miércoles, 28 de mayo de 2025

Traición




La luna roja brillaba, por la tierra reptaban pesadillas, finalmente era tiempo de devorar ese planeta patético, como había hecho con tantos otros, tras siglos de sazonarlo con maldad y caos.


Black Hat sonreía, salivaba con deleite mientras su lengua de serpiente saboreaba en el aire desesperación y muerte. 


Era tal su retorcida dicha y deleite, que no noto la presencia detrás suyo. 


O tal vez la notaste, pero estas tan acostumbrado a él que no le diste importancia


Sintió algo que pocas veces había sentido antes, dolor, un dolor punzante y frío, en su espalda y en su pecho. 


Black Hat miró hacia abajo, de su pecho se asomaba la punta de una daga ¿Había sido apuñalado? Había pasado tan rápido que no tuvo tiempo de asimilarlo del todo. 


Cayó al suelo, paralizado. Un pie lo obligó a girarse, a mirar a esa persona de frente. 


Ahí estaba Flug, daga ensangrentada en mano. 


-Sabe, Jefecito...-le dijo con calma, arrodillándose a su lado, elevando la daga sobre su cabeza, con toda la intención de apuñalarlo de nuevo-Este material fue muy difícil de conseguir, me llevo muchos años-. 


Black Hat lo miraba, no podía hablar, le salía sangre de la boca, solo podía protestar con quejidos. Miraba fijamente a ese simple mortal que se había atrevido a traicionarlo.


.No me mire de esa forma, era mi plan desde el principio, usted lo sabía ¿No es así? ¿Por qué otra razón me tendría tan vigilado, controlado?-Seguía hablando con calma, con calculada frialdad y cierto cansancio, como si terminara un trabajo arduo tras mucho tiempo. 


Era verdad, lo había vigilado y controlado por años, porque sabía de sus intenciones, de su potencial. 


¿Era esa la única razón? Le tenias miedo ¿No es así? Le tenias miedo porque lo sabías capaz, pero ... ¿Había algo más? ... Pudiste deshacerte de él y no lo hiciste ¿Por que? 


Flug oía sus gemidos, de repente su poderoso jefe le parecía patético, ahí tirado, vulnerable, no pudiendo hacer más que lamentarse como un animal herido. 


Había planeado aquello por años, no por querer hacerse el héroe y salvar el mundo de manos de Black Hat. No, Flug quería ese mundo para sí mismo. 


Fingir sumisión y lealtad había sido fácil, solo debía agachar la cabeza y trabajar, hacerle creer que lo tenía a su merced. 

Al principio Black Hat no había confiado en él, por supuesto, lo mantenía bajo estricta vigilancia, pero con el tiempo se había acostumbrado a su presencia. Flug pasó de ser un sirviente y una molestia, a alguien de quien Black Hat buscaba deliberadamente su compañía. 


Sin saberlo, sin notarlo, se había acostumbrado a Flug, había confiado en él y Flug había tomado ventaja, poniendo en marcha su plan, lento y paciente, frío y calculador. 


Apretó el puño que sujetaba la daga, solo debía perforar su corazón una vez más y sería todo, era fácil, pero...


¿Era dolor lo que veía ese ojo vil? ¿Black Hat sentía el dolor de la traición? 


Si era el caso, realmente ninguno de los dos estaba seguro. 


Ninguno de los dos sabia si ese corazon negro podia sentir en lo absoluto, ni siquiera su dueño, quien ahora respiraba con dificultad. 


Tal vez te está rompiendo el corazón es más de una forma...Tal vez TU...


Black Hat no tuvo tiempo de completar ese pensamiento, apretó los dientes cuando el acero frío perforó nuevamente su pecho. 


-Lo siento, Jefecito, pero es que he trabajado tanto...-Flug ya no sonaba frío, había un tono de arrepentimiento, pero ya era muy tarde para echarse atrás. 


Black Hat le sonrió, hizo uso de sus últimas fuerzas para extender su mano y le tocó el rostro por debajo de la bolsa. Era una mano helada y peligrosa, pero Flug apoyó su mejilla contra ella de todas formas. 


Black Hat abrió y cerró la boca un par de veces, como un pez fuera del agua, como intentando decir algo, pero no salió nada. Finalmente, ese ojo maligno perdió su brillo, dejó salir un último suspiro y su mano cayó, sus garras dejando largas heridas detrás. 


Flug, con su cara sangrante por heridas que dejarían cicatrices eternas, un recordatorio, un último regalo de su Jefecito, dejó caer la daga, miró sus manos manchadas y sonrió y rió como un loco. Tal vez incluso estaba llorando, pero decidió no darse cuenta de su propio dolor. 


Era el fin y el comienzo del todo, al menos para él.


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