Por un lado es el día del año cuando el jefe está de mejor humor, así que la usual atmósfera de opresión se relaja bastante.
Por otro lado, es el único día del año en el que las puertas de la mansión se abren y permiten la visita de los niños del vecindario.
Sucede que no hay nada que Black Hat disfrute más que darles un buen susto, no busca traumatizarlos de por vida o hacerles un daño real, genuinamente le divierte jugarles bromas, además no falta aquel que la experiencia lo guía a interesarse en lo oculto y a seguir el camino de la villanía.
Black Hat y su doctor son cosa de leyenda en el vecindario, varias generaciones de niños han ido y venido, contando historias sobre la mejor casa embrujada del lugar.
Por supuesto Black Hat se lo toma enserio, las preparaciones llevan al menos dos semanas.
Es además, y solo Flug lo sabe, el cumpleaños de aquella criatura antigua. Black Hat no tiene interés en festejar su cumpleaños, pero deja que Flug le prepare un pastel y le de regalos simplemente porque lo hace feliz, su doctor siempre ha sido así, devoto y atento.
Los niños llegan, gritan del susto hasta quedarse sin voz, se van con sus bolsas y calabazas de plástico repletas de dulces y no duermen por días por la combinación de adrenalina, miedo y azúcar.
Black Hat ríe para sí por días y Flug lo mira con amor, le gusta ese lado infantil y travieso de su jefe.
Aún faltan varios días para Halloween, días ocupados en los que preparan todo tipo de sustos y decoran la ya lúgubre casa que, irónicamente, se vuelve más alegre.
-¿De qué nos disfrazaremos este año?- le pregunta a su jefe mientras cuelga murciélagos del techo, parecen de verdad y, quizás, lo sean.
-Sombrerero loco- se señala a sí mismo- Liebre de marzo- señala a Flug, sonríe no con malicia si no con infantil travesura.
Flug le sonríe de regreso, ama verlo tan feliz y entusiasmado.
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