viernes, 14 de abril de 2023

Let me teach you Cap 6: Vacaciones parte 2

 



El cielo estaba despejado, el sol intenso, la arena caliente y el agua cálida. 

Era el día de playa perfecto. 

Black Hat se encontraba disfrutando de un buen baño de sol, después de todo era parte reptil.


-Flug, ponme bloqueador-le dijo con clara coquetería, agitando la botella.


Flug suspiró, viéndolo ahí tendido en la toalla, la piel de serpiente brillando al sol. Era muy tentador. 

Tomó la botella y Black Hat se giró, dándole la espalda, Flug dejó caer un poco de esa crema blanca y de aroma distintivo y la esparció con cuidado con sus manos, dándole masajes. 


Black Hat gemía levemente y a Flug se le estaban ocurriendo ideas de lo más indecorosas. 


Sin embargo, también tenía otras cosas en mente ¿Por qué había aparecido así de la nada? ¿Le había pasado algo?


-Black Hat...-.

-¿Mmm?-ronroneó, entre masajes y el calor se estaba quedando dormido.

-¿Por qué volvió conmigo?-.


Black Hat se giró y aprovechó la posición para atraparlo entre sus piernas.


-Porque tú eres el correcto, no Hatfield ni ningún otro-. 


Flug rió, no sin cierta amargura, y lo aprisionó con su cuerpo, lo sujetó de las muñecas y le dio un mordisco en el cuello.


-¿Y que le hizo darse cuenta?-.

-Te contaré aunque, si soy sincero, no quiero-.

-No es obligación...-.

-No, está bien, lo haré, es mejor si te enteras, creo que te concierne de alguna forma y yo también tengo preguntas que hacerte-.


Flug lo miró con extrañeza, pero simplemente se puso más cómodo en aquella posición y lo escuchó hablar.


Esa mañana, sentado en el asiento del pasajero y con Lucian conduciendo, Black Hat se sentía... Extraño. 


No era un sentimiento ominoso precisamente, sólo una profunda ansiedad, estaba abrumado por algo que no sabía distinguir. 


Hatfield iba bastante callado, lo cual no era tan inusual, no solía hablar mucho tras el volante.


En la radio sonaba una vieja canción. No le gustaba, deseaba poder cambiarla, pero por alguna razón no se atrevió a hablar. 


Tal vez eran las náuseas.


Si, eso era, si abría la boca iba a vomitar todo el interior del auto. 


Mientras más avanzaban por la carretera, con cada giro, con cada curva, peor se sentía. 


-Estas verde, My Dear-le dijo, deteniéndose. 


Black Hat no le dijo nada, salió apresuradamente del auto y vómito al costado del camino. 


Hatfield mantuvo la distancia hasta que el desagradable acto se detuvo. 


-¿Estás bien?-le ofreció un pañuelo.

-No...-negó, aceptando el pañuelo, se limpió la boca mientras miraba el césped, quemado por su vomito-Solo...-suspiró-Solo necesito aire, dame un momento-. 


Nunca había estado enfermo antes, no así al menos. No sabía lo que era. 


Se sentó en el vehículo, con la puerta abierta y Lucian le acarició la espalda.


-Respira hondo, My Dear-.


El demonio asintió, Lucian lo miraba de forma indescifrable, tenía ojos fríos y críticos, pero realmente no tenía ánimos de preguntar que había en su mente en ese momento. 

Cuando se sintió un poco mejor, Hatfield lo acomodó en el asiento trasero y lo tapó con una manta.


-Descansa, sería una lástima que estés enfermo el resto de las vacaciones-. 

-Estaré bien-le aseguró. 


Pasó así el resto del viaje, Lucian conducía despacio y Black Hat se encontró arrullado por el movimiento del vehículo, se sentía un poco mejor. 

Miró al otro con interés, la parte de atrás de su cabeza, cabello azabache siempre bien peinado. 


Se preguntó si se teñía el cabello. Los humanos crecían cabellos blancos con la edad ¿No es así? 

Tal vez le preguntaría luego. 


“El rojo es un color más bonito”


Pensó antes de quedarse dormido. 


Aquel adorable cottage lucía de lo más acogedor. Tenía un bonito jardín, muchos árboles que daban sombra fresca y la casa en sí tenía todas las comodidades. 

También, olía a magia. 


Era difícil de explicar, había electricidad en el aire, olía a algo húmedo y viejo, pero no era desagradable. 


Sin embargo, al demonio no le cayó muy en gracia, parecía que su estómago no acordaba con el ambiente.


-Oh, My Dear ¿Que te habrá hecho daño?-Hatfield le sirvió un té-Bebe eso, te hará sentir mejor-.


Black Hat bebió sin pensarlo mucho, le gustaba ese té, Lucian se lo servía con regularidad. Había bebido una taza esa misma mañana, de hecho. 


Por un segundo, el demonio sintió sospecha, pero entonces Hatfield se inclinó sobre él y le beso los labios, haciéndole olvidar todo. 


-Oh~ Mr Hatfield-suspiró.

-Si quieres más de eso, procura recuperarte pronto, My Dear-sonrió. 


Black Hat se bebió el té, sintiéndose mejor. 


Los siguientes días pasarían confusos, a veces estaba bien, otros no podía levantarse de la cama, su mente difusa y su cuerpo débil.


Y entonces...Entonces estaba Lucian. 


Era en esos momentos de debilidad en los que ese hombre desidia tener sexo con él. No era que Black Hat no quisiera, ciertamente su cuerpo lo disfrutaba, pero no podía moverse, no podía alcanzarlo y tocarlo, le resultaba frustrante. 


Solo podía quedarse ahí tendido mientras Lucian hacía lo que se le antojaba, para luego irse y dejarlo solo, necesitado de cariño y caricias tiernas. 


Cuando se sentía bien, Hatfield no quería más con él que un beso ocasional. 


Black Hat quería irse, quería volver con Flug, ese que lo trataba bien, con amor, con el que se acurrucaba y hablaba por horas. 


Pero entonces caía enfermo y no tenía la fuerza de voluntad de ir a ninguna parte. 


No podía moverse y su cuerpo se ponía sensible. Lucian se aprovechaba de ello y lo hacía gemir y temblar pero, aun así, siempre terminaba sintiéndose insatisfecho. 


Quería irse y los encantos de Hatfield comenzaron a perder sus efectos. 


Ya no podía embelezarlo con palabras galantes, ya no sentía por él las mariposas. 


Finalmente, en esos momentos en los que su mente salía de su estupor, Black Hat se dio cuenta.


Lucian estaba envenenandolo. 


Esos condenados tés, no eran más que veneno. 


No era solo eso, cuando lo tenía en la cama podía sentirlo dibujar cosas en su piel, cuando lo tenía en una posición en la que no podía verlo, dibujaba cosas en su espalda con los dedos. 


Sellos mágicos ¿Verdad?


¡¿Como pudo ser tan tonto?! ¡¿Cómo pudo dejarse atrapar?! 


Esa noche, con dificultad, Black Hat se deslizó fuera de la cama. Era más fácil si hacía su forma etérea y serpentina, como una larga sombra. 

Hatfield no estaba, había tomado la costumbre de dejarlo solo largas horas, muy confiado en sus métodos. 


Pero Lucian ya no tenía poder sobre él, sus palabras y sus encantos habían perdido todo efecto, solo quedaba deshacerse del veneno. 


Así que se escondió en un rincón oscuro de la casa y esperó... 


Olía a algo húmedo y viejo... 


Montones de papeles y cajas mohosas...


Olía a magia negra...


-Warlock...-suspiró el demonio.


Hatfield debía de haber servido a un patrón muy poderoso para tener tales habilidades, era alguien de cuidado, listo al haber elegido a un demonio joven e inexperto como su presa, pero también eran un imbécil orgulloso y confiado. 


Black Hat, allí hecho sombra, solo podía esperar a que su cuerpo terminara de sanar, así que se puso a curiosear en las viejas cajas. 


Se encontró con montones de documentos, títulos de diferentes propiedades y cosas similares. 


-Flugslys...-leyó-¿Flug?-.


Bueno, no era precisamente Flug, pero ese era su apellido, así que aquella firma debía de ser de su padre ¿No?


Se guardó el contrato y suspiró, debía moverse, huir. Comenzaba a hacerse una idea de para que lo quería Lucian y era mejor si aprovechaba el momento y salía de ahí... 


-Y aquí estoy-concluyó.

-Y... ¿Y para qué lo quiere exactamente?-.


Black Hat se tardó un segundo en responder, Flug tenía una mirada extraña. Peligrosa. 


-Quiere usarme como sello, si me ata a lo que él posee, la fuente de su poder y longevidad, entonces será suyo por siempre-. 

-Ha...ya veo-emitió un sonido que podía ser un suspiro, una risa o un gruñido, quizás todo junto-Ya vuelvo-.


El demonio lo dejó ir, lo notaba furioso, el pecado de la ira formando remolinos en su interior. Lo hacía sentir peligroso, le gustaba, pero no le dijo nada y solo lo vio marchar.


Flug entró a la casa, tomó el bate que siempre dejaban junto a la puerta, entré con los paraguas, y salió de nuevo por la puerta trasera, al lado opuesto de la playa, siempre con aparente calma, prácticamente tarareando una discordante melodía. 


Por el camino se encontró con Shisui, esa marioneta viviente caminando a su lado, de la mano. 


-Flug...-pronunció el lobo, solo para sentir la ira del otro como suya, soltando un gruñido involuntario.

-Luego hablamos-.


Había un pobre infeliz ahí en la playa, Flug no sabía si era hombre, mujer, adulto o niño, veia rojo, veia a Hatfield. 


Alzó el bate y... ¡Crack! El sonido de un cráneo quebrándose, seguidos de varios ¡Plaf! ¡Plaf! ¡Plaf! A medida que se abría paso del hueso al suave interior, el sonido era viscoso y húmedo, ahogado en la arena que se teñía de rojo. 


Flug descargó en ese desconocido su ira, su frustración, su odio. 


¡¿Cómo se atrevía?! ¡¿Cómo se atrevía a usarlo y manipularlo?! ¡¿Cómo se atrevía a envenenarlo y abusar de él?! 


¡¿Cómo...Cómo se atrevía a hacerle lo mismo que le había hecho a él y a su familia?!


Respiró, agitado, mirando la pulpa de carne que antes había sido una persona. Que desperdicio, ya no servía ni para la mesa. 


Dejó caer el bate y a sí mismo en la arena. 


Quería venganza. 


Una mano fría le tocó la espalda, sacandole un respingo. 


-¿Tienes idea de lo atractivo que me pareces ahora mismo?-ronroneó el demonio.

-Ay, Black Hat, no es momento-se sonrojó al máximo.


Ambos rieron y se quedaron sentados en la arena, abrazados. 


-Dime cual es tu asunto con él, Flug-.


Flug suspiró con pesar, pero asintió. 


A Flug su familia nunca le prestó mucha atención, le daban comida, techo y educación, pero poco pensaban en él. 

Los Flugslys eran adinerados, prósperos en negocios y tierras.

Las razones por el desdén hacia su propio hijo eran desconocidas, simplemente no lo querían. 

Quizás se debía en parte a que Flug siempre había sido peculiar, de niño siempre se las arreglaba para incomodar a los adultos, sacandoles risas nerviosas. 

Pero también era inteligente, talentoso, fácilmente podía darles todo tipo de orgullos académicos. 


Realmente, no querían nada de él, a aquel matrimonio su hijo no había sido bienvenido, un accidente nada más, lo mantenían por obligación. 


En general a Flug no le importaba, había aprendido rápidamente a no buscar el afecto de sus padres y mantenerse en sus propios asuntos. 

Pasaba la mayor parte de su tiempo en su cuarto o en la escuela, durante las vacaciones paseaba solo por el bosque cercano a la mansión, buscando insectos y pequeños animales, escribiendo sobre ellos en diarios de campo. 


La adolescencia sólo aumentó su apatía y su deseo de estar solo, lejos de sus padres negligentes. 

A pesar del dinero, Flug no hacía vida de niño rico, así que no tenía mucha idea sobre familias adineradas y nobles. 

Sin embargo siempre oía todo tipo de apellidos ir y venir “La familia tanto fue a tal lugar este año” “¿Te enteraste de lo que hizo fulanito de la familia noseque?” 

El chisme era constante y Flug no hacía más que rodar los ojos cuando oía a sus padres hablar. 


De tal manera, siempre se hacía una idea de quienes visitaban la casa, pero un día, apareció ese hombre. 


Lucian B Hatfield.


Nunca había oído nada de un tal “Hatfield” y, sin embargo, ahí estaba, haciendo negocios con su padre. 


Su padre siempre gustaba de contar su opinión sobre sus colegas, criticando su apariencia, su forma de vestir, de si habían nacido en dinero o lo habían amasado ellos solitos. 


Pero nunca había mencionado nada de ese hombre de aspecto tan siniestro. 


Alto y moreno, de firme porte. Rostro aguileño, dientes afilados. 


Flug pensó que lucía como un vampiro o alguna clase de depredador. 


No le gustaba, apenas verlo supo que debía desconfiar de él. 


Hatfield, con sus encantos, con su veneno, enredó a su padre en negocios peligrosos e ilegales, a su madre en un amorío y a él...


A él le envenenó la cabeza con odio propio. 


Siempre que podía se le acercaba y le murmuraba cosas horribles, sabiendo que no iba a acusarlo y que, incluso si lo hacía, a sus padres no les iba a importar. 


Llenó su corazón de miedo y su cabeza de sombras. 


Lo empujó a tomar el cuchillo... 


El matrimonio roto. 


Sus firmas dándolo todo a ese hombre. 


Su hijo suicida. 


Sobre Flug cayó una maldición, cambió su naturaleza y su cuerpo, le regaló mil años y un hambre voraz y tabú. 


Mientras la casa ardía y su boca sabía a la sangre de sus padres, Flug entendió el plan de Hatfield. 

Había contado con esa maldición cayendo sobre él, porque los Nachzehrer pierden la cordura, pero no él...


¡Oh no! ¡Él estaba cuerdo y entendía más que nunca! 


Hatfield había manipulado los hilos de los tres y al final, había intentando que Flug fuese culpable de tanta tragedia, si no podía hablar, sino era más que una bestia, entonces no podía atestiguar en su contra. 


Flug había matado a sus padres, eso era verdad, pero no había iniciado el fuego. Ese había sido Hatfield, después de todo, lo único que necesitaba eran los terrenos y sus títulos, no la casa. 


-Vaya, vaya, eres más resistente de lo que anticipe-le sonrió.

-Hatfield-gruñó, sorprendiendose con su propio sonido animalesco.

-Iré al grano, niño-le dijo, levantándole el mentón con la punta de su bastón, examinando el rostro lleno de heridas, parecía que sus padres había intentado defenderse con algo afilado-Su sangre está en tus manos y, en tu condición, difícilmente van a creer que yo tuve nada que ver-suspiró-Sin embargo, quiero ahorrarme los problemas, así que tengo un trato para ti-. 

-¿Y eso sería?-alzó una ceja, incrédulo ante el descaro del otro. 

-Ahora mismo, soy propietario de toda la riquezas Flugslys, así que no tienes nada, pero por tu silencio te daré dos cosas, un lugar en la Universidad que manejo, algo que estoy seguro no obtendrás en ningún otro lado, considerando lo que eres ahora y, una propiedad que elijas-. 


Flug sopesó sus opciones. Hatfield tenía razón, no tenía a donde ir o a quien recurrir, podía terminar preso o peor, así que aceptó ese trato injusto y podrido.


Guardaría silencio, por un tiempo. 


-Y eso fue lo que pasó-concluyó Flug, haciendo dibujos en la arena mientras hablaba-Por eso le decía que Hatfield no puede expulsarme, no le conviene-. 

-Ya veo...-suspiró-Todos esos títulos, los tengo en mi poder ahora mismo, puedes recuperar lo que te pertenece, si eso deseas-. 

-Lo que deseo es vengarme de él, por usted, no por mi o mi familia-negó-No...No se porque me importa tanto, usted no ha sido bueno conmigo-.

-Eres tonto al esperar nada bueno de mi-.

-Lo mismo digo, esperando que Hatfield o yo lo tratemos bien-le reprochó-¿No se supone que debería querer todo lo contrario? ¿No se supone que le guste la crueldad y todo eso?-.

-Eres un asesino sádico y caníbal ¿Tratas mal a tus amantes?-.

-N-no-.

-Entonces no veo porque no puedo querer afecto y ternura-se sonrojó levemente, desviando su vista al mar-No...No es la violencia de ello lo que me molesta, es la intencion, como otros me usan para obtener algo, el deseo y la lealtad, no son reales, solo quieren sexo o poder, o ambos, ya te lo habia dicho antes ¿No es asi?-. 


Flug lo miró, era cierto que lo habían hablado antes, pero en su ciego afecto por él realmente no lo había pensado mucho. 


Lo observó atentamente, lo inhumano que era, su piel de serpiente, sus extrañas proporciones, la falta de orejas y nariz, los dientes como dagas, el ojo felino. Ese “algo” que daba una extraña impresión, como de estar viendo algo artificial e incorrecto, como si verlo demasiado fuese a arrastrar a la locura. 


Y a pesar de todo, a pesar de lo mucho que lo había hecho llorar, lo amaba. 


¡Oh, cuánto lo amaba! 


Sentía ira y rencor por lo que le habían hecho, quería protegerlo y amarlo y serle leal por el resto de sus días. 


Apenas lo conocía, pero aun así, esos eran sus sentimientos, como si siempre hubiesen estado ahí, esperando a que su presencia los liberara. 


Y, lo más importante, lo más destacable, se sentía amado de regreso. 


-¿Me ama?-lo cuestionó, sabiendo la respuesta.

-Ya te lo dije una vez-sonrió-Sabes que si, pero si me preguntas el motivo, creo que no tengo una respuesta-admitió-Es lo que es, mi amor por ti, es de esas cosas escritas en piedra, irrefutable, vasto y profundo como el mar es mi afecto por ti, ocupas todo mi corazon marchito y frio, Flug-le recitó con galanura y sinceridad. 

-Ay, que cursi-rió, divertido y halagado.


Cuando se puso el sol, regresaron a la casa. Las vacaciones terminarían pronto y a Hatfield se le acortaban los días. 


En cuanto a Hatfield, podía sentirlo, cuanto la había cagado. 


Allí en la oscuridad de su oficina, era presa de sus propias sombras, había jugado con fuego y no estaba listo para quemarse. 


Lucian no siempre había sido Lucian ni, mucho menos, Hatfield. 


Su padre, Steffan Hatfield, había sido un hombre moderadamente rico, un burgués en aquellos tiempos de la revolución industrial. 

Su madre una simple mujer venida del nuevo mundo, algún país que había sido colonia de España en vez del Gran Imperio Britanico. 


Hijo ilegítimo, Steffan nunca quiso saber nada de él, negándole su apellido y su dinero, obligandolo a crecer en pobreza. 


Su madre, sin embargo, era una bruja. 


De ella aprendió lo básico de la magia negra y heredó su amor y pasión por ello. 


La vio, en aquel tiempo ya un adolescente, recuperar a ese hombre negligente con hechizos y pociones.


Pasó de ser Lucio, hijo de una don nadie, de quien había heredado su tez morena y su gusto por la magia, a ser Lucian B Hatfield, hijo de burgueses. Su nombre alterado para encajar mejor, para que no dudaran de su origen, incluso si su piel y sus facciones lo delataban. 


“Lucian” siempre había sido cruel y ambicioso, pero quizás lo que pasó después selló para siempre su corazón. 


Por favores mágicos se debía pagar y su madre pagó. 


Un día cayó enferma y Lucian vio perecer a la única persona que amaba, mientras su tan llamado padre la reemplazaba sin tapujos, cuando ella aun respiraba y preguntaba por él, pues siempre lo había querido, a pesar de todo. 


Y Lucian, en su furia y en su ambición, hizo un pacto. 


Una criatura poderosa y vieja estrechó su mano, le enseñó montones de cosas inimaginables y lo convirtió en un Warlock. 


Por un tiempo Lucian le sirvió fielmente, valiéndose del poder que le regalaba para cobrar venganza sobre su padre y su amante. 


Pero, cuando todo eso estuvo dicho y hecho, Lucian quería más. 

Se había vuelto poderoso, mucho más que su amo. 


¡Lo asesinó! ¡Lo asesinó y fue libre de hacer lo que deseara! 


Poder, riquezas, longevidad ¡Lo tenía todo! 


Y, sin embargo, nunca era suficiente.


¡Quería más! ¡Más! ¡Más! ¡Más! 


¡Y con ese niño podía tener el mundo entero! 


Pero había sido estupido, de eso se daba cuenta ¿Porque no pudo simplemente quererlo? ¿Tratarlo bien? Si era todo lo que ese niño le pedía, ese demonio de potencial ilimitado, con un poder que nada ni nadie más poseía, solo pedía ser tratado con afecto. 


Pero Lucian, en su orgullo, en su negación, en todos esos siglos existiendo, negando esa parte de sí mismo, lo ignoró. 


Lo ignoró y jugó con su corazón, intentó ganarlo con trampas y manipulaciones en vez de, simplemente, amarlo. 


Y, ahora, se había ido todo al carajo. 


Black Hat lo odiaba.


Su dulce “My Dear” que solo había pedido de él amor a cambio del mundo, lo odiaba. 


Y Hatfield se sabía muerto por ello, así que, en las sombras de su oficina, esperó. 


Black Hat llegó acompañado de sombras rastreras y siseantes, una oscuridad fría que reptaba, se retorcía y llenaba el espacio de sonidos indescriptibles. 


A su lado, ese mocoso, ese Nachzehrer insolente. 


-Mr Hatfield~-le ronroneó el demonio-Tenemos cuentas que saldar-. 


Black Hat tomó entre sus manos frías ese rostro que alguna vez había amado y por el que ahora solo sentía desdén. 


-My Dear, por favor...-.

-No me ruegue, Mr Hatfield, intente conservar algo de dignidad-sonrió, frío y cruel-No tengo más interés en usted, no se merece mi tiempo, así que dejemos que el Infierno se haga cargo de su alma podrida ¿Ok?-.


Sin teatralidades, sin fanfarria, Lucian B Hatfield fue tragado por las llamas infernales. 


A Black Hat no le costó nada hacer suyo lo que una vez había sido de Hatfield, así como recuperar lo que era de Flug y dárselo de vuelta. 


-¿Está seguro?-Flug suspiró, triste.

-Solo serán un par de semanas, Flug, no pongas esa cara-le sonrió con peculiar dulzura.


Estaban en una estación de tren, despidiéndose. El demonio tenía que poner muchas cosas en orden y no podía quedarse a ejercer como profesor, con el cambio de administración y con todo mundo sabiendo sobre su relación con Flug, era imposible. 


-Lo voy a extrañar-.

-Ya, solo procura seguir con tus estudios, te llamaré todo los días-lo consoló-Y cuando vuelva, iremos a esa tercera cita que nunca tuvimos-.

-Oh...-rió-Es verdad, suena bien-. 

-Flug, con todo esto que tomé de Hatfield, podré abrir ese negocio del que hablamos ¿Recuerdas?-.


Flug asintió, era un sueño que tenían en común. Un negocio inusual, completamente nuevo en el mercado. 


-Y cuando te gradues, te contratare-.

-Oh ¿Será mi Jefecito?-bromeó.


Black Hat le dio un beso y subió al tren que empezaba a moverse antes de decir...


-Y tú serás mi Doctor~-.



FIN~~~


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