lunes, 30 de enero de 2023

PaperPunk Cap 8: The War



Hatfield había participado en un par de guerras de joven, pero las guerras entre mortales, y más aún de aquellas épocas, palidecían ante lo que era una guerra entre demonios. 

Morir era difícil, así que las batallas eran largas y tortuosas, no sentían cansancio, así que podían seguir por días. 


En esos momentos, mientras revisaba planos y estrategias, se podían oír gritos y explosiones en la distancia, aquella carpa en medio del campamento era un lugar seguro, al menos por el momento. 


A su lado estaba August, sonreía como un loco, claramente ansioso y frustrado de no poder participar. Amaba la guerra, el olor a sangre, la oportunidad de castigar demonios a su antojo, pero Hatfield no se lo permitía. 


-¿Qué haces? Hatfield ¿Cosas?-.

-Si, cosas-.

-¿Cosas malvadas?-.

-Si- suspiró con fastidio-Cosas malvadas- lo miró-Si vas a molestar, mejor vuelve a la casa hasta que te llame, August-. 

-No, me gusta verte trabajar-sonrió-Mientras más de esto haces, más sabroso te vuelves-.

-Tú...-se sonrojó furiosamente, hasta las orejas-¡Callate!-le arrojó un libro, dandole entre los ojos. 

-¡Agh!-el rubio casi cae de la silla-¡Insolente!-le gritó, frotandose, le había dolido. 

-¡Gigante estupido!-.

-¡Ya verás lo que...!-August se le iba a tirar encima, pero entonces alguien entró a la carpa- Dulzura-.

-My Dear, ya volviste-.


Black Hat los miró a ambos con profundo desprecio ¿Por que no podían, al menos, llamarlo por su nombre? 

Se desplomó en una silla libre, completamente agotado, la ropa rasgada y sucia de sangre y barro. 


-Llegamos a un impasse, por hoy-suspiró. 

-Dame tu reporte y podrás ir a descansar-.

-Si, si-tomó una hoja y una pluma y se puso a escribir en silencio, los otros dos observandolo-Listo-se lo entregó a Hatfield-Con su permiso- se puso de pie nuevamente y se marchó.

-Se lo ve muy...¿Resignado?-.

-No te confíes con él, August, incluso cuando parece rendido a obedecer, siempre tiene un as bajo la manga, eso lo sabes por experiencia-.

-Bah, solo escapó de mí porque ese dios le ayudó en cada ocasión-. 

-Pues ya quitamos ese factor-lo miró con interés-August ¿A qué dios sirves exactamente?-.

-Yo fui creado antes de la Segunda Rebelión, así que mi dios ya no existe-negó-Soy el ultimo de mi especie, hijo de una raza de ángeles extinta, al servicio de un dios muerto-recitó fríamente-No cambia nada, lo que hago y lo que soy-. 


Lucian lo miró largamente, August estaba solo, pero parecía que realmente no tenía emociones suficientes para lamentar esa soledad ¿Sentía algo siquiera? ¿Algo más aparte de hambre, odio y lujuria?

-Ya veo-. 


Ya había cometido una vez el error de asumir que alguien era incapaz de amar, pero sospechaba que August era diferente. Black Hat siempre había tenido cierta sensibilidad en él, un deseo de ser querido del que él se había aprovechado, pero en el Nephilim no había nada y eso era aterrador. 


-¿Crees en algún dios?-.

-Se que existen, obviamente, pero no adoro a ningún dios-.

-Pero...Eres un Warlock ¿No sirves a alguien acaso? ¿Un dios corrupto? ¿Algún demonio?-.

-Maté a mi patrón hace mucho tiempo y me robé su poder, fue él quien me dijo que buscara a Black Hat, existen muy pocos demonios del tipo Eldritch, suelen ser muy poderosos-.

-En verdad tu ambición no tiene límites, jugando con criaturas similares a deidades como si fuesen nada-.

-Así soy~-sonrió con picardía, orgulloso de sí mismo. 


August se le acercó, se puso a su altura, lo sostuvo con rudeza de los hombros y lo besó. Aquel ritual se repetía siempre igual y nunca iba más allá. 

Hatfield cerró los ojos, jaló el dorado cabello con todas sus fuerzas y correspondió a aquel beso frío. Era como meterse una moneda de plata en la boca. 

El Nephilim se apartó después de unos momentos, saboreandose. 


-Fumas demasiado ¿Lo sabías?-.

-Tsk, no digas eso, cuido mucho mis dientes-miró a otro lado, ligeramente avergonzado.

-Aun así, sabes a tabaco, pero no me desagrada-se alejó de él y volvió a su asiento, como si nada. 


Hatfield no dijo más nada, simplemente regresó su atención a su trabajo. Sentía su propio corazón latir en sus oídos, pero simplemente lanzó un profundo suspiro y recobro la compostura. 


August lo observaba con su usual interés. 


Tenían una relación de lo más peculiar. Eran compañeros, pero había una constante tensión, estaban a nada de intentar matarse el uno al otro, así como estaban a nada de ceder a sus deseos carnales, en ambos casos Hatfield terminaba muerto, y ninguno de los dos quería eso. 


Lucian sentía las cosas más inapropiadas por August, August simplemente se había acostumbrado a su presencia al punto de que, consideraba él, lo iba a extrañar si desaparecia. 


Todo esto, en cierta forma, a Black Hat le beneficiaba, al menos no lo acosaban todo el tiempo, aunque la amenazaba estaba siempre ahí. 


-Jefecito, bienvenido de vuelta, le prepare un baño-Flug le sonrió con dulzura.

-Flug...-suspiró, sintiendo su corazón revolotear-¿Cómo estás?-.

-Bien, aqui esta todo tranquilo-le aseguró, ayudandole a desvestirse. 


Flug se sentía como esas mujeres que, en las historias de guerra, no tenían de otra más que sentarse en casa a esperar si su esposo regresaba vivo o no, no había nada más para él qué hacer en una guerra entre demonios. Al menos Black Hat regresaba con regularidad y no tenía que sufrir grandes periodos sin saber de él. 


-¿Cuándo va a terminar todo esto?-le preguntó, mirando su cuerpo marcado de heridas que no sanaban con tanta facilidad, usaban armas especiales para hacerse daño de verdad.

-No lo se, Flug, puede durar otro par de siglos o puede terminar mañana-suspiró-Le declare la guerra a mi padre, a su esposo y la mitad de los príncipes-negó-Tenemos duques y la otra mitad de la realeza de nuestro lado, nuestro ejército es basto y Hatfield, odio admitirlo, en verdad sabe lo que hace, pero el resultado es... Pues cosa de suerte, en cierta forma-.

-Entiendo-bajó la mirada, intentando no quebrarse, no podía hacer nada para ayudar más que estar ahí para él. 


Lo ayudó a bañarse, el agua tenía hierbas especiales que ayudaban a sanar las heridas, el aroma era relajante y Black Hat siempre terminaba medio dormido. 

Cuando terminaron, Flug lo cargó en brazos y lo dejó con gentileza sobre la cama.


-Lo siento, mi Doctor-le dijo, agotado, acomodándose-Quizás debamos pasar nuestro tiempo juntos en guerra, no es lo que quería-.

-No tiene importancia-se sentó a su lado y le acarició la espalda con cariño.

-Quería tener una vida simple contigo, aunque fuese una vez, quería crecer contigo y vivir tranquilo el tiempo que estuviésemos juntos, solo un poco de maldades menores, ya sabes-rió con amargura.

-Ya tendremos tiempo para nosotros-le aseguró, inclinándose y dejando besos a lo largo de su espalda-Todo saldrá bien, ya lo verá-. 

-¿Qué será de nosotros si consigo el trono?-.

-¿Qué?-no entendía a qué se refería, nada tenía porque cambiar entre ellos ¿No es así?


Pero Black Hat no le contestó, se había dormido profundamente. Flug lo observó y pasó con cuidado sus dedos sobre su piel, por primera vez había cicatrices.


Flug no recordaba mucho de su vida anterior, ni mucho menos de las anteriores a esa, pero sabía algunas cosas por instinto, como que Black Hat era perfecto, sin imperfecciones en la piel más que una cicatriz en su mano izquierda, donde llevaría un anillo, pero ahora todo su cuerpo tenía finas cicatrices, producto de las constantes batallas. 


Sentía también que su Jefecito era una criatura miserable, era horrible pensarlo, pero era la realidad, no hacía más que sufrir. Su existencia era dolorosa y, en consecuencia, trae dolor a otros. 

Otra cosa que sabía, en parte porque Black Hat le había contado un poco, era que tenía su pasado con el Nephilim y con Hatfield.


La cicatriz en su dedo la había provocado August, era su ex esposo. 


A Hatfield, hasta cierto punto, lo había amado. Había sido ese primer amor, una ilusión infantil de la que Lucian se había aprovechado cruelmente. 


Le daban celos, pero por sobretodo, rabia. Estaba tan orgulloso de ver su fragilidad, su lado vulnerable, que el pensar que otros habían abusado de ello lo hacía saborear hiel. 


Desafortunadamente, no le quedaba más que ser paciente. 


El Infierno se había dividido, de un lado estaban quienes seguía apoyando a Seto y, del otro, los que habían decidido ponerse del lado de Black Hat. 


Black Hat tenía de su lado a la princesa de la lujuria, Lilith, algo que podía agradecer a Miss Heed, al príncipe de la gula, Leviatán, quien estaba cansado desde hacía un tiempo del trato que Seto le daba a Black Hat y, finalmente, al príncipe de la ira Amon quien, simplemente, quería retirarse, Black Hat le había prometido ocupar su puesto una vez terminara la guerra. 


Seto tenía al príncipe de la envidia, su esposo Beelzebub, y a la princesa de la pereza, Belphegor, por sí mismo ocupaba los cargos de la avaricia y el orgullo. Sin embargo no estaba en desventaja numérica, su ejército y el de Beelzebub eran los más extensos y Belphegor era en extremo poderosa, casi todas las tragedias naturales sucedían cuando ella se despertaba de mal humor de una de sus largas siestas. 


Seto nunca había esperado que su creación se revelara, siempre había tenido su propia forma de hacer las cosas, nunca había mostrado interés en el trono porque le gustaba demasiado vivir entre los mortales. Sin embargo no había contado con la influencia de Hatfield ¡Vaya humano más ambicioso! Está bien, si era guerra lo que querían, guerra tendrían. 


Había vencido al Diablo original, podía vencer esa caprichosa creación suya, quizás sería compasivo y lo sacaría de su miseria. 

Sentía que, en realidad, su guerra era con Hatfield, lo que fuese de Black Hat no podía importarle menos. 


Las batallas eran largas y crueles. Black Hat era inusual entre demonios, su poder arrasaba con todo con rapidez, con los simples soldados apenas tenía que chasquear los dedos, con los generales se enfrentaba directamente, pero incluso cuando lograban dañar su cuerpo, solo provocaban que se desarmara en horribles pesadillas que consumían todo a su alrededor hasta que volvía  formarse, casi como nuevo. 


Y, en su terquedad, Seto seguía sin verlo como una amenaza. Al igual que Hatfield, comandaba todo desde un lugar seguro, era un estratega antes que un guerrero, quizas esto había sido su mayor error.


La guerra duró otro par de siglos y, poco a poco, Black Hat se abrió paso, consumió territorios y tomó el control sobre clanes, ganó más aliados y súbditos.


Seto se encontró en una encrucijada. Solo quedaban él, Black Hat y los príncipes y princesas, no había más ejército, todos sabían que si continuaban con ello no quedaría más Infierno que reclamar, así que aquella batalla era la última. 


Su creación tenía una ventaja inesperada, el Nephilim.


Había devorado a los generales más poderosos, había destrozado a las bestias que protegían los territorios infernales, había marchitado la tierra y privado de su poder a sus enemigos. 


Era todo idea de Hatfield, por supuesto, sabía cómo aprovechar el poder de August de tal forma que les beneficiara a ellos y afectara a los demás. 


En conclusión, Seto y los suyos estaban con sus poderes disminuidos. Sus chances eran pocas.


Miró a su creación, ahí parado con rostro serio. Lo había moldeado, hacía tanto tiempo, con sus propias manos y no le había traído más que decepciones. No sentía nada por él más que desdén. 


-Te felicitaría por tus logros, Black Hat, pero ambos sabemos que todo esto es obra de alguien más-.

-No esperaba que me felicitaras, padre-negó-Hace mucho que deje de buscar tu aprobación-.


Black Hat nunca supo, hasta ese momento, cuánto deseaba poner sus manos alrededor del cuello de su padre, cuánto lo odiaba, lo profundo que era su rencor. 


-¡¿Por qué nunca cuidaste de mi?! ¡¿Por qué nunca me protegiste?!-le reclamó, apretando, sacudiéndolo con todas sus fuerzas, a pesar de que su propio cuerpo estaba roto. 


Había sido una larga batalla pero, a comparación de la guerra, sólo había sido un instante. Black Hat tenía herida la mitad del cuerpo, podían verse sus costillas, parte de sus órganos, de vez en cuando su cuerpo se acordaba de sangrar, sangre espesa como brea. 


Su padre, ese hombre siempre tan cruel, lo había castigado sin misericordia, pero al final... Al final...


-¿Que esperas que te diga? Black Hat ¿Quieres que te pida perdón?-rió, no haciendo ningún esfuerzo por defenderse, había perdido, estaba hecho y Black Hat solo debía dar el golpe final. 

-¿Por qué me creaste?-de su único ojo fluían lágrimas, pero su voz no se quebraba, solo se oía furioso. 

-Porque podía, de hecho eres un desperdicio, te hice con un material tan valioso ¿Y para que?-. 


El gesto de Black Hat se torció ligeramente en una mezcla de dolor e ira y entonces...


¡El horrible sonido de carne, nervios y hueso separándose llenó el aire!


Black Hat le había arrancado la cabeza con las manos.


El cuerpo de Seto cayó con un leve ¡Flop! y Black Hat se quedó viendo la cabeza que aun sostenía, le estaba sonriendo con algo indescifrable. 


miércoles, 25 de enero de 2023

PaperPunk Cap 7: The Judge



Si existía una criatura genuinamente incapaz de amar, ese era el Nephilim. Su corazón estaba hecho de fría plata, su sangre era una sustancia dorada y tan fría que congelaba al tacto. Literal y metafóricamente, era frío e insensible. 

Solo lo movían su fanatismo religioso, su propio narcisismo y la hipocresía de su lujuria. Eso era lo único que le daba un poco de calidez, los placeres carnales que tomaba a la fuerza, a sus ojos otros eran meros objetos de placer. 


Black Hat era su juguete favorito, bella criatura hecha de pura maldad, podía jugar con él todo lo que quisiera sin romperlo, la agonía del demonio y su propio placer podían ser eternos.

Nunca antes, o después, encontró otro que le gustara tanto, que lo satisficiera de tal manera, a quien encontrara tan delicioso y tentador. 


Pero...Pues Hatfield se le acercaba bastante, se parecía un poco a Black Hat, su cuerpo y alma estaban manchados con su oscura esencia. Le gustaba lo desafiante que era, como le hacía frente a pesar de ser un simple humano. 

No le temía como Black Hat, no era dócil en lo absoluto en su presencia, era un insolente que quizás merecía un buen castigo, pero le era más útil vivo, así que mantenía su distancia. 


De todas formas, realmente se le antojaba besarlo y arrancarle esa lengua venenosa e irreverente. 


Lo observó ahí sentado, la puntiaguda nariz bastante metida en un libro de magia negra. Lucia de unos ¿Cuarenta años? Aunque en realidad tenía un par de siglos, pero la maldición había detenido su envejecimiento y lo había hecho inmortal. 

August siempre había preferido sus víctimas más jóvenes y tiernas, ese hombre de seguro tenía la carne dura, pero aun podía sacarle unos buenos gritos ¿No es así?


-¿Qué tanto miras?-Hatfield le habló sin levantar la vista del libro, llevaba todo el rato sintiendo la mirada del otro encima suyo.

-Nada ¿Que tanto haces?-.

-No tiene importancia-cerró el libro-Necesito aire-se puso de pie y se marchó, no molestandose en disimular que estaba apurado. 


Hatfield bajó a los calabozos y no se detuvo hasta llegar a una celda que poseía un único prisionero, un lobo enorme, gruñía y babeaba como un perro rabioso. La escena lo hacía sonreír, había logrado capturar a un dios, nada podía detenerlo, pero entonces...Entonces ¿Que era esa incertidumbre?


-Jajaja ¿Que pasa Lucian?-Shisui habló, sonaba desquiciado, lucia como un lobo, pero ciertamente su voz en ese momento recordaba a una hiena-¿Algo en tu negro corazoncito te molesta?-rió más, para luego vomitar una madeja de hilos rojos mezcladas con bichos. 

-Callate, luces miserable ¿Lo sabías?-.

-Si bueno, no eres tú el que está infectado de parásitos...-se echó, respirando agitadamente-Aunque, supongo que te infecta algo peor-. 


Hatfield lo miró en silencio, ese dios entrometido que ahora no hacía más que jadear y vomitar y que ya ni siquiera podía mantener su forma humana. 


-Quizás te sorprenda, dios de la luna, pero no todos somos esclavos de los caprichos del corazón-.

-Tienes muy mal gusto, Lucian-le sonrió, la enorme boca llena de colmillos, la baba sanguinolenta-Pero, haz lo que quieras, ya veremos qué dice el destino-.


Hatfield se giró, dispuesto a marcharse, cuando estaba a mitad del pasillo, la voz del lobo llegó nuevamente a sus oídos.


-Lo sabes ¿No es así? Lucian, con el Nephilim es cosa de una sola vez, vas a morir y el devorara completos tu cuerpo y alma, ya no podrás volver-.

-¿Insinuas que siquiera puedo volver? Si muriera ahora mismo ¿Voy a reencarnar?-cuestionó, sin mirarlo.

-Puede ser, quizas seria un buen castigo para ti, mi bendición-.


Shisui se largó a reír como un desquiciado y Hatfield prefirió dejarlo solo. 


El plan era, en esencia, bastante simple. Black Hat tomaría el trono del Diablo, Hatfield estaría detrás moviendo los hilos. 

Estaban juntos ante una amplia mesa, repleta de papeles y libros.


-En este momento no tienes mucho poder, My Dear, sin mencionar que a tu creador no le interesas en lo más mínimo...-.

-Gracias por recordarmelo-.

-Pero eso es algo bueno, porque no se espera nada de ti y no te tiene vigilado-continuó, ignorando la interrupción-Con mi guia, te harás de aliados y seguidores, un ejército con el cual derrocar a tu padre-.

-¿Quieres armar un culto como la última vez?-.

-¿Te acuerdas?-le sonrió.

-Un poco...-suspiró-Realmente pensaba relajarme esta vez, Mr Hatfield-dijo, su voz cargada de veneno, odiaba tener que ser sumiso y sonar tan respetuoso.

-Pues no puedes-lo tomó de la nuca, acercando mucho sus rostros-Vas a ocupar ese trono, My Dear, quieras o no-.


Black Hat intentó alejarse, pero las manos de Hatfield se sentían pesadas sobre él, simplemente asintió, ligeramente resignado. 


-No entiendo para que quieres al Nephilim-intentó mirar los planes sobre la mesa, en vez de al hombre enfrente suyo. 

-Habrá demonios muy difíciles de matar ¿No es así? Los que no se nos unan, serán comida de Nephilim, así de simple-sonrió, los dientes blancos, los colmillos prominentes.


De no saber mejor, Black Hat habría pensado que el sujeto era un vampiro, ciertamente era del tipo, un noble ambicioso, predatorio y clasista. A decir verdad, al demonio ese humano le recordaba a sí mismo, eso le molestaba en sobremanera, recordaba vagamente que Hatfield alguna vez le había gustado, en esos momentos le parecía de lo más ilógico, quizás en el pasado había tenido peor gusto, sin duda había sido más narcisista, buscando alguien que se le parecía. Quizás había algo de inseguridad también, si...Lo recordaba, había seguido fielmente a ese hombre, porque tenía buenas ideas, porque le atraía y quería su aprobación. 


Se parecían el uno al otro en manerismos, en ambición, incluso en sus formas de vestir. Quien había imitado a quién, era difícil saber, quizas habian sacado un poco cada uno sin darse cuenta. 


-¿Por qué no quieres? ¿Es solo porque debes obedecerme? No veo razón para que le seas leal a ese hombre-.


Hatfield lo miraba con intriga, era una pregunta extrañamente sincera de su parte.


-No le soy leal a Seto, es solo que...No quiero...-suspiró-Si esto no resulta, el que terminará afectado será Flug, no yo-.

-¿No lo protege ese dios?-.

-¿Cuál? ¿El que tienes encerrado en el calabozo?-resopló-Mr Hatfield, no es que no me intrigue su plan y, ciertamente, tengo que obedecerle, pero no crea, ni por un instante, que hago esto por mi propia voluntad, mientras eso se sepa, mientras él sepa que es idea suya y no mía, el alma de Flug estará a salvo, así de simple-. 

-Hn...Haz cambiado, My dear-se apartó de él, lucía molesto.

-Un poco, por él al menos-admitió-No tengo compasión por otros, si eso es lo que le preocupa-.

-Me da igual-negó-Solo me sorprende, que seas capaz de cambiar en lo absoluto-. 

-¿Y usted no lo es? Mr Hatfield-lo miró fijo, con suspicacia.

-No-.


Cuando terminaron con su estudio de los planes futuros, Hatfield escoltó a Black Hat de vuelta a su cuarto. Lo habían mudado a él y a su doctor a aposentos más cómodos. 


Flug estaba ahí, esperando, tenía un tobillo encadenado, no era una cadena visible, si no un artefacto mágico que lo mantenía sujeto a las inmediaciones de aquella habitación. No podía cruzar la puerta. 


Hatfield abrió la puerta, viendo con desprecio como a ambos se les iluminaba el rostro al verse. 


-Nos vemos más tarde, My Dear-le robó un agresivo beso y se marchó, relamiéndose. 


Black Hat se limpió la boca con asco y cerró la puerta. No perdieron tiempo en abrazarse, enlazandose con cariño, compartiendo un tierno beso. 


-¿Se encuentra bien?-.

-Estoy bien, Hatfield mantiene sus manos para sí mismo, mayormente, y no deja que August se me acerque-.

-Bien...-le acarició una mejilla, la idea de que estuviesen tocandolo sin permiso le hacía hervir la sangre.

-Y todo va a de acuerdo al plan, Doctor~-.

-Perfecto-sonrió.


Hatfield iba caminando por los pasillos, de vuelta a su estudio, cuando la alta figura del Nephilim se interpuso en su camino. 


-¿Necesitas algo? August-no le gustaba cuando se le aparecía así de repente.


August no le dijo nada, se inclinó, lo tomó de los hombros y lo besó sin más, conteniendose de darle un buen mordisco.

Lucian se tensó completo, los ojos muy abiertos, completamente anonadado y sin saber que hacer, no fue hasta que el rubio lo dejo ir que fue capaz de reaccionar. 


-¡Cómo te atreves!-le gritó, golpeándolo con su bastón en las costillas, se sentía como golpear una pared de cemento. 

-Sabes a Ragna...-se saboreó con deleite-No es justo ¿Sabes? que puedas tenerlo y yo no-.

-Te he dicho que seas paciente-se limpió la boca con un pañuelo-No vuelvas a hacer eso-.

-Como si no te hubiese gustado-sonrió, burlón y cruel.


Hatfield, sin saber qué más hacer, lo evadió como pudo y se marchó rápidamente. 

Cuando estuvo lejos se apoyó contra una pared, hiperventilando. 


¡No, no no! ¡NO ÉL! ¡Una cosa era que le gustara Black Hat! ¿¡Pero...Pero ÉL!?


Hatfield ya lo sabía desde hacía un tiempo, las palabras del lobo lo confirmaban, ese temblor en todo su cuerpo y el corazón latiendo deprisa lo confirmaban. 


-Estoy jodido-se lamentó con una leve, lastimera, risa


¿Por que tenía que ser él? August Richter, el juez y ejecutor de todo lo corrupto, de personas como él. 


Hatfield lanzó un suspiró y empujó esos sentimientos absurdos atrás, muy atrás, en su mente y su corazón. Tenía cosas más importantes que hacer. 

 

Lucian era un excelente estratega, un conocedor de las artes demoníacas, un warlock y un hombre de negocios, si alguien podía usurpar el trono infernal era él, simplemente necesitaba la herramienta adecuada y ese era Black Hat.


Convenientemente el, ahora, joven demonio, carecía de poder y status, nadie en el Infierno le prestaba atención, así que podían confabular en paz, sin levantar sospechas. 


Poco a poco, amazo poder, un culto, riquezas. Mientras más contratos hacía firmar con el demonio, más crecía el poder del mismo, lo forzó a volver a Infierno, a involucrarse en asuntos políticos, a cambiar su imagen para que lo tomaran enserio y así conseguir aliados y colegas.


Hatfield formó un culto que adoraba a Black Hat como a un dios y Black Hat formó un clan de demonios del que era cabecilla, admirandolo por lo rápido que había crecido, por su poder, ansiosos de escalar ellos mismos en la sociedad infernal. 


No tardó en recibir título de noble, su padre era un burócrata y un firme creyente en la meritocracia, así que si su creación se merecía un título, se lo iba a dar, incluso si no tenía la mejor opinión de él. 


Primero Barón, luego Conde, Marqués, Duque... Y entonces..


Lord Black Hat Primer Duque del Infierno.


El máximo título después de los Príncipes y Princesas que representaban los pecados capitales, el siguiente en línea para ocupar cualquiera de sus puestos. Tercero debajo del Príncipe de la Avaricia y el Orgullo, el Rey, su padre, Seto. 


Todo eso se llevó en relativa paz, un calmado proceso donde no se levantaron sospechas, todos pensaban que simplemente Black Hat había decidido dejar los juegos y volver a ser el demonio ambicioso de siempre. 


Habían pasado un par de siglos.


Black Hat se sentía conflictuado, por un lado era esclavo de la voluntad de Hatfield y sobre él pesaba la constante amenaza del Nephilim, nunca se sentía tranquilo ni en paz, era constante paranoia, pero por otro le gustaba su nuevo estatus, sabía que alguna vez había sido suyo, pero había renunciado, una y otra vez, para seguir a Flug en su mortalidad, lo recordaba vagamente y alguno demonios viejos se lo habían mencionado.

No se arrepentía de ello, pero le gustaba estar recuperando un poco de su viejo yo, aunque no fuese bajo sus propios términos. Sabía, internamente, que su plan para aquella vida no había sido ese, quería tomarse unas vacaciones, por así decirlo, pero Lucian y August habían interferido.

Mayormente, le molestaba no poder disfrutar plenamente de su tiempo con Flug, los siglos pasaban y la vida de su doctor se hacía más corta y él estaba obligado a perder tiempo en aburridas reuniones políticas. 


Flug no decia nada, jamás se quejaba. Cuando estaban juntos, lo apretaba bien fuerte entre sus brazos, temeroso de que de un momento a otro se lo iban a quitar, de que iban a hacerle daño y que no iba a verlo nunca más. 


Sentía que lo amaba y ese sentimiento aun lo asustaba un poco, no por sí mismo, sabía que no iba a ser rechazado, pero sabía que su vida llegaría a su fin tarde o temprano y odiaba la idea de romperle el corazón, de dejarlo solo con esos dos. 


-Te amo...-le murmuró, sin pensar, en el calor del momento, tan íntimamente enlazados que se sentían como uno solo.

-Jeje, mira cuando se te ocurre decirlo-Ah...También te amo-dijo entre jadeos-Y...Lo siento mucho-.


Flug se apartó solo lo suficiente como para poder mirarlo a los ojos, intrigado.


-Te he arrastrado a todo esto conmigo, lo siento-.

-No, no tiene importancia, sería mucho peor no tenerlo en lo absoluto-.

-Oh, mi Doctor-ronroneó, complacido-Nos esperan cosas difíciles y estos siglos no han sido fáciles tampoco-lo abrazó con cariño y desesperación-Gracias, por quedarte-.

-Siempre, Jefecito, no lo dude-.


Serían tiempos difíciles porque, ahora que tenía poder y estatus, solo quedaba la guerra. 



domingo, 22 de enero de 2023

PaperPunk Cap 6: The Heart

 



La magia de los súcubos era una cosa curiosa, en contacto directo un súcubo se alimentaba de lujuria, el sexo era comida, lo más básico para sobrevivir.

Sin embargo, si el súcubo tenía poder suficiente, podía generar pequeños parásitos, insectos que infectaban la mente de sus víctimas y, con ello, se alimentaba de amor. 


Miss Heed había conseguido ese tipo de poder, era segunda en estatus solo ante Lilith la reina de los súcubos y princesa del pecado de la lujuria. 

Heed era, allá en el Infierno, como una celebridad. Le había terminado por gustar esa vida, aunque al principio había sido tortuosa y humillante. 


Tenía su propio poder, sus propias metas. En sus recuerdos aún estaba Flug, su deseo de venganza, pero había decidido dejarlo por el momento, ocupada en sus propios asuntos, así que el que ese hombre la invocara resultaba realmente molesto.

No podía desobedecer, así que por el momento estaba atrapada en esa situación. 


Bajo las órdenes de Hatfield, había infectado con sus parásitos a ciertos malvivientes, había muchas clases de amor y una súcubo como ella podía manipularlos a todos igual.

Los seguidores de Hatfield lo amaban y, con esos bichos haciendo nido en sus cerebros, eran leales al punto de la locura. 


La cosa era que, esos bichitos eran viciosos, se alimentaban de amor, si detectaban a alguien que tenía mucho de eso que ofrecer, salían de su primera víctima para intentar anidar en aquel que era más suculento.


Y nadie tenía más amor que dar que el dios de la luna, Shisui. 


Shisui se encontró tirado en el suelo, mirando el techo del laboratorio, a su lado el prisionero estaba muerto, sangre saliendole de un oído. No lo había notado porque el bichito era muy pequeño, ahora era demasiado tarde.

Podía sentirlo abriéndose paso en su cabeza, literal y metafóricamente, para devorar su amor por otros. 


Eran criaturas repugnantes, los súcubos y sus parásitos, de ellos nacían los amantes obsesivos, esos que golpeaban a sus parejas, las acosaban y terminaban por matarlas. 


Se preguntaba cómo no se habían dado cuenta, había allí magia negra de por medio, lo suficientemente fuerte como para disfrazarlo todo, inteligente y perverso.


-Hatfield...-gruñó débilmente, debía luchar contra eso, porque lo que el insecto comía, con el tiempo, lo transformaba en odio y de eso nadie saldría beneficiado


Miss Heed podía sentir a sus insectos actuando y sonrió, odiaba a ese dios que la había convertido en un demonio, aunque era curioso, al final del dia se lo agradecia, su poder era solo suyo, sus logros solo suyos y tenia toda esa atención que tanto le gustaba, el problema eran las reglas que ahora debía seguir, ese viejo estupido tenía su nombre y debía obedecer porque para los demonios, los nombres tienen poder ¡Vaya molestia!


No sabía que planeaba Hatfield con el Nephilim porque no le contaban nada, tampoco sabía para qué quería a Demencia, a decir verdad, ambas eran prisioneras en aquella situación. 


-...Y entonces le dije que si quería un espectáculo privado que debía pagar el doble, y nada de tocar-dijo, agitando su mano con desdén y lanzando pintura de uñas a todas partes.


Había convencido a Demencia de pintarse las uñas, la otra chica había aceptado regañadientes, claramente sin nada mejor que hacer. 


-¿No se supone que es eso lo que los de tu tipo hacen?-.

-No todos, yo solo bailo y modelo y me tomo fotos-hizo el típico gesto de tomarse una selfie-Pero cada quien tiene sus métodos-.

-Sigo pensando que eres una facilona, pero allá tú-rió.

-Y tu eres una bruta, pero no te critico-. 


Ambas rieron, era así como se llevaban, insultandose y burlándose la una de la otra, era buena forma de liberar tensión. 


-Oye, Flugy te golpeo bastante ¿Verdad?-.

-Es más fuerte de lo que pensaba-movió en círculos un hombro adolorido-Pero sigue siendo un nerd flacucho, así que no duró tanto-. 

-Hn...-.

-¿Qué le ves?-alzó una ceja.

-No lo sé, me da la impresión de que él me trataría bien, si me quisiera-admitió con cierto pesar.

-A él solo le interesa Black Hat-se cruzó de brazos, indignada.

-¿Y a Black Hat solo le interesa él?-.


Demencia asintió, aun sentía cierta amargura, pero últimamente ya casi no pensaba en ellos, le preocupaba más escapar de Hatfield y August, además en ese tiempo había tenido espacio para pensar por sí misma, descubrió que le gustaba el arte y pasaba sus horas libres dibujando. 

No era muy buena, aun, pero considero que era algo a lo que le gustaría dedicarse. 

Sin embargo, junto a Heed, era prisionera. Se habían unido a esos hombres sin pensar en las consecuencias y, por el momento, no tenían escapatoria. 


-Eres una chica linda, ya encontraras algún otro delincuente que te haga caso-sonrió-Además, no se que le ve todo el mundo a esa cosa...-frunció su gesto, asqueada. 

-No lo sé...Oye, oye, nada de rosa-apartó su mano.

-Ay, pero si te queda bien bonis-rió. 

-Niña fresa-le sacó la lengua.

-Y tu eres única y especial ¿No?-le sacó la lengua también. 


Al final, Heed le pinto una mano de rosa y Dem le pinto a ella una mano de negro. 


-Mira, somos bien amiguis-sonrió Heed felizmente.

-Si ya, Rosadita-Dem rodó los ojos-Oye...¿Que crees que harán con ellos?-.

-No lo se-negó-No creo que a ese demonio le vaya bien, en cuanto a Flugy...-bajó la mirada-Pues, no creo que lo dejen vivir mucho tiempo, si no les es útil de alguna forma-. 

-Y... ¿Qué hay de nosotras?-.


Miss Heed no le contestó, no tenía nada bueno que decirle al respecto y realmente no quería alterarla. 


-¿Quieres que te haga la sombra de ojos?-le sonrió, viendo que esperaba una respuesta. 

-Agh...Ok-rió.


A Demencia normalmente no le gustaban esas cosas tan femeninas, pero no iba a mentir y decir que no la pasaba bien con la rosadita. 


Miss Heed, siendo un poco mayor que la peliverde, en cierta forma se encontraba queriendo cuidarla de lo que pasaba a su alrededor. Se sorprendía a sí misma preocupandose por alguien más, pero la chica le caía bien, se le notaba sola y ella comprendía muy bien ese sentimiento. 


A la distancia se oían gritos. 


Hatfield tenía a Black Hat atado a una silla, le había quitado el monóculo y enterraba la punta de su bastón en ese vacío de sombras, el demonio se retorcía y gritaba, indefenso.

Hatfield lo torturaba solo por gusto, tenía el nombre de ese niño, podía forzarlo a hacer lo que quisiera, pero le gustaba verlo sufrir. 


Extrajo el bastón y se apartó, dándole espacio.


Black Hat jadeó y no pudo evitar vomitar un poco. 


¿Te duele? le preguntó, levantandole el mentón con el bastón Solías ser más resistente, my dear


-¿Por que tú si puedes jugar con él y yo no?-August estaba ahí, observando todo con los brazos cruzados y gesto de indignación. 


Ya te lo dije, podrás jugar con él cuando completemos nuestros planes, ahora, my dear, vas a levantar esta maldición tuya ¿de acuerdo?


Black Hat iba a obedecer con gusto, pero Hatfield lo detuvo. 


Ah, ah, no seas listillo, my dear, sé que si quitas esta maldición del todo, me voy a convertir en un montículo de polvo, así que sea solo parcial ¿de acuerdo?


El demonio siseó con enfado, pero obedeció. 


Las sombras se apartaron del rostro de Hatfield, pero solo en parte, aun había “trazos” decorando la tez morena y los rasgos aguileños. 


-Asi que asi es como te ves-el rubio sonrió levemente-Eres más viejo de lo que imaginaba-.

-Silencio, Nephilim-Hatfield sonrió ante el sonido de su propia voz-Literalmente eres el más viejo en este cuarto-. 

-Aun así, luces mayor de lo que imaginaba...-le tomó el rostro con una sola mano y le dio un apretón.

-¡No me toques!-lo apartó de un manotazo.

-Aww, eres adorable-se burló.

-¡Te voy a dar tu adorable!-lo amenazó con el bastón.


Black Hat los estaba mirando con una ceja levantada y cara de asco.


-Eww...-.


-En fin...-August retenía el “amenazante” bastón con un solo dedo-Repíteme ese dichoso plan tuyo-.

-¿No te cae en la cabeza? Cerebro de pájaro-.

-No es eso-rodó los ojos-Solo quiero que Ragna lo escuche-señaló al demonio.

-Bueno si, debe enterarse, es verdad-bajó el bastón y regresó su atención a su prisionero-My Dear, tu eres la creación del Diablo ¿Verdad?-.

-Si...-no le gustaba por donde iba eso.

-¿Tienes algún derecho al trono?-.

-No es así como funciona, incluso si fuese su hijo biológico, aun así no tendría derecho al trono, eso se gana con méritos-.

-Entonces, usurpar el trono es perfectamente válido ¿No es así?-.


Black Hat suspiró, estaba obligado a responder, no solo Hatfield tenía su verdadero nombre, atándolo a su voluntad, los demonios no podían mentir. Podían torcer la realidad a su favor, manipular y tentar, pero todo lo que salía de sus bocas no era más que la verdad. 


-Así es como él llegó al trono, con una rebelión, es el segundo Lucifer-.

-Excelente-fue detrás de la silla y lo abrazó-My Dear, eres invaluable-sonrió-Lo entiendes ¿No es así? August-.

-Si Ragna obtiene el trono infernal, tendre todos los demonios que quiera-se saboreó.

-Ese es el trato-asintió-A cambio, haré lo que se me plazca, los mundos que me interesen los dejaras en paz-.

-Me parece bien, ya te lo dije-.

-Solo me estoy asegurando...-parecía que Hatfield quería agregar algo más, pero se contuvo-Tu tambien lo entiendes ¿Cierto? My Dear-.

-Si...-suspiró-Los odio tanto-. 


Black Hat nunca había tenido interés en el trono de su padre, tenía su propia manera de obtener poder, seguidores y gloria. No necesitaba robarle a su padre sus propios logros ni mucho menos quería llenar sus zapatos. 

Pero si Hatfield y August se lo ordenaban, tendría que obedecer, estaba en un aprieto. 


-En verdad eres ambicioso ¿No es asi? Hatfield-August lo miraba con interés-La avaricia es un pecado muy grave-.

-También lo es la lujuria, santurrón-espetó, molesto-No me critiques-. 

-No lo hago, no me gusta aliarme con pecadores como tú, pero supongo que a la larga me beneficia a mi y al bien mayor-sonrió-No solo tendré a mi dulce Ragna, si no cualquier otro demonio que se me antoje-.

-Y podrás expandir tu ejército, blah blah blah-rodó los ojos-¿No piensas en nada más? En verdad tienes cerebro de ave-. 

-¿Y tu que? También eres insaciable ¿No es así?-le tomó el rostro como había hecho antes-Apestas a maldad, Lucian, tu aroma se parece al de Ragna-.

-Aléjate de mí...-le gruñó.


Black Hat miraba a uno y a otro a medida que hablaban, realmente no sabia que pensar de esos dos.


-Si van a coquetearse al menos déjenme ir a otro lado, no quiero mirar-.

-¡No estamos coqueteando!-respondieron al unísono.


Se miraron el uno al otro, se cruzaron de brazos y miraron a otra parte.


-Hazme un favor, August, y llevalo al calabozo-.

-Tsk, bien...-desató al demonio y lo alzó como si nada, cargandoselo al hombro.

-Y no le hagas nada, necesito su poder y el contacto contigo solo lo agota-.

-Lo se, deja de decirme que hacer, Hatfield-resopló con fastidio-Vamos, Dulzura, para que veas que no somos tan malos te llevaré con tu doctor-.


Black Hat se quedó quieto sin decir nada, su cuerpo entero se paralizaba cuando el Nephilim estaba demasiado cerca. 


Recorrieron pasillos y bajaron escaleras, hasta llegar al calabozo. Estaba oscuro y olía a humedad, había varias jaulas ahí, en una había un par de chicas. Black Hat reconoció a Demencia, la otra se le hacía familiar, pero no sabia de donde. En la celda de al lado estaba Flug. Inconciente, por lo que se veía. 


August abrió la puerta de la celda y lo arrojó al suelo con fuerza.


-Descansa un poco, Dulzura, tienes mucho trabajo por delante-.


Se dispuso a irse, pero cuando estuvo ante la jaula de las chicas les saltó y agitó los barrotes, haciéndolas gritar.


-Me las comeré a ustedes también cuando ya no nos sean útiles-se saboreó y se marchó, riendo. 

-Hombre repugnante- Heed lo siguió con una mirada de desprecio-Oye tu, dime si Flugy está bien-dijo, asomándose a mirar a través de los barrotes tanto como podía.


Black Hat no dijo nada por un momento, todo el cuerpo le dolía, finalmente se acercó al durmiente doctor. Era solo eso, dormía, podía notar por la sangre en su ropa que lo habían herido bastante y ahora solo sanaba en un profundo sueño. 


-Esta bien solo duerme...Supongo que esto fue cosa tuya, Demencia-.

-¿Y que si lo fue?-le dijo con un gruñido. 

-Nada, supongo que lo merecemos y todo eso ¿No es así? No voy a pedirte disculpas, más allá de lo que hicimos, era una traidora y ahora estás encerrada como una rata, asi que halla tu, Demencia, me da igual lo que te pase-. 

-¡Lo mismo digo!-.

-Ya, mi lagartona, déjalo ser-le recomendó Miss Heed, palmeandole la espalda. 

-Tu que sabes, Heedieonda-suspiró con fastidio, aunque se le escapó una leve risita.

-¿Y tu que? Sucubo-.

-Me invocaron y, al igual que tu, no me queda más que obedecer-.

-Eso lo sé, pero me parece que conoces a Flug de algo-.

-Eso no tiene importancia ahora-Miss Heed sonrió-Dime, Eldritch ¿Crees que esos dos pueden escucharnos?-.

-...No-.

-Excelente-rió.