lo examinaba con interés, tenía los órganos de cualquier ser vivo, pero había pequeñas diferencias aquí y allá, deseaba poder examinarlo más a fondo, bajo la luz del laboratorio, pero por el momento solo iba a saciar su hambre y desquitarse un poco. 


Lo devoró con gusto sin decirle más nada, lo escuchó gritar y gemir y lo retuvo para que dejara de retorcerse innecesariamente. Lo trataba con toda la gentileza de la que era capaz, escuchando atentamente por un “detente” entre todos esos gemidos de placer, pero eso nunca pasó, así que siguió alimentándose a su gusto, había sangre por todos lados, las una vez blancas sábanas teñidas de profundo carmín. 


Black Hat estaba feliz, extasiado, aunque no podía hacer más que mirar el techo y sentir la boca cálida del otro devorar su cuerpo entero, estaba contento con ello, esa intimidad, esa confianza, lo hacían dichoso. 


No había ni habría nadie más en el mundo al que le permitiría semejante cosa, servir de presa voluntariamente, sabiendo que el otro tenía su consentimiento como prioridad, seguramente nunca volvería a encontrar algo así, Flug era e iba ser el único. 


Black Hat durmió el día entero tras eso. Flug tuvo que sacarlo de la cama para poder limpiar todo el desastre y el demonio parecía un muñeco de trapo, pero estaba bien, el doctor sabía que solo estaba terminando de sanar y estaría bien en la mañana. 


Y así, los días siguieron pasando, lentos y pacíficos, solo ellos dos. 

Dichosas eran las horas juntos, había un pensamiento que compartían, aunque nunca lo decían en voz alta. No merecían esa felicidad.

Personas como ellos, no merecían sentir amor y dicha, ni confort, ni calidez, ni todas esas cosas tiernas.

Black Hat especialmente, consideraba que no podía ni debía sentir nada de eso para empezar, pero ahí estaba y parecía inevitable. 


No estaba mal ¿No es así? No estaban violando alguna clase de ley natural o algo por el estilo ¿Verdad? 


Sentían que por el otro podían hacer el mundo arder, ninguno de los dos tenía compasión o afecto por otros seres, la soledad de esas montañas los había hecho notar que solo se necesitaban el uno al otro. 

El demonio podía tener seguidores, adoradores, aliados y colegas, pero podía mandarlos a todos a las entrañas del averno sin duda ni culpas de ser necesario, no podía hacer lo mismo con su doctor. 


Ese día en particular Black Hat salió al frío de la mañana, era muy temprano, pero necesitaba fumar y no le gustaba hacerlo dentro de la cabaña, su doctor era particularmente sensible y se le daba por toser sin cesar, sospechaba que había sido asmatico antes de perder su humanidad y aquello era un viejo reflejo. 


Encendió el cigarro y se quedó a contemplar el paisaje, preguntando si estaba bien desear aquella vida simple y sin preocupaciones, estaba en su naturaleza el ser ambicioso, el querer más, siempre en busca de poder y progreso, pero un poco de lo contrario no estaba nada mal, eran como vacaciones y, a decir verdad, nunca habia tomado unas. 


Expulsó el humo, viéndolo ascender y desaparecer. Ya no deseaba fumar opio, pero su gusto por el alcohol y los venenos aún estaba ahí, podía lidiar con eso, al menos no nublaban su mente como aquella droga repugnante. 

No entendía como Hatfield, un simple humano, había logrado envolverlo, envenenarlo, creandole adicción y codependencia ¡Oh cuando lo viera de nuevo! ¡Toda su furia iba a caer sobre él! 


Un par de brazos lo abrazaron por detrás, apretando la fina figura y unos dientes traviesos le mordieron la nuca.


-Ay, Jefecito, vuelva a la cama-se lamentó el doctor, hablando contra su cuello.

-Doctor~-le ronroneó-No te mal acostumbres, es hora de volver a casa-.

-... ¿Puede ser después del mediodía? Quiero dormir-lo apretó más.


Black Hat no pudo evitar reír.


-Me parece bien-. 



El regresó a la ciudad no iba a ser tan simple, sabían de sobra que Hatfield tenía sus propios aliados dentro de la organización que de seguro no estaban nada de felices con la desaparición de su herramienta principal. 

No era como que Black Hat no podía, simplemente, asesinarlos a todos con un chasquido de sus dedos, pero no quería eso, tenía un punto débil por lo teatral, quería las cosas a su manera, como no habían sido por un largo tiempo, les iba a dar una buena y dura lección. 


-Bueno, me hubiera gustado que disfrutaran de sus vacaciones románticas un poco más, que aprovecharán el tiempo, pero que se le va a hacer-Shisui dibujaba un círculo en las maderas del suelo de la cabaña.

-Aprovechamos bastante-le aseguró Flug-¿Verdad? Jefecito-.

-Ciertamente- sonrió.


El demonio, sin duda, consideraba que ser devorado en todos los sentidos a diario por un doctor con mucha stamina era una excelente definición de “aprovechar el tiempo”


-Bueno, está listo-Shisui se puso de pie y se sacudió las manos-Sujetense, no quiero que se pierdan-.

-¿Qué va a pasar exactamente?-Flug miraba el círculo de extraños símbolos sobre el que estaban parados, no tenía mucho conocimiento de esos temas.

-Oh, ya verás-Black Hat lo tomó del brazo con firmeza.

-Es divertido- Shisui rió y lo tomó del otro brazo-¿Listo? 3...2...1...-.


Shisui pisó con fuerza y el suelo debajo de ellos desapareció.

Caían y caían por un largo túnel, una madriguera como la de Alicia en el País de las Maravillas, a su alrededor había objetos de todo tipo y extraños sonidos imposibles de definir. 

Flug comenzaba a marearse, desorientado, no sabía si subía o bajaba, había momentos que incluso parecía que iban en horizontal o diagonal o... Pues quien sabía donde. 

Black Hat lo miraba con una expresión divertida y Flug no pudo evitar sonreír.


Finalmente, saliendo del suelo con un pequeño salto, aparecieron en otra casa, un pequeño apartamento londinense.


-Bienvenidos al 221B de Baker Street-Shisui dijo aquello con fanfarria y una leve inclinación.