lunes, 22 de julio de 2024

Don't Touch Me!

 His body tensed, his jaw clenched and his fist did the same, hurting the palm of his hands with his own sharp claws. 


That girl was hugging him again.


Normally Black Hat managed to avoid her with ease, but sometimes she was able to trap him in her strong arms. 


Demencia giggled happily, hearts in her eyes, drooling like a maniac, like one of those rabid racoons that she liked so much. 


He growled at her, menacingly, but Demencia ignored him, hugging him more tightly. 


Black Hat HATED to be touched without permission and very few had that privilege, Demencia wasn’t one of them.


He had warned her many times no to do so, to NOT touch him, but she was defiant and dumb. To obsess with him to listen to his warnings. 


Black Hat was breathing heavily, like a cornered animal. He wasn’t scared of her precisely, but her actions made him feel uncomfortable, uneasy and...Dirty. 


She was dirty, he was dirty, the whole situation felt dirty. 


That unwanted physical contact felt disgusting and like a threat. 


Maybe it was stupid for him to feel that way, he was way stronger than her. He could throw her to the other side of the room, he could kill her or, simply, disappear in a poof of smoke. 


But his body was paralyzed with the disgusting feelings, her warmth, her smell, her excited breathing... It made him feel dizzy and nauseous. 


It felt like he was prey and she had captured him, the hunting was successful and, now, he was going to be eaten. 


She got closer to his face, her eyes closed, ready to kiss him...


Suddenly Demencia fell to the floor like a sack of potatoes.


Flug was at the door behind her, weapon in hand, he had shot her in the back. 


Black Hat sighed in relief, his body relaxed immediately. 


“Doctor~” he smiled. 


“Are you ok?” Flug asked, moving Demencia’s body away with his foot. 


“I’m fine” he nodded. 


“Good...” Flug reached to his boss’s face, but stopped mid way “Can I?”


“Please do”.


Flug caressed his cheeks, trying to comfort him. 


Black Hat purred like a kitten, closing his eye in delight. 


“You sure you’re ok?”


“Yes, I just... I couldn’t move, I don’t know why, she’s weaker, she... It was only a couple of seconds, but it felt like eternity”


“I know, but it’s ok now” Flug smiled “Can I?”


“I love that you always ask” Black Hat smiled and nodded. 


Flug kissed him and Black Hat wished for that feeling to last an eternity too. 




lunes, 15 de julio de 2024

Love Me, That Way cap 14: Recuerdos Parte 1




Se ahogaba...


Se ahogaba en algo espeso y negro...


Algo frío, denso y oscuro como la brea...


Se ahogaba en sí mismo, se hundía más y más y más...


Al principio había muchas voces, eran muchos en disputa por el control, su único propósito era crecer y consumir, arrasar con todo en su paso, tragando más y más voces en la oscuridad. 

¡De repente, silencio! Y se hizo una sola voz, una sola conciencia, con un cuerpo que dolía ¡Oh, todo dolía! Cada centímetro de ese ser recién nacido estaba en agonía y aun así...


-Ponte de pie-le exigió el hombre ante él o ella-Ragna-.


¿Ese era su nombre? Ragna. 


Ragna no era hombre ni mujer, Ragna no sabía nada de nada, podía entender lo que ese hombre enfrente suyo decía, pero no podía hablar, no podía protestar cuanto dolía su cuerpo pues aún no conocía la definición de dolor. 


Así que, simplemente, le obedeció con piernas temblorosas, como un potrillo recién nacido. 


-¿Black Hat?-.

-No aún, lo será, algún día-.



El demonio no era un niño, pero sí era inocente, así que su creador lo encerró en la Biblioteca Infernal, donde se reunía todo el conocimiento, el que fue, era y será. 

Ragna sabía leer y eso mismo le ordenaron hacer, leer en soledad, un libro tras otro. 

Por años esa fue toda su vida, se paseaba por pasillos interminables, rodeado de libros, consumiendo el conocimiento, pero prohibido de experimentar la vida real. 

No se le permitía salir y sus únicas interacciones eran con Seto, su creador, y Beelzebub, el esposo de este. 


Ragna era una criatura delgada, no tan alto como seria en el futuro, vestia lo que parecia ser un leotardo negro, calzas negras y guantes largos sin dedos, no usaba zapatos. 

A decir verdad, aquella “ropa” estaba hecha de su propia energia, habia creado ademas, un poncho con capucha, igualmente negro, del que asomaban sus cuernos de obsidiana. 


Tenía una mirada llena de curiosidad, estaba ansioso por conocer al mundo e iniciar sus deberes como demonio, pero aún era débil y demasiado inocente para ello. 

Posee maldad innata, pero no sabía nada sobre el corazón de los mortales por lo que, siendo tan joven, fácilmente podían aprovecharse de él.


Al menos, eso le había explicado Seto. 


-Era adorable...-.

-Lo era, por ello lo amé como a mi hijo desde el primer instante-. 


El Infierno era una meritocracia, así que ser hijo del mismísimo Lucifer no le daba ningún beneficio, por el momento solo podía crecer su poder a través de los estudios.


Se aburría ¡Oh como se aburría! 


Cada día era idéntico al anterior. Despertaba en su habitación, un recoveco oculto tras una de las estanterías, donde no había mucho más que una cama y un closet, y se levantaba para leer todo el día, hasta que se le cerraba su ojo del cansancio. 


Cuando aprendió biología, decidió que quería ser hombre y cambió su forma acorde a ello. 

Cuando aprendió de ciencias y de magia, decidió que prefería lo último, para decepción de su padre. 

Cuando aprendió sobre el amor, decidió que era algo que no deseaba, todos esos hombres y mujeres de los libros sufrían por ello, aunque tuvieran un final feliz, no parecía valer la pena.


Entendía que el amor no era algo ajeno ni opuesto a la maldad, al contrario, por amor se cometieron grandes atrocidades.

Amor a la patria, amor propio, amor por un hombre o mujer tan bellos que habían llevado naciones a la guerra...

No, no era eso, no era que considerara el amor como algo indigno de su naturaleza, era más bien...


Que le asustaba, le asustaba y no lo comprendía. 


Por más que leía sobre ello, no comprendía lo que era realmente el amor y la idea de que una parte de él iba a pertenecerle a alguien más por siempre, porque en los libros el amor era eterno, le aterraba. 


Ya era un prisionero, una avecilla negra en una jaula de libros, no quería serlo aún más.  


El sexo tambien le asustaba, odiaba ser tocado, su padre rara vez se le acercaba, pero Beelzebub a veces le palmeaba la cabeza y Ragna solo atinaba a mirar el suelo, incomodo, no sabia como corresponder al contacto fisico. La idea de un contacto no platónico le daba asco. 


Sabía que era posible que eso cambiara en el futuro pero, por el momento, prefería estar solo en todos los sentidos. 


Y así, pasaron muchos, muchos años...


Las imágenes ahora pasaban demasiado rápido, tanto que no las podía entender...


-Ragna pasó casi un milenio en la biblioteca sin hacer mucho más que leer, es mejor si adelantamos un poco-.


Flug asintió, era la cosa más extraña, era como ver acelerar una película, solo que, al mismo tiempo, ellos estaban dentro de dicha película. Aquellas imágenes seguían siendo espectros del pasado, no podía interactuar con nada de ello, pero podía ver todos los sucesos de cerca.  Podía sentir lo que Black Hat sentía, una ventana indiscreta, a su corazón a sus pensamientos a su...


¡Pasado, el pasado de Black Hat!


Para un demonio joven los mortales eran algo peligroso, el demonio compraba el alma, pero si su poder era poco, el mortal era dueño de la voluntad del demonio hasta que el contrato se cumpliera, por eso se debía ser precavido y hacer negocios solo con aquellos más débiles y desesperados. 


Las almas eran la moneda infernal, símbolo de poder, mientras más almas tuviera un demonio a su servicio, más poder y estatus. 

Algunas almas iban al infierno y se convertían en demonios sirvientes, otras eran consumidas completas. 


Por ello un demonio debía hacer tratos con los humanos, cumplirles favores a cambio de sus almas y servidumbre, sin embargo para un demonio como Ragna, sin experiencia alguna, el sirviente iba a ser él, al menos hasta que su poder creciera lo suficiente. 


Era un camino duro, por ello muchos prefería quedarse a trabajar en el Infierno, pero Ragna deseaba explorar el mundo.


Sin embargo de los mortales solo conocía lo que decían los libros, no sabia cual era realmente su naturaleza ni lo que movía sus corazones, como tentarlos, como manipularlos y aprovechar sus ambiciones. 


Aún poseía ingenuidad e inocencia, esto último en varios sentidos.


-Antes de ir al mundo mortal, debes hacerle una visita a los súcubos-le dijo ese día su padre, revisando el papeleo que le había entregado, solicitando salir. 

-¿Los súcubos? ¿Para qué?-.

-O íncubos, si prefieres-continuó, apenas mirándolo por encima de los papeles-No sería digno que pierdas la virginidad con un mortal ¿No te parece?-.

-Pero...-.

-Es algo que van a pedir de ti, es algo que siempre piden de nosotros y tu no estas en la posición de negarte, podras algun dia, pero como eres ahora...-.

-Entiendo-Ragna agachó la cabeza con resignación, su deseo de libertad más grande que su desagrado por contacto físico.

-Te enseñaran cosas y serán amables si se los pides-.


Ragna lo miró, un poco sorprendido por su tono ligeramente reconfortante. 


-Está bien-asintió. 

-Oh y procura elegir un nombre, ya sabes que no puedes usar tu nombre real con los mortales-. 


Su primera experiencia sexual no tuvo nada de remarcable, se sintió clínico y frío, porque esas personas, si bien amables, estaban con él porque era su trabajo, no por deseo propio, no lo habían elegido, no era deseo genuino. 


Aprendo cosas útiles, aprendió de sus propias preferencias, así que al menos podría apreciar la experiencia en ese sentido. 


Con eso fuera del camino, quedaba lo más importante.


Un nombre. 


Los nombres guardaban poder, si un mortal poseía el nombre de un demonio, lo tendría a este como esclavo, por tanto se usaban apodos para protegerse.


Pero ¿Cómo llamarse?


Ragna se miró en el espejo, vestido ahora con ropas normales, lucía elegante, como un hombre de la alta sociedad, eso era algo que siempre le había gustado, aunque en esos momentos su estatus fuese el de una rata, podía aparentar. 


Pero le faltaba algo...


Toco sus cuernos delicados e hizo una mueca de dolor...Siempre dolían, nunca dejaban de crecer y la base era tierna. A decir verdad, todo su cuerpo dolía desde el primer día, pero ese dolor se había entumecido al punto de que podía ignorarlo, pero sus cuernos por otro lado... 


Tal vez era mejor ocultarlos.


De su propia energia, asi como antes habia creado ropas para cubrirse, creo un sombrero negro, tan negro que parecia absorver la luz, decorado con una franja roja satinada. Cubría sus cuernos, su punto débil, a la perfección. 


Creó tambien un abrigo igualmente de ese negro profundo, proteccion extra, y asi su atuendo estaba completo. 


Se miró unos momentos y sonrió.


-Black Hat- dijo, dandole un toquecito al sombrero negro. 


Y así, Black Hat empezó su viaje por el mundo de los mortales. 


Universos había muchos y, en ellos, muchos planetas con vida, así como muchas versiones de ese valioso planeta llamado Tierra. 


La Tierra era el template de los dioses, la usaban para saber qué servía y que no, por ello su población era tan diversa y mezclaba magia y tecnología con naturalidad. 


Black Hat fue asignado a la Tierra como un demonio más, encargado de tentar a los mortales a firmar contratos y vender sus almas a cambio de favores. 

A pesar de lo difícil, y humillante, que podía ser, a Black Hat le gustaba su trabajo, era diligente, trabajaba duro y sin descanso, creciendo su poder con lentitud pero de forma constante. 


Tal vez pronto podría obtener verdaderos seguidores, un culto, gente que haría el trabajo sucio por él. 


Debido a su posición, aceptaba cualquier tipo de acuerdo y trabajo, así como cualquier mandato de aquellos demonios superiores a él o, incluso, los mandatos de otras criaturas, como los ángeles y las faes, quienes no eran mortales y no tenían un alma que vender, pero qué podían regalarle un poco de poder. 


Solían pedirle por su cuerpo, viéndolo como un demonio joven y tentador, y Black Hat aceptaba, su cuerpo se quedaba ahí a disfrutar y su mente navegaba a otra parte, desinteresado en esas personas que predaban en sus ansias de poder. 


Así, creció poco a poco, estable, inteligente y prudente en lo que hacía, pero aun no podía sacar a flote lo que realmente deseaba, no sabía como, aun no entendía a los mortales, no realmente. 


Una noche, Seto apareció ante él, siempre que aparecía era para darle trabajo, algún encargo que nadie más quería. 


-Hay un planeta que nos preocupa, quiero que vayas e investigues qué pasa-.

-Eso no suena muy malvado que digamos-.

-Si bueno, a veces hay que hacer cosas en pos del gran esquema de las cosas ¿No te parece?-.

-Supongo-Black Hat se encogió de hombros-¿Y que tiene de curioso el planeta ese?-.

-Es similar a la Tierra de este universo, sin embargo su tasa de vida empezó a decaer y no podemos figurar porque, quiero que vayas, lo averigues y me traigas un reporte, eso es todo-.


Black Hat asintió, aceptando de mala gana. 


Aquel alguna vez había sido un mundo acuático, rebosante de vida y magia, pero ahora todo estaba muerto y el mar se estaba secando. 

-¿Me pregunto si pertenecía a ese sujeto?-se preguntó en voz alta, viendo como el mar se había retraído y dejaba ver el fondo marino. 



Había existido alguna vez un dios del mar, amo de todos los océanos, los de todas las Tierras, de todos los planetas en todos los universos, creador de vida, dador de sustento...


Sin embargo eso era el pasado y hacía mucho que no se lo veía, se decía que había sido un tirano y el último de los dioses en crear...



NEPHILIM


Lo sintió antes de verlo, un aura fría que hizo sentir su cuerpo pesado, se ocultó tras los árboles del bosque cercano y observó...


El Nephilim era un gigante de tres metros, rostro hermoso y perfecto, como tallado en mármol, cabello rubio dorado, ojos grises como acero, sonrisa blanca como perlas. 

Había algo artificial en él, algo que, a pesar de su innegable belleza, provocaba una profunda incomodidad. 


Llevaba de los cabellos lo que parecía ser alguna clase de “gente del agua”, una mujer que lucía casi humana de no ser por las escamas de pez y los pies y manos palmeados. 


La arrojó a la arena semi húmeda con violencia. 


-Criatura hereje, de raza blasfema, que se atrevió a abandonar a su dios-dijo, monótono y frío en la superficie, un tono de deleite en el fondo de su voz. 

-¡No sé de qué hablas!-exclamó ella, aterrada, cubriéndose los ojos con las manos, como si el solo verlo doliera. 

-Serás castigada en nombre de tu dios, derramaste tu sangre en su honor y tu vientre servirá para traerle gloria-continuó como si ella nunca lo hubiese interrumpido.

-¡No! ¡Por favor! ¡Eso no, todo menos eso!-rogó intentando alejarse a rastras-¡Te lo ruego! ¡Solo matame! ¡Tenme misericordia!-. 


Black Hat sintió el inusual impulso de ir a ayudarla, había oído historias sobre lo que hacían los Nephilim, cosas que incluso a los demonios les parecían inaceptables...

Se agachó más donde estaba, no podía apartar la vista, tenía miedo...


El Nephilim aplastó la cara de la mujer contra la arena, obligándola a ponerse en cuatro.


No quería ver aquello, pero no podía apartar la vista de los horrores, así que se cubrió los oídos para, al menos, no oírla gritar en agonía.


¡Oh, oh no! ¡Si lo descubría... Si lo descubría le esperaba lo mismo! ¡El ultraje! ¡La violencia de aquel acto forzado! 


Estaba paralizado de miedo, se sentía como un animal acorralado, su corazón latía con fuerza, le costaba respirar...


En algún momento ella dejó de gritar ¡Oh, había sangre, tanta sangre! 


Cuando terminó, el Nephilim se apartó de ella y la observó con una sádica sonrisa.


El sufrimiento aun no acababa...


La pobre retomó sus gritos, ahora en nueva agonía, se retorció de dolor hasta que un huevo dorado salió de su cuerpo, destrozándola en el proceso, rompiendo lo poco que el Nephilim había dejado intacto.


Estaba muerta y, de ese huevo nefasto, no tardó en salir... Otro Nephilim. 


Black Hat se cubrió la boca para no gritar de horror, nunca había sentido miedo antes, pero aquello, era horrible incluso para él y la idea de terminar igual, quería correr...


 ¡Debía correr! 


¡Corre, corre o va alcanzarte! ¡VA A ALCANZARTE, VIOLARTE, DEBORARTE! ¡VA A FORZAR EN TI SUS VÁSTAGOS! ¡Y LO HARÁ POR LA ETERNIDAD PORQUE ERES INMORTAL! ¡INMORTAL! ¡INMORTAL! ¡INMORTAL! ¡INMORTAL!

Pero Black Hat no tuvo tiempo de correr, algo lo sujeto, algo frío como el acero, unas largas manos del color del oro. 


El Nephilim lo había olfateado y atrapado en un instante con las largas apéndices que le nacían de la espalda. 


Se acercó a su presa con una sonrisa hambrienta, relamiéndose.


“Me va a romper” fue lo que pensó el demonio, paralizado del miedo, su poder disminuido por el aura divina, su mente demasiado aterrada para pensar en nada lógico. 


Sin decir nada, el Nephilim lo azotó contra el suelo y empezó a estrangularlo.


Black Hat intentó defenderse, pero sus garras sólo dieron con fría y dura armadura y por más que pataleaba y pateaba, era como golpear mármol. 


-Delicioso, tan dulce...-dijo el gigante con deleite-Hueles a pura maldad-se saboreó. 


El demonio intentó decir algo, aunque no estaba seguro de que podía ser, su mente había caído en puro pánico, solo pensaba en huir, pero no podía. 


-Nunca había visto algo como tú, exquisita criatura, hecho de maldad e infinidad de almas, podré usarte para crear un ejército para mi dios, una y otra y otra vez, por siempre, para siempre...-se deleitaba en cada palabra, salivaba, hambriento y deseoso.

-No...no... por favor...alguien-alcanzó a murmurar, sin aire, apenas consciente. 

-Seras mio por siempre, Dulzura-hizo aparecer, con un chasquido, un anillo de plata.

-No...por favor... Padre...por favor-rogó, llamando por su creador, por su padre, como un niño presa del miedo. 


El Nephilim le colocó el anillo en la mano izquierda, quemando su piel, dejando una eterna cicatriz, Black Hat dio un grito ahogado. 



¡INMORTAL! ¡INMORTAL! ¡INMORTAL! ¡VAS A SER SU PRISIONERO POR LA ETERNIDAD! ¡NADIE VENDRÁ POR TI! ¡REEMPLAZABLE! ¡REEMPLAZABLE E INMORTAL! 


El Nephilim lo llevó a un torre en una pequeña isla, flotando a mitad del poco océano que quedaba. 

El Nephilim había devorado todo en ese mundo, todo lo que consideraba blasfemo y hereje, ya no quedaba nada más que él y Black Hat, el planeta moria y, pronto, iría a uno nuevo, para seguir devorando, impartiendo justicia divina, hasta que no quedara nada. 


Pero por el momento solo le interesaba Black Hat y lo que podía hacer con él, lo encerró en un cuarto, lo ultrajo por días sin siquiera darle la dignidad de una cama.


Luego de eso, luego de considerar que lo había amansado, lo dejó por días, con el cuerpo dolido, en agonía, para luego volver y empezar de nuevo. 


Con el tiempo, Black Hat dejó de batallar, de gritar y solo lo dejaba hacer lo que quisiera, pero el dolor no disminuía, ni el de ese monstruo embistiendolo con crueldad, ni el de tener que parir sus vástagos horribles, esas criaturas sin mente que no eran más que clones del Nephilim. 


Podia sentirlo con cada violacion y con cada huevo que salía de su vientre, como lo arruinaba para siempre, ya nunca podría tener hijos con nadie más, lo había dejado marcado y roto, solo podría tener hijos con él, hijos que no eran hijos, resultados de un acto aberrante. 


Por más que rogaba por ello, nadie vino a su rescate, así que calló sus ruegos también.

Día y noche miraba el techo, incapaz de moverse, allí tendido con las piernas abiertas, esperando a que lo usaran de nuevo. 


Esa noche en particular, yacía rodeado de su propia sangre, el Nephilim se había entretenido jalando sus cuernos hasta desprenderlos, logrando sacarle nuevos gritos, pero ahora estaba solo, pero no miraba el techo de piedra...No, esa noche había algo diferente. 


La ventana había quedado abierta y podía ver la luna llena, brillante y hermosa.  


-Recuerdo...-dijo bajito, su voz rasposa y cansada, había gritado tanto y el Nephilim lo estrangulaba con frecuencia, parecía que había dañado sus cuerdas vocales también-Recuerdo, que tu sufriste a manos de su dios-.


Le habló al dios de la luna, no muy seguro de si era escuchado. 


-Se que algo como yo no merece piedad, pero por favor, si me entiendes, por favor matame-. 



Shisui lloraba con lágrimas silenciosas.


-Oh mi niño, mi precioso niño-.


Flug no dijo nada, sentía náuseas con todo lo que había visto, pero no le quedaba de otra que seguir observando, seguir siendo testigo de todo eso. 



Esa noche, Black Hat logró escapar, fue enviado de vuelta a la Tierra, arrullado en los brazos cálidos y maternales de ese dios que entendía demasiado bien su dolor. 


-Mi niño, no puedo borrar tu dolor, pero te daré un regalo para aliviar tu corazón-. 

-¿Y qué podría ser eso?-preguntó, acomodándose en una cama suave y limpia, mirando al dios ante él. 

-Alguien que te ame, enviaré a alguien que te ame y alivie tu soledad-.

-No soy algo que merezca amor, mucho menos ahora-.

-Ya verás que no es el caso, mi niño, por ahora descansa, te daré sueños hermosos-. 


Shisui le beso la frente y Black Hat se durmió al instante, en paz.