miércoles, 26 de octubre de 2022

Origen Cap. 2: Y ahora porta un sombrero negro

Segundo capitulo y final




Firmó contratos, devoró mundos, su poder creció junto a su crueldad. Black Hat era todo ambición y vanidad, no tardó en dejar atrás los contratos que lo hacian esclavo, esos habían sido años tortuosos y humillantes, siempre en manos de hombres y mujeres que lo usaban a su gusto en múltiples formas, pero al final era él quien ganaba, devoraba sus almas con codiciosa venganza, se deleitaba en su agonía. 

Pronto comenzó a conquistar mundos enteros solo con su propio poder, extendiendo su maldad como una plaga, atormentando a los mortales sin discriminacion alguna y haciendo de su nombre una temible leyenda. 

Pronto haría lo que realmente deseaba, asentarse en alguna parte, un mundo tranquilo y desde allí fundaría su negocio, firmando contratos donde él sería supremo a cambio de favores, de poder y deseos malvados. 

Expandiría su villanía, ya no con destrucción y enfermedad, si no a través de sus seguidores, buscaría quien le adorara, quien le debiera favores, quien le temiera.

Sería adorado como un dios, de él buscarían poder y sacrificarían sus almas a cambio.

Por su parte él ofrecería servicios, favores, la solución a cosas que nadie más podía solucionar. 

Quizás, muy en el fondo, lo que realmente deseaba era compañia, pero al mismo tiempo, al rodearse de adoradores y esclavos, reforzó esa vieja idea, él era una cosa, ahora era algo que adorar y/o temer, algo que desear o aborrecer, no importaba, nadie lo veía como a una persona, ni siquiera él mismo y había llegado a estar bien con ello, no necesitaba auténtico amor y afecto, pero aun así, en ocasiones cuando las noches eran largas y frías, aún se sentía profundamente solo. 


El tiempo siguió pasando, inexorable como siempre, su negocio creció junto a su poder y estatus, junto a su soledad y crueldad.

Ragna, Black Hat, era un ser consumido por su propia oscuridad, presa de sus propias pesadillas y tormentos, le sonreía al resto del mundo mientras por dentro era sólo miseria. 

Había concluido, tras ese par de milenios, que no merecía amar ni ser amado ni lo necesitaba tampoco, ver a otros darse afecto le daba asco, lo encontraba incomprensible y él, que no provocaba más que cosas negativas en quienes lo rodeaban, nunca podría experimentar lo que era el amor, nunca seria besado con ternura, ni pasearía tomado de la mano, como solía ver hacer a las parejas. 

No lo necesitaba... Quería convencerse de ello, por supuesto. 

Su única fuente de “felicidad” era cuanto le divertía su trabajo, satisfacía su ambición y su naturaleza traviesa y caótica.


En general se había acostumbrado a su soledad, había encontrado cosas de las que disfrutar y con las cuales no necesitaba compañia, los mortales le resultaban absurdos e incomprensibles de todas formas, siempre guiados por sus emociones, tenían problemas mundanos y vidas cortas y Black Hat era incapaz de empatía. 

Las personas y cosas eran fácilmente reemplazables a sus ojos, se daba gusto de ser frío y cruel incluso cuando le profesaban lealtad y adoración. Era lo que era después de todo, una cosa hecha de oscuridad ¿Que más podían esperar de él? ¿Qué más esperaba de sí mismo?


Y aun así... Aun así ... 


-Ragna-.


El sonido de su antiguo nombre lo sacó de las profundidades de su mente, allí donde acostumbraba sumirse en noches invernales como esa. Siempre añorando cosas que no comprendía. 


-Ragna...- la voz lo llamó de nuevo.

-Seto ¿Qué quieres?- suspiró con cansancio.


Se encontraba sentando en su silla preferida, alto respaldo gótico, una copa de vino y veneno entre los largos dedos, esa noche solo quería embriagarse en alcohol y miseria, pero ahí estaba la voz de su creador, llamándolo.


Seto apareció de entre las llamas del hogar, tan alto y de ojos tan fríos como siempre. Black Hat odiaba ese rostro de falsa juventud y esos ojos azul hielo, siempre mirándolo con desaprobación.


-Tengo una misión para ti, mi creación- le sonrió.

-No me digas así- le siseó- ¿Qué quieres? Ve al grano, no es como que me pueda negar-. 

-Algo está pasando en una de las Tierras- suspiró- Ve a investigar, por alguna razón nuestros aliados, seguidores y criaturas de oscuridad están desapareciendo de la nada-.

-Ya veo- se puso de pie- No me interesa, pero ni modo- cruzó los brazos tras su espalda y sonrió- Y dime ¿Yo que gano?-.

-Si resuelves todo el asunto, te daré ese título que tanto quieres ¿Que te parece? Has trabajado duro, formaste un culto bastante exitoso y un modelo de negocios revolucionario- sonrió también- Así que un último trabajo para sellar todo el asunto no estaría mal ¿No crees?-.


Black Hat nada más lo miro, su único ojo grande y brillante, era la primera vez que Seto lo felicitaba.


-Me parece bien- asintió.


 Así que Black Hat obedeció, secretamente ansioso de aprobación, era en extremo orgulloso de su fuerza, vanidoso como nadie, pero su creador nunca le había dado su aprobación en nada. En realidad nunca había puesto mucho interés en él, lo había creado y encerrado por un par de milenios en una biblioteca, le había enseñado a pelear, pero nada más ni nada menos, sabía que era observado, era su proyecto después de todo, pero Seto nunca interfería en su vida ni se interesaba por lo que le estaba pasando, sea lo que fuese. 


Aquella Tierra era una de muchas, otra versión más entre las dimensiones, sin embargo su peculiaridad era la abundancia de criaturas oscuras, demonios, brujas, faes... Tenían su hogar en aquel planeta, debía de ser un lugar hermoso, rebosante de magia y sombras pero...

Estaba desolado. 


Un gran bosque se mantenía, estoico, pero el resto del planeta había perdido su magia y vivacidad, la magia había perdido su equilibrio. Lo que antes había sido un paraíso para criaturas como Black Hat, con sus animales tenebrosos y plantas cargadas de dientes y venenos, ahora era un páramo desolado, todo lo que crecía era un fino césped y flores rojas. Black Hat conocía esa flores, solo crecen allí donde se derramaba sangre. 


Algo serio debía de haber sucedido, un planeta no perdía su equilibrio mágico así como así, incluso los pueblos y ciudades estaban vacíos, dejados en un apuro, cubiertos de un tétrico silencio. 


El aire olía mal, noto el demonio, olía a santidad, lujuria y muerte. 

Escuchó gritos y, oculto entre sombras, fue a investigar.


Allí en el páramo, cerca del bosque, devorando a una fae, estaba el...


N̡̦̻̘̦͓e̘͖̪̪̻͍p͚͍̟̦̪͜h̟̙͉̻̙̺i̢͇͍̺̙̝l̢͍̞͍͜͜i̡͎͓̟̙̝m̪̪͕̝͖͜



Había leído sobre esas criaturas, pero se suponían extintas, aquel ser era un vestigio del antiguo régimen, no debía de existir. 

Sin embargo ahí estaba, violando brutalmente a la frágil hada, a la vez que le arrancaba trozos de carne con los dientes. 

Aquello era repugnante, Black Hat era malvado, en extremo cruel y vil, pero forzarse en alguien más era algo que nunca haría, estaba en la naturaleza de los demonios pedir consentimiento. 

Se quedó a observar de todas formas, aun no lo había notado, pero estaba paralizado de miedo, no podía apartar la vista ni moverse aunque quisiera. 


El Nephilim era un hombre hermoso, un gigante de belleza angelical, un monstruo de dientes y garras afiladas. 

Era brutal, carente de piedad e impartidor de justicia divina. 

Un depredador.


La pobre fae ya no tenía fuerzas para gritar para cuando el Nephilim terminó con ella, apenas respiraba y se quedó allí quieta unos momentos, para luego romper el silencio del páramo nuevamente con gritos de agonía. 

De su cuerpo expulsó un enorme huevo dorado y, finalmente, dejó de respirar. 

El huevo no tardó en abrirse, de allí salió un infante que creció aceleradamente en una copia exacta de su padre, se marchó sin decir nada, sin mente ni ambiciones propias.

Mente colectiva, atada al original. 

El Nephilim entonces procedió a devorar lo que había quedado de su víctima. 


Black Hat sintió algo similar a lastima por el hada, aquel era un destino horrible, su cuerpo y alma había sido usado para reproducir y alimentar al sirviente de un dios muerto, un soldado del bien que no tenía ningún otro propósito que cazar a seres como ella... Como él.


¡Oh, debía huir! ¡Debía huir y pronto! ¡Si lo atrapaba... Si lo atrapaba esa tortura seria impuesta en él por siempre!


Era muy tarde, sin embargo, de un momento a otro se encontró sujeto contra el suelo del bosque, aquel ser olfateandolo como un animal.


-Exquisito- el Nephilim se saboreó- Eres perfecto para mi, eres pura maldad ¿No es así? Podré usarte por siempre- sonrió, la boca sangrienta aún- Contigo hare mi ejército al servicio de Dios-. 


Black Hat intentó resistirse, pero lo único que logró fue que el Nephilim comenzara a estrangularlo, le bastaba una sola mano, Black Hat era pequeño en comparación suya.

Se retorció en agonía, no podía morir por algo así después de todo, se encontró indefenso, sus poderes aplacados por la presencia del gigante. 

Se quedó quieto finalmente, exhausto. 


-Eres perfecto sin duda- le soltó el cuello y le abrió la camisa de un tirón-Tan hermoso, nunca había visto a alguien como tu- le dijo, recorriendolo con sus garras, dañando su piel y salivando como una bestia hambrienta.

-Dejame...- intentó resistirse nuevamente, terco y orgulloso, pero su cuerpo no obedecía. 

-Contigo no necesitare de nadie más- continuó, ignorando sus quejas- Voy a devorarte por la eternidad y tendremos muchos retoños- rió-Te hare mi esposo-.

-N-no ...- estaba aterrado, nunca había sentido miedo antes. 

-Dime tu nombre- le exigió.


Normalmente un demonio nunca decía su nombre así como así, pero el poder del Nephilim forzó su lengua.


-Ragna-.

-Mi dulce Ragna- le sonrió- Te amo- dijo venenoso, burlón y... Sincero.


Nunca le habían dicho eso antes, le habían profesado adoración y lealtad, pero nunca le habían dicho que lo amaban.

Miro a aquella bestia hambrienta que solo quería violarlo y forzar sus hijos en él, miró a aquel gigante que sin duda haría trizas su cuerpo delgado y ligero.

Así que eso significaba ser amado por alguien como él, más miseria, pura agonía, no había nada más para algo como él. 

Pobre criatura creada de incontables almas corruptas, pobre demonio incapaz de sentir dicha, pobre niño de corazón frío y desamparado... No había tenido ninguna oportunidad, era prisionero del amor del Nephilim, no había dónde huir, no había quien lo salvara. 


El Nephilim forzó en su mano un anillo de plata bendita que quemó su piel, forzó en su boca un beso, forzó en él su voluntad y el peso de algo que llamaba amor. 


Mientras ultrajaba su cuerpo, mientras lo llenaba de agonía y su esencia repugnante, Ragna rogó por ayuda, rogó por su padre, dejando su orgullo y su rencor por él de lado, pero nunca nadie vino y al final, el demonio calló. 

Él era una cosa sin importancia ¿No es así? Seto siempre podía fabricar otro ¿Que importaba lo que le pasara? 


El Nephilim lo encerró en una torre, cual princesa, y aparecía cada cierta cantidad de días, se forzaba en él, lo obligaba a parir sus hijos y se marchaba. Ragna nunca supo cuánto duró todo aquello, cuanto tiempo fue prisionero, cuantas veces el Nephilim abuso de él ni cuantos hijos tuvieron.

Su mente se perdió en alguna parte, en su propia oscuridad y lamentaciones.


Eres una COSA para usar y nada más, no importa que tan poderoso y temible te vuelvas, siempre te verán como ALGO de lo que obtener beneficio, esto es lo que significa ser amado para ti, esta agonía, esta humillación, es lo más cercano que tendrás nunca al amor. 

Ni siquiera tienes el lujo de morir. 


Black Hat quería desaparecer y dejar de sufrir, pero eso era imposible, iba a sufrir por siempre. Aún lloraba a veces, incluso cuando había dejado sus gritos y ruegos atras, no podia evitar llorar en ocasiones, en especial cuando el Nephilim le decía que lo amaba, lo hacia sentir tan miserable, se daba cuenta de cuanto había ansiado esas palabras y de cuanto dolían, nunca iba a ser tratado con afecto, con cuidado y cariño, solo había dolor y desdicha para algo como él. 

Fue una noche especialmente brutal cuando algo finalmente cambió en su situación. 

Yacía en su lecho, había sangre por todos lados, el Nephilim había jalado sus delicados cuernos hasta desprenderlos solo para hacerle gritar. 

Ahora estaba solo, mirando la luna a través de la ventana. 

Había un dios ahí, ahora que recordaba...


-Oye...- dijo, su voz más áspera que nunca, apenas audible- Si no recuerdo mal, tú también sufriste a manos de tu amante ¿No es así?- sonrió, un gesto de pura locura y desdicha- ¿Podrías matarme? ¿Por favor?- le rogó.

-No puedo hacer tal cosa- contestó la luna, una voz de hombre dulce y gentil.


Black Hat no esperó que le contestaran ¿Había perdido completamente la cordura? Ya que...


-Por favor- le rogó de nuevo. 

-Solo tu creador puede terminar con tu existencia, Black Hat, sin embargo puedo hacerte un favor, un contrato como lo llaman los demonios-.

-Te escucho-.

-Moveré las cosas para hacerte libre, te regalare poder incluso, porque me interesas,  a cambio me dejaras observar-.

-¿Observar?-.

-Aja, observar- la luna rió- No tienes que hacer nada, Black Hat, solo sigue con tu vida, enviaré a mi emisario y él va a observar, eso es todo-. 

-No se si entiendo, pero está bien- asintió débilmente, un poco animado por aquella oportunidad.

-Tienes la bendición y maldición de la luna, demonio Ragna- pronunció la luna, solemne, para después teñirse de rojo carmesí. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario