domingo, 29 de diciembre de 2024

Love Me, that wat cap 15: Recuerdos parte 2

 



Había pasado tanto tiempo prisionero del Nephilim que ahora el mundo de los mortales le resultaba desconocido, los comprendía aún menos y se le dificultaba hacer su trabajo de tentar y obtener almas. 


De su padre no obtuvo ayuda, asi que se enfrasco en deudas con otros demonios con tal de poder seguir adelante y remontar lo que había dejado atrás, mantener lo poco que le quedaba, pero era difícil. 


Su espíritu estaba roto, pero no quería rendirse aun, si solo pudiera encontrar ayuda, alguien que comprendiera a los mortales, alguien que le enseñara, quien le llevara gentilmente de la mano...


-Oh Mr Hatfield~-suspiró con anhelo, viéndolo bailar con una dama de sociedad. 


Lucian B Hatfield no era un noble, pero sí un gentleman muy adinerado, se movía con facilidad en las altas esferas, a pesar de sus pintas de mestizo y su reputación de hijo bastardo. 


También tenía fama de rufián, de un galante Casanova, un seductor empedernido que predaba en jovencitas ingenuas y viudas desesperadas, se había casado tantas veces como era viudo y, sin embargo, seguía igual de exitoso, porque era demasiado encantador para ser ignorado y la gente a su alrededor perdía el buen juicio y el sentido común. 


Así mismo se movía en el bajo mundo, haciendo negocios con todo tipo de contrabandistas y otros asuntos sórdidos. 


Así se habían conocido, Black Hat, en sus deudas, había estado ofreciendo sus servicios para lo que fuese. 


“-My Dear~, alguien tan encantador y de manos tan finas-le había dicho con voz dulce, tomándole una mano y plantandole un beso-No debería ensuciarlas con estas alimañas-.”


Se hicieron compañeros de negocios, Hatfield tenía las conexiones necesarias y el poder monetario, Black Hat tenía el poder bruto, la capacidad de hacer los sueños realidad, o las pesadillas, si eso se quería. 


Por el momento solo podía cumplir deseos sencillos, eliminar la competencia, manipular unas pocas mentes incautas, pero eso tenia solución. 


“-Lo que necesita todo demonio y patrón que se respete son seguidores, siervos fieles y gente dispuesta a besar el suelo que pisas, My Dear, un culto que te adore y una empresa, una organización, que se expanda con facilidad entre el público, hazte necesitado en todos los aspectos, My Dear, debes crecer como una enfermedad entre las sombras, pero también debes colarte en la vida diaria hasta hacerte indispensable-.”


En ese momento en particular estaban en una fiesta de la alta alcurnia, la crema y nata de la ciudad.

Black Hat siempre había disfrutado ese tipo de ambiente y estaba feliz de poder regresar, aunque fuese solo por la invitación de Mr Hatfield. 


Lo que no le gustaba era verlo bailar y seducir mujeres, le daban celos, algo que nunca había sentido antes. 

Nunca había sido posesivo de nadie, mucho menos de un mortal, pero con Mr Hatfield... SU Mr Hatfield...


Su corazón se estrujaba al pensar que nunca le ofrecería su mano y lo llevaría al centro de la pista, nunca podrían bailar juntos en elegante sincronía. 


Suspiró y se bebió de un trago el contenido de su copa ¿Estaba siendo demasiado obvio? ¿No verdad? Aunque ¿Para qué ocultarlo? 


Por el rechazo, por eso es, sabes bien que no le gustan los hombres, mucho menos uno como tú, roto y usado.


Black Hat sacudió la cabeza, esa voz había aparecido la primera vez que vio al Nephilim y no se había ido, le hablaba con puro veneno, diciéndole cosas que no quería oír. 


Se concentró en verlo bailar ¡Oh, era tan elegante! Se movía con gracia y ligereza, por lo que le había dicho, había practicado ballet de joven y se notaba. 


Los demonios se cortejaban entre sí como aves, bailando, mientras mejor bailarín, más exitoso se era en la conquista, en ese sentido, Mr Hatfield era todo un galán. 


Lucian termino de bailar y beso la mano de aquella dama con galanura y Black Hat sintió profunda envidia y celos nuevamente ¿Por que ellas y no él? ¿Y que estaba envidiando de todas formas? Sabía bien cómo era Hatfield con las mujeres, como las usaba y las descartaba a su antojo, pero aun así, anhelaba algo de ese afecto. 


El hombre se le acercó con una sonrisa, dientes increíblemente blancos, caninos afilados, eso sumado a sus rasgos, le daban cierta apariencia vampiresca. 


-¿Te diviertes? My Dear-le preguntó, voz suave, de esas que daba gusto escuchar. 

-No realmente-negó-Quiero bailar con usted-. 

-Oh, eso sería inapropiado ¿No te parece?-.

-Pero...-.


Black Hat lo miró con ojos caprichosos, como un niño, y Hatfield sonrió con disimulada burla. 

Lucian lo sabía bien, conocía sus sentimientos, sabía que tenía delante a un demonio enamorado, un niño ingenuo y manipulable, pero también muy peligroso. 


Debía jugar con él con cuidado, era como un arma cargada, una bomba de tiempo, debía ser cauteloso, jalar los hilos de su corazón con ternura y firmeza, si daba demasiado o muy poco, corría el riesgo de perder su devoción. 


Amarlo no lo amaría nunca, porque para él Black Hat era una simple herramienta para sus propias ambiciones, además, su corazón estaba encaprichado con alguien más y no había mucho que hacer al respecto. 


-Solo por esta vez, My Dear-. 

Le ofreció su mano y Black Hat la tomó con entusiasmo, sonriente. 


Bailaron ante miradas juzgantes, no solo por ser dos hombres, si no porque uno de ellos no era humano y el otro, por el mero color de su piel, no pertenecía a esa alta sociedad de ricos y nobles. 


-Siento que tal vez estoy arruinando su reputación, Mr Hatfield-.

-Oh, mi reputación es bastante mala de por sí, no te preocupes, las damas me aman igual y los hombres pueden envidiarme tanto como quieran, si los años y estas arrugas no me han hecho perder mi popularidad, mucho menos lo hará un baile contigo, My Dear-rio.  


Black Hat nada más suspiró, se sentía flotar, el toque de sus manos se sentía ardiente, lo amaba. 

Amaba su malicia, su ambición, su inteligencia y elegancia. Amaba todo lo que tenían en común, lo mucho que se parecían, con él se sentía...Seguro. 


¿Cómo sabes que puedes confiar en él? ¿Cómo sabes que no va a traicionarte? 


“¿Por qué lo haría? Queremos las mismas cosas” le contestó en protesta a la voz de su propia mente “Solo debo ser bueno y obediente y no le daré motivos para hacerme daño, si siempre soy valioso y útil, entonces no habrá motivos para que me lastime” 


Así que Black Hat se convirtió en presa de su devoción, era una avecilla en una jaula de oro, cantando obedientemente para su dueño a cambio de migajas. 


Hatfield lo mantenía anhelando, tentándolo con una cercanía que nunca se cerraba, le susurraba al oído, le hablaba pegado a sus labios, lo hacía estremecer con el más leve de los roces, lo embriagaba con su perfume.

Black Hat se encontraba queriendo rogarle por más, por afecto, por amor, por deseos carnales que lo mantenían despierto y frustrado en las noches. 


Pero tanto como lo amaba, temía espantarlo, así que callaba, bajaba la vista y obedecía todas sus peticiones, consiguió para él poder, dinero, estatus, fieles sirvientes y un negocio próspero. 


Sacrifico por él su dignidad y su voluntad con la esperanza de que, un dia, seria amado de regreso, de que un dia seria amado con candor y ternura. 


Hatfield, manipulador como era, aprovechaba esta devoción, sin embargo también era receloso, mantenía a Black Hat bien cerca y, cuando veía a otros hombres interesados en él, le ponía una mano en el hombro y lo acercaba más, señalando al mundo que ese demonio era solo suyo, su propiedad y de nadie más. 


Mientras más crecía el negocio, más Hatfield alejaba a Black Hat de la vista del mundo, dejó de llevarlo a fiestas y reuniones, manteniéndolo como un secreto bien guardado. 


Con el tiempo le prohibió dejar su habitación, lo envenenó con palabras dulces y sobreprotectoras, con pipas de opio y botellas de whisky.


-Todos allá afuera quieren un pedazo de ti, My Dear, aquí estás seguro, asi que solo haz lo que te pido y yo me encargare de lo demás-. 


Y Black Hat obedeció, pasaba sus días como una princesa en la torre, aunque esta vez su encierro era voluntario, hasta donde él lograba entender en el estupor de su mente alterada por las drogas y el amor. 


Cuando todo estaba en la cima, cuando solo quedaba un paso para completar sus logros, Hatfield trajo a alguien a la casa. 


Black Hat lo sintió mucho antes de verlo cruzar el umbral de la puerta, algo pesado, algo que le hacía arder la piel como acero al rojo vivo. 


NEPHILIM


August entró con Hatfield del brazo y le sonrió.


-Cuanto tiempo sin vernos, dulzura-.


Black Hat intentó huir, pero Hatfield se lo impidió. 


-No, no, My Dear, sé obediente y complace a nuestro invitado-le sonrió también. 

Si antes había tenido lujos en esa prisión suya, el Nephilim se encargó de despojarlo de todo, dejándolo con nada más que un colchón en el suelo. 


Era de nuevo su presa y, mientras ultrajaba su cuerpo, Black Hat rogaba por Hatfield en vano, rogó y lloró hasta quedarse sin voz, hasta que su mente estuvo tan quebrada como su cuerpo. 


Te mereces todo esto, algo hiciste, eres despreciable, algo hiciste para que te odie


“Todo lo que he hecho es amarlo”


Hatfield oía sus llantos y se tapaba los oídos, no quería oirlo, no quería verlo, sabía que August era violento, pero... 


Algo tiraba en su corazón ¿Culpa? ¿Arrepentimiento? Tal vez solo eran los celos, porque su corazón caprichoso quería a ese gigante frío y otra parte de él aún consideraba a Black Hat su propiedad. 


El Nephilim era, en parte, una forma de asegurar que Black Hat fuese siempre sumiso, pero..


¿Pero realmente se lo merecía? 


Una noche, cuando todo lo que iluminaba la habitación era la luna llena colándose por la ventana cerrada, Hatfield lo visitó, después de mucho tiempo sin verlo. 


Black Hat estaba hecho bolita en su colchón, vestido con nada más que una camisa raída, se veía pequeño y patético y Hatfield sintió más profundo esa punzada de la culpa. 


El demonio alzó la vista, mirándolo con ojos cansados y maniáticos, como si viera un espectro, una aparición imposible.


-Mr Hatfield- dijo, extendiendo hacia él sus manos temblorosas.


El hombre se le acercó sin decir nada.




Black Hat lo jaló de la ropa y lo obligó a hincarse junto a él en ese colchón fino y sucio. 

El demonio lo miraba con desespero, con desahucio, con ese cansancio propio de alguien que ya había sufrido demasiado y rogaba por un fin inmediato, por misericordia. 


-¿Por qué no me ama?-le preguntó con voz temblorosa-Pude darle el mundo entero si me lo pedía, solo debía quererme, solo un poco-le dijo, clavando las garras en la ropa. 


Y Hatfield no le contestó porque, a decir verdad, no tenía idea de porque no podía amarlo, o al menos quererlo, solo un poco. 


-¿Por qué me entrego al Nephilim? ¿Porque si yo nunca me habría atrevido a desobedecerle?-sollozó contra su pecho.


Y de nuevo Hatfield no tenía una respuesta para él, no tenía razones para su crueldad y su paranoia, tanto como tenía razón para que su corazón prefiriera a August antes que a Black Hat. 


-¿Hice algo mal? ¿Es esto un castigo? ¿Por qué? Si lo único que he hecho es amarle-. 

-Oh, My Dear-Hatfield lo abrazó, apenas tocándolo. 


Por primera vez, quizás desde siempre, ese hombre sintió culpa y arrepentimiento, porque sintió en el fondo de su corazón y el abismo de su alma lo que le esperaba a continuación. 


-Lo amo, y lo odio porque nunca voy a poder dejar de amarlo-dijo Black Hat, apartándose y mirándolo con ira-¡Lo maldigo! ¡Lo maldigo!-le gritó, poniéndose de pie con piernas temblorosas, todo su cuerpo en agonía-¡Lo maldigo para que sus éxitos nunca sean suyos! ¡Para que sea olvidado! ¡Para que su rostro sea oscurecido y su nombre una nota al pie de una página!-. 


Black Hat recitó eso y se cubrió el rostro con las manos, deseando por un llanto que nunca llegaba.

Había allí un sentimiento conocido, un deja vu, como si esa maldición hubiese sido usada antes por él mismo contra aquel hombre. 


Apartó sus manos temblorosas y lo miró con aún más odio que antes.


-¿Qué fue lo que me quito? Mr Hatfield ¿Me quito algo importante? ¿Mi felicidad? ¿Mi corazón?-le reclamó. 


Hatfield seguía ahí hincado, su cuerpo resistiendose a la maldición que le acababan de lanzar, porque su cuerpo ya la conocía y sabía cómo combatirla.


-Lo siento, My Dear-dijo, sincero. 


Black Hat no más se desplomó y se lamentó hasta dormirse. 


Hatfield abrió la ventana y le dio una breve mirada a la luna antes de marcharse.


-Y esa noche me lo llevé, reduje su forma, lo hice pequeño e indetectable para el Nephilim, borre sus recuerdos para aliviar su sufrimiento y...-.

-Y mucho después, él y yo nos conocimos-.

-Así es-.



Los tres ahora estaban en un espacio negro e infinito, el suelo parecia una fina capa de agua sobre un espejo, Flug podia ver su propio reflejo en la superficie. 


Ante él estaba Black Hat, pero en vez de estar de pie sobre esa agua/espejo, estaba hundido hasta la cintura, a su alrededor había figuras, algunas se parecían al propio Black Hat y otras eran espectros de su pasado. 


-Patético-dijo una sombra con la forma de Seto.

-Herramienta-le dijo la sombra de Hatfield.

-Presa-le dijo la alta figura de August. 

-Entretención- dijo una silueta que no podía ser de otro más que Shisui.

-Tirano, comida, abusador, juguete, pesadilla, reemplazo...-. 


La silueta que representaba a Flug murmuraba sin cesar, alternando entre palabras, como si esa relación fuese indecisa. 


-¿Qué esperabas? ¿Realmente creías que algo sin corazon podía amar y ser amado?-le dijo un Black Hat con un agujero en el pecho.


Mientras más hablaban, más se hundia Black Hat en ese liquido negro, en esa brea. 


-Esta es... ¿Su mente?-más que una pregunta era una afirmación, no podía ser otra cosa. 

-Lo es-contestó Shisui con calma-Flug, si se ahoga, es posible que ya no despierte-. 

-¡¿Qué?! ¡Haz algo! ¡Ayúdalo!-.

-Tienes que ser tú quien le de una mano, Flug-. 


Flug se le acercó con pasos inseguros, sentía su propio corazón latir en sus oidos ¿Que debía hacer?


Lo observo un momento, como se hundía sin decir nada, sin protestar... 


Le ofreció su mano, Black Hat la tomó, clavándole las garras y, de un tirón, estaban los dos en esas aguas negras. 


Era muy frío y silencioso y Flug pensó que así debía sentirse en el espacio exterior. 


De alguna forma era pacifico, allí flotando no había dolor, no había nada que ver o en lo que pensar.


¿Así era la muerte?


Black Hat, que ya no lucía como Black Hat si no como Ragna, lo miraba con expresión vacía. 


-¿Me odias?-le preguntó. 

-No, no lo odio-.


Sus voces hacían eco porque no había ningún otro sonido, solo eran ellos dos en ese infinito. 


-Me merezco que me odies-.

-Tal vez...-lo atrajó hacia sí y lo abrazó-Pero yo merezco lo mismo-.


Se quedaron abrazados, flotando en la nada, tal vez podían quedarse así por siempre. 


Pero...


-Si le digo que lo amo ¿Va a creerme?-.

-No-.

-¿Me dejara intentar demostrarle que lo amo?-.


Black Hat se acurruco más en sus brazos, Flug se sentía cálido en todo ese frío. 


-Quiero volver contigo y con mis hijos, pero tengo miedo y estoy cansado-.

-Lo siento...-.

-Si me hieres de nuevo, no te lo perdonare-.

-Esta vez haré las cosas bien-le aseguró.


Compartieron un beso y, en un flash, estaban de vuelta en el mundo real.


Flug se dobló para vomitar en la muy cara alfombra, Black Hat dormía plácidamente y Shisui suspiró con alivio, aun faltaba mucho, pero tal vez habría calma antes de la tormenta. 


lunes, 22 de julio de 2024

Don't Touch Me!

 His body tensed, his jaw clenched and his fist did the same, hurting the palm of his hands with his own sharp claws. 


That girl was hugging him again.


Normally Black Hat managed to avoid her with ease, but sometimes she was able to trap him in her strong arms. 


Demencia giggled happily, hearts in her eyes, drooling like a maniac, like one of those rabid racoons that she liked so much. 


He growled at her, menacingly, but Demencia ignored him, hugging him more tightly. 


Black Hat HATED to be touched without permission and very few had that privilege, Demencia wasn’t one of them.


He had warned her many times no to do so, to NOT touch him, but she was defiant and dumb. To obsess with him to listen to his warnings. 


Black Hat was breathing heavily, like a cornered animal. He wasn’t scared of her precisely, but her actions made him feel uncomfortable, uneasy and...Dirty. 


She was dirty, he was dirty, the whole situation felt dirty. 


That unwanted physical contact felt disgusting and like a threat. 


Maybe it was stupid for him to feel that way, he was way stronger than her. He could throw her to the other side of the room, he could kill her or, simply, disappear in a poof of smoke. 


But his body was paralyzed with the disgusting feelings, her warmth, her smell, her excited breathing... It made him feel dizzy and nauseous. 


It felt like he was prey and she had captured him, the hunting was successful and, now, he was going to be eaten. 


She got closer to his face, her eyes closed, ready to kiss him...


Suddenly Demencia fell to the floor like a sack of potatoes.


Flug was at the door behind her, weapon in hand, he had shot her in the back. 


Black Hat sighed in relief, his body relaxed immediately. 


“Doctor~” he smiled. 


“Are you ok?” Flug asked, moving Demencia’s body away with his foot. 


“I’m fine” he nodded. 


“Good...” Flug reached to his boss’s face, but stopped mid way “Can I?”


“Please do”.


Flug caressed his cheeks, trying to comfort him. 


Black Hat purred like a kitten, closing his eye in delight. 


“You sure you’re ok?”


“Yes, I just... I couldn’t move, I don’t know why, she’s weaker, she... It was only a couple of seconds, but it felt like eternity”


“I know, but it’s ok now” Flug smiled “Can I?”


“I love that you always ask” Black Hat smiled and nodded. 


Flug kissed him and Black Hat wished for that feeling to last an eternity too. 




lunes, 15 de julio de 2024

Love Me, That Way cap 14: Recuerdos Parte 1




Se ahogaba...


Se ahogaba en algo espeso y negro...


Algo frío, denso y oscuro como la brea...


Se ahogaba en sí mismo, se hundía más y más y más...


Al principio había muchas voces, eran muchos en disputa por el control, su único propósito era crecer y consumir, arrasar con todo en su paso, tragando más y más voces en la oscuridad. 

¡De repente, silencio! Y se hizo una sola voz, una sola conciencia, con un cuerpo que dolía ¡Oh, todo dolía! Cada centímetro de ese ser recién nacido estaba en agonía y aun así...


-Ponte de pie-le exigió el hombre ante él o ella-Ragna-.


¿Ese era su nombre? Ragna. 


Ragna no era hombre ni mujer, Ragna no sabía nada de nada, podía entender lo que ese hombre enfrente suyo decía, pero no podía hablar, no podía protestar cuanto dolía su cuerpo pues aún no conocía la definición de dolor. 


Así que, simplemente, le obedeció con piernas temblorosas, como un potrillo recién nacido. 


-¿Black Hat?-.

-No aún, lo será, algún día-.



El demonio no era un niño, pero sí era inocente, así que su creador lo encerró en la Biblioteca Infernal, donde se reunía todo el conocimiento, el que fue, era y será. 

Ragna sabía leer y eso mismo le ordenaron hacer, leer en soledad, un libro tras otro. 

Por años esa fue toda su vida, se paseaba por pasillos interminables, rodeado de libros, consumiendo el conocimiento, pero prohibido de experimentar la vida real. 

No se le permitía salir y sus únicas interacciones eran con Seto, su creador, y Beelzebub, el esposo de este. 


Ragna era una criatura delgada, no tan alto como seria en el futuro, vestia lo que parecia ser un leotardo negro, calzas negras y guantes largos sin dedos, no usaba zapatos. 

A decir verdad, aquella “ropa” estaba hecha de su propia energia, habia creado ademas, un poncho con capucha, igualmente negro, del que asomaban sus cuernos de obsidiana. 


Tenía una mirada llena de curiosidad, estaba ansioso por conocer al mundo e iniciar sus deberes como demonio, pero aún era débil y demasiado inocente para ello. 

Posee maldad innata, pero no sabía nada sobre el corazón de los mortales por lo que, siendo tan joven, fácilmente podían aprovecharse de él.


Al menos, eso le había explicado Seto. 


-Era adorable...-.

-Lo era, por ello lo amé como a mi hijo desde el primer instante-. 


El Infierno era una meritocracia, así que ser hijo del mismísimo Lucifer no le daba ningún beneficio, por el momento solo podía crecer su poder a través de los estudios.


Se aburría ¡Oh como se aburría! 


Cada día era idéntico al anterior. Despertaba en su habitación, un recoveco oculto tras una de las estanterías, donde no había mucho más que una cama y un closet, y se levantaba para leer todo el día, hasta que se le cerraba su ojo del cansancio. 


Cuando aprendió biología, decidió que quería ser hombre y cambió su forma acorde a ello. 

Cuando aprendió de ciencias y de magia, decidió que prefería lo último, para decepción de su padre. 

Cuando aprendió sobre el amor, decidió que era algo que no deseaba, todos esos hombres y mujeres de los libros sufrían por ello, aunque tuvieran un final feliz, no parecía valer la pena.


Entendía que el amor no era algo ajeno ni opuesto a la maldad, al contrario, por amor se cometieron grandes atrocidades.

Amor a la patria, amor propio, amor por un hombre o mujer tan bellos que habían llevado naciones a la guerra...

No, no era eso, no era que considerara el amor como algo indigno de su naturaleza, era más bien...


Que le asustaba, le asustaba y no lo comprendía. 


Por más que leía sobre ello, no comprendía lo que era realmente el amor y la idea de que una parte de él iba a pertenecerle a alguien más por siempre, porque en los libros el amor era eterno, le aterraba. 


Ya era un prisionero, una avecilla negra en una jaula de libros, no quería serlo aún más.  


El sexo tambien le asustaba, odiaba ser tocado, su padre rara vez se le acercaba, pero Beelzebub a veces le palmeaba la cabeza y Ragna solo atinaba a mirar el suelo, incomodo, no sabia como corresponder al contacto fisico. La idea de un contacto no platónico le daba asco. 


Sabía que era posible que eso cambiara en el futuro pero, por el momento, prefería estar solo en todos los sentidos. 


Y así, pasaron muchos, muchos años...


Las imágenes ahora pasaban demasiado rápido, tanto que no las podía entender...


-Ragna pasó casi un milenio en la biblioteca sin hacer mucho más que leer, es mejor si adelantamos un poco-.


Flug asintió, era la cosa más extraña, era como ver acelerar una película, solo que, al mismo tiempo, ellos estaban dentro de dicha película. Aquellas imágenes seguían siendo espectros del pasado, no podía interactuar con nada de ello, pero podía ver todos los sucesos de cerca.  Podía sentir lo que Black Hat sentía, una ventana indiscreta, a su corazón a sus pensamientos a su...


¡Pasado, el pasado de Black Hat!


Para un demonio joven los mortales eran algo peligroso, el demonio compraba el alma, pero si su poder era poco, el mortal era dueño de la voluntad del demonio hasta que el contrato se cumpliera, por eso se debía ser precavido y hacer negocios solo con aquellos más débiles y desesperados. 


Las almas eran la moneda infernal, símbolo de poder, mientras más almas tuviera un demonio a su servicio, más poder y estatus. 

Algunas almas iban al infierno y se convertían en demonios sirvientes, otras eran consumidas completas. 


Por ello un demonio debía hacer tratos con los humanos, cumplirles favores a cambio de sus almas y servidumbre, sin embargo para un demonio como Ragna, sin experiencia alguna, el sirviente iba a ser él, al menos hasta que su poder creciera lo suficiente. 


Era un camino duro, por ello muchos prefería quedarse a trabajar en el Infierno, pero Ragna deseaba explorar el mundo.


Sin embargo de los mortales solo conocía lo que decían los libros, no sabia cual era realmente su naturaleza ni lo que movía sus corazones, como tentarlos, como manipularlos y aprovechar sus ambiciones. 


Aún poseía ingenuidad e inocencia, esto último en varios sentidos.


-Antes de ir al mundo mortal, debes hacerle una visita a los súcubos-le dijo ese día su padre, revisando el papeleo que le había entregado, solicitando salir. 

-¿Los súcubos? ¿Para qué?-.

-O íncubos, si prefieres-continuó, apenas mirándolo por encima de los papeles-No sería digno que pierdas la virginidad con un mortal ¿No te parece?-.

-Pero...-.

-Es algo que van a pedir de ti, es algo que siempre piden de nosotros y tu no estas en la posición de negarte, podras algun dia, pero como eres ahora...-.

-Entiendo-Ragna agachó la cabeza con resignación, su deseo de libertad más grande que su desagrado por contacto físico.

-Te enseñaran cosas y serán amables si se los pides-.


Ragna lo miró, un poco sorprendido por su tono ligeramente reconfortante. 


-Está bien-asintió. 

-Oh y procura elegir un nombre, ya sabes que no puedes usar tu nombre real con los mortales-. 


Su primera experiencia sexual no tuvo nada de remarcable, se sintió clínico y frío, porque esas personas, si bien amables, estaban con él porque era su trabajo, no por deseo propio, no lo habían elegido, no era deseo genuino. 


Aprendo cosas útiles, aprendió de sus propias preferencias, así que al menos podría apreciar la experiencia en ese sentido. 


Con eso fuera del camino, quedaba lo más importante.


Un nombre. 


Los nombres guardaban poder, si un mortal poseía el nombre de un demonio, lo tendría a este como esclavo, por tanto se usaban apodos para protegerse.


Pero ¿Cómo llamarse?


Ragna se miró en el espejo, vestido ahora con ropas normales, lucía elegante, como un hombre de la alta sociedad, eso era algo que siempre le había gustado, aunque en esos momentos su estatus fuese el de una rata, podía aparentar. 


Pero le faltaba algo...


Toco sus cuernos delicados e hizo una mueca de dolor...Siempre dolían, nunca dejaban de crecer y la base era tierna. A decir verdad, todo su cuerpo dolía desde el primer día, pero ese dolor se había entumecido al punto de que podía ignorarlo, pero sus cuernos por otro lado... 


Tal vez era mejor ocultarlos.


De su propia energia, asi como antes habia creado ropas para cubrirse, creo un sombrero negro, tan negro que parecia absorver la luz, decorado con una franja roja satinada. Cubría sus cuernos, su punto débil, a la perfección. 


Creó tambien un abrigo igualmente de ese negro profundo, proteccion extra, y asi su atuendo estaba completo. 


Se miró unos momentos y sonrió.


-Black Hat- dijo, dandole un toquecito al sombrero negro. 


Y así, Black Hat empezó su viaje por el mundo de los mortales. 


Universos había muchos y, en ellos, muchos planetas con vida, así como muchas versiones de ese valioso planeta llamado Tierra. 


La Tierra era el template de los dioses, la usaban para saber qué servía y que no, por ello su población era tan diversa y mezclaba magia y tecnología con naturalidad. 


Black Hat fue asignado a la Tierra como un demonio más, encargado de tentar a los mortales a firmar contratos y vender sus almas a cambio de favores. 

A pesar de lo difícil, y humillante, que podía ser, a Black Hat le gustaba su trabajo, era diligente, trabajaba duro y sin descanso, creciendo su poder con lentitud pero de forma constante. 


Tal vez pronto podría obtener verdaderos seguidores, un culto, gente que haría el trabajo sucio por él. 


Debido a su posición, aceptaba cualquier tipo de acuerdo y trabajo, así como cualquier mandato de aquellos demonios superiores a él o, incluso, los mandatos de otras criaturas, como los ángeles y las faes, quienes no eran mortales y no tenían un alma que vender, pero qué podían regalarle un poco de poder. 


Solían pedirle por su cuerpo, viéndolo como un demonio joven y tentador, y Black Hat aceptaba, su cuerpo se quedaba ahí a disfrutar y su mente navegaba a otra parte, desinteresado en esas personas que predaban en sus ansias de poder. 


Así, creció poco a poco, estable, inteligente y prudente en lo que hacía, pero aun no podía sacar a flote lo que realmente deseaba, no sabía como, aun no entendía a los mortales, no realmente. 


Una noche, Seto apareció ante él, siempre que aparecía era para darle trabajo, algún encargo que nadie más quería. 


-Hay un planeta que nos preocupa, quiero que vayas e investigues qué pasa-.

-Eso no suena muy malvado que digamos-.

-Si bueno, a veces hay que hacer cosas en pos del gran esquema de las cosas ¿No te parece?-.

-Supongo-Black Hat se encogió de hombros-¿Y que tiene de curioso el planeta ese?-.

-Es similar a la Tierra de este universo, sin embargo su tasa de vida empezó a decaer y no podemos figurar porque, quiero que vayas, lo averigues y me traigas un reporte, eso es todo-.


Black Hat asintió, aceptando de mala gana. 


Aquel alguna vez había sido un mundo acuático, rebosante de vida y magia, pero ahora todo estaba muerto y el mar se estaba secando. 

-¿Me pregunto si pertenecía a ese sujeto?-se preguntó en voz alta, viendo como el mar se había retraído y dejaba ver el fondo marino. 



Había existido alguna vez un dios del mar, amo de todos los océanos, los de todas las Tierras, de todos los planetas en todos los universos, creador de vida, dador de sustento...


Sin embargo eso era el pasado y hacía mucho que no se lo veía, se decía que había sido un tirano y el último de los dioses en crear...



NEPHILIM


Lo sintió antes de verlo, un aura fría que hizo sentir su cuerpo pesado, se ocultó tras los árboles del bosque cercano y observó...


El Nephilim era un gigante de tres metros, rostro hermoso y perfecto, como tallado en mármol, cabello rubio dorado, ojos grises como acero, sonrisa blanca como perlas. 

Había algo artificial en él, algo que, a pesar de su innegable belleza, provocaba una profunda incomodidad. 


Llevaba de los cabellos lo que parecía ser alguna clase de “gente del agua”, una mujer que lucía casi humana de no ser por las escamas de pez y los pies y manos palmeados. 


La arrojó a la arena semi húmeda con violencia. 


-Criatura hereje, de raza blasfema, que se atrevió a abandonar a su dios-dijo, monótono y frío en la superficie, un tono de deleite en el fondo de su voz. 

-¡No sé de qué hablas!-exclamó ella, aterrada, cubriéndose los ojos con las manos, como si el solo verlo doliera. 

-Serás castigada en nombre de tu dios, derramaste tu sangre en su honor y tu vientre servirá para traerle gloria-continuó como si ella nunca lo hubiese interrumpido.

-¡No! ¡Por favor! ¡Eso no, todo menos eso!-rogó intentando alejarse a rastras-¡Te lo ruego! ¡Solo matame! ¡Tenme misericordia!-. 


Black Hat sintió el inusual impulso de ir a ayudarla, había oído historias sobre lo que hacían los Nephilim, cosas que incluso a los demonios les parecían inaceptables...

Se agachó más donde estaba, no podía apartar la vista, tenía miedo...


El Nephilim aplastó la cara de la mujer contra la arena, obligándola a ponerse en cuatro.


No quería ver aquello, pero no podía apartar la vista de los horrores, así que se cubrió los oídos para, al menos, no oírla gritar en agonía.


¡Oh, oh no! ¡Si lo descubría... Si lo descubría le esperaba lo mismo! ¡El ultraje! ¡La violencia de aquel acto forzado! 


Estaba paralizado de miedo, se sentía como un animal acorralado, su corazón latía con fuerza, le costaba respirar...


En algún momento ella dejó de gritar ¡Oh, había sangre, tanta sangre! 


Cuando terminó, el Nephilim se apartó de ella y la observó con una sádica sonrisa.


El sufrimiento aun no acababa...


La pobre retomó sus gritos, ahora en nueva agonía, se retorció de dolor hasta que un huevo dorado salió de su cuerpo, destrozándola en el proceso, rompiendo lo poco que el Nephilim había dejado intacto.


Estaba muerta y, de ese huevo nefasto, no tardó en salir... Otro Nephilim. 


Black Hat se cubrió la boca para no gritar de horror, nunca había sentido miedo antes, pero aquello, era horrible incluso para él y la idea de terminar igual, quería correr...


 ¡Debía correr! 


¡Corre, corre o va alcanzarte! ¡VA A ALCANZARTE, VIOLARTE, DEBORARTE! ¡VA A FORZAR EN TI SUS VÁSTAGOS! ¡Y LO HARÁ POR LA ETERNIDAD PORQUE ERES INMORTAL! ¡INMORTAL! ¡INMORTAL! ¡INMORTAL! ¡INMORTAL!

Pero Black Hat no tuvo tiempo de correr, algo lo sujeto, algo frío como el acero, unas largas manos del color del oro. 


El Nephilim lo había olfateado y atrapado en un instante con las largas apéndices que le nacían de la espalda. 


Se acercó a su presa con una sonrisa hambrienta, relamiéndose.


“Me va a romper” fue lo que pensó el demonio, paralizado del miedo, su poder disminuido por el aura divina, su mente demasiado aterrada para pensar en nada lógico. 


Sin decir nada, el Nephilim lo azotó contra el suelo y empezó a estrangularlo.


Black Hat intentó defenderse, pero sus garras sólo dieron con fría y dura armadura y por más que pataleaba y pateaba, era como golpear mármol. 


-Delicioso, tan dulce...-dijo el gigante con deleite-Hueles a pura maldad-se saboreó. 


El demonio intentó decir algo, aunque no estaba seguro de que podía ser, su mente había caído en puro pánico, solo pensaba en huir, pero no podía. 


-Nunca había visto algo como tú, exquisita criatura, hecho de maldad e infinidad de almas, podré usarte para crear un ejército para mi dios, una y otra y otra vez, por siempre, para siempre...-se deleitaba en cada palabra, salivaba, hambriento y deseoso.

-No...no... por favor...alguien-alcanzó a murmurar, sin aire, apenas consciente. 

-Seras mio por siempre, Dulzura-hizo aparecer, con un chasquido, un anillo de plata.

-No...por favor... Padre...por favor-rogó, llamando por su creador, por su padre, como un niño presa del miedo. 


El Nephilim le colocó el anillo en la mano izquierda, quemando su piel, dejando una eterna cicatriz, Black Hat dio un grito ahogado. 



¡INMORTAL! ¡INMORTAL! ¡INMORTAL! ¡VAS A SER SU PRISIONERO POR LA ETERNIDAD! ¡NADIE VENDRÁ POR TI! ¡REEMPLAZABLE! ¡REEMPLAZABLE E INMORTAL! 


El Nephilim lo llevó a un torre en una pequeña isla, flotando a mitad del poco océano que quedaba. 

El Nephilim había devorado todo en ese mundo, todo lo que consideraba blasfemo y hereje, ya no quedaba nada más que él y Black Hat, el planeta moria y, pronto, iría a uno nuevo, para seguir devorando, impartiendo justicia divina, hasta que no quedara nada. 


Pero por el momento solo le interesaba Black Hat y lo que podía hacer con él, lo encerró en un cuarto, lo ultrajo por días sin siquiera darle la dignidad de una cama.


Luego de eso, luego de considerar que lo había amansado, lo dejó por días, con el cuerpo dolido, en agonía, para luego volver y empezar de nuevo. 


Con el tiempo, Black Hat dejó de batallar, de gritar y solo lo dejaba hacer lo que quisiera, pero el dolor no disminuía, ni el de ese monstruo embistiendolo con crueldad, ni el de tener que parir sus vástagos horribles, esas criaturas sin mente que no eran más que clones del Nephilim. 


Podia sentirlo con cada violacion y con cada huevo que salía de su vientre, como lo arruinaba para siempre, ya nunca podría tener hijos con nadie más, lo había dejado marcado y roto, solo podría tener hijos con él, hijos que no eran hijos, resultados de un acto aberrante. 


Por más que rogaba por ello, nadie vino a su rescate, así que calló sus ruegos también.

Día y noche miraba el techo, incapaz de moverse, allí tendido con las piernas abiertas, esperando a que lo usaran de nuevo. 


Esa noche en particular, yacía rodeado de su propia sangre, el Nephilim se había entretenido jalando sus cuernos hasta desprenderlos, logrando sacarle nuevos gritos, pero ahora estaba solo, pero no miraba el techo de piedra...No, esa noche había algo diferente. 


La ventana había quedado abierta y podía ver la luna llena, brillante y hermosa.  


-Recuerdo...-dijo bajito, su voz rasposa y cansada, había gritado tanto y el Nephilim lo estrangulaba con frecuencia, parecía que había dañado sus cuerdas vocales también-Recuerdo, que tu sufriste a manos de su dios-.


Le habló al dios de la luna, no muy seguro de si era escuchado. 


-Se que algo como yo no merece piedad, pero por favor, si me entiendes, por favor matame-. 



Shisui lloraba con lágrimas silenciosas.


-Oh mi niño, mi precioso niño-.


Flug no dijo nada, sentía náuseas con todo lo que había visto, pero no le quedaba de otra que seguir observando, seguir siendo testigo de todo eso. 



Esa noche, Black Hat logró escapar, fue enviado de vuelta a la Tierra, arrullado en los brazos cálidos y maternales de ese dios que entendía demasiado bien su dolor. 


-Mi niño, no puedo borrar tu dolor, pero te daré un regalo para aliviar tu corazón-. 

-¿Y qué podría ser eso?-preguntó, acomodándose en una cama suave y limpia, mirando al dios ante él. 

-Alguien que te ame, enviaré a alguien que te ame y alivie tu soledad-.

-No soy algo que merezca amor, mucho menos ahora-.

-Ya verás que no es el caso, mi niño, por ahora descansa, te daré sueños hermosos-. 


Shisui le beso la frente y Black Hat se durmió al instante, en paz.